Noé Existió, según manuscritos de las cuevas del Mar Muerto
Noé existió, o eso es lo que afirma uno de los manuscritos encontrados en las cuevas del Mar Muerto en el que se hace referencia a Noé y a su vida después del Diluvio.
No diremos demasiado de los manuscritos del Mar Muerto porque ya hemos comentado en informes anteriores el descubrimiento de nuevos pergaminos en la denominada «cueva número 12». Sea como fuere. la última noticia alrededor de los manuscritos del Mar Muerto llegó un año atrás con la exposición de los fragmentos de «una auténtica joya única en el mundo», aseguraba Adolfo Roitman, responsable del Museo del Libro de Jerusalén, con quien tuvimos la oportunidad de reunirnos en este entorno casi mágico para hablar del descubrimiento de estos documentos, de la importancia de los mismos, y sobretodo, de los hallazgos que están por llegar… Y uno de los más importantes es precisamente la recuperación, gracias a las técnicas más modernas de restauración, de los fragmentos del «Génesis Apócrifo», ya que recoge de los capítulos 5 al 15 y tiene más de dos milenios de antigüedad. Muestran contradicciones como que en la Biblia «Dios ordena a Noé realizar un sacrificio fuera del Arca cuando cesan las lluvias y las aguas se retiran para conmemorar que han sido salvados, y sin embargo el “Génesis Apócrifo” afirma que el sacrificio se hizo dentro», asegura Roitman.
Puede parecer un dato banal, especialmente si pensamos que la historia de Noé y el Arca no fue más que una tradición recogida de otras anteriores, y para la arqueología ortodoxa no más que una leyenda. Pero sin embargo, más allá de que en el monte turco Ararat, a más de 4.000 metros, haya una huella que muchos asocian con la quilla del Arca que quedó encallada en estas alturas, conviene recordar que tiempo atrás el doctor Irving Finkel, experto en escritura cuneiforme del Museo Británico, estuvo durante dos años estudiando una tablilla de arcilla con escritura de más de cuatro milenios que, según él, contenía las medidas de la mítica nave de los animales. O lo que es lo mismo: unas pretéritas instrucciones para construirla. Gracias a ello Finkel dio un curioso dato hasta ahora impensable: «Según esta tablilla el Arca de Noé era redonda, tenía la forma de una enorme duna y poseía una superficie de 360 metros cuadrados con paredes de seis metros de altura». El hecho de que tuviera esta extraña forma era para que, siempre según el científico, fuera insumergible en el supuesto de que las grandes olas del Diluvio la azotaran.
Las autoridades israelíes han decidido actuar con rapidez ante la posibilidad de que aún queden más fragmentos, que podrían estar siendo expoliados para venderlos en el mercado negro.
Por lo tanto, unos descubrimientos y otros parecen ir en la línea de que el arca de Noé, esa a la que los animales debían de ascender de dos en dos, no sólo existió, sino que además sabemos cómo pudo ser… y lo más interesante: sabemos dónde puede estar. No en vano una nueva tablilla que pertenecía a un coleccionista privado, igualmente con escritura cuneiforme y con aproximadamente 2.700 años, también ha sido estudiada por Finkel y revela que «el lugar donde finalmente se posó la nave una vez se retiraron las aguas fue el monte Ararat, que es precisamente donde marca la tradición. Por tanto, quizás lo correcto sea ir a buscar allí».
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