El lado oculto de los payasos
Relacionados con el circo o la diversión infantil, los payasos también son fuente de terror y pesadillas. Asesinatos, muertes, suicidios... Te descubrimos su lado más siniestro
Los payasos suelen relacionarse con el circo o la diversión infantil, pero sus caras pintadas con sonrisas tristes provocan miedo en muchas personas. Es el temor conocido como coulrofobia. Y es que todo clown tiene un punto de siniestro. También se muestran grotescos y estrafalarios para conjugar mejor el misterio de la risa.
Los médicos se rigen por un código de ética, al igual que los abogados. Pues los payasos tampoco se libran de seguir ciertas reglas comunes para desarrollar su trabajo con honor. Los mandamientos de los clowns son bastante lógicos: nunca beber ni fumar al estar disfrazado, cambiarse, mantener rutinas de buen nivel y quitarse al maquillaje inmediatamente tras terminar una función, entre otras cosas, para preservar la buena imagen del gremio y la ilusión de los más pequeños.
Ser payaso es un oficio que se aprende. No se trata de llegar, ponerse un traje ridículo, peluca, nariz roja y maquillaje raro. A lo largo y ancho del planeta existen diferentes institutos dedicados a la formación de los payasos. Hay escuelas de clowns realmente prestigiosas que realizan pruebas de talento para ingresar. No será una universidad, pero la formación resulta exigente. No todos valen para ejercer el oficio.
Jean-Gaspard Deburau, cansado de que un grupo de niños se burlara de él, golpeó a uno con su bastón en la cabeza y lo mató
En el siglo XIX existió en Francia un payaso con muy mal genio, sobre todo si el público no disfrutaba de sus actuaciones. Su nombre era Jean-Gaspard Deburau y, cansado de que un grupo de niños se burlara de él, golpeó a uno con su bastón en la cabeza, causándole la muerte. El payaso asesino nunca fue condenado.
Un ejemplo actual de la fobia que cierta parte del público tiene sobre este gremio se da en Estados Unidos. En este país existen los Jugalos, nombre con que se conoce a los seguidores del grupo de hip hop Insane Clown Posse. Suelen pintarse como payasos, pero no son nada divertidos. Los Jugalos suelen ser violentos y destructivos, tanto que el FBI los califica como una pandilla, y tratan de detener los delitos y asesinatos de los que son parte.
Todo tiene un origen y un desarrollo. Con el paso de los años, el payaso que ejercía de augusto en los circos antiguos, harto quizá de ser el hazmerreír y contrapunto del carablanca (el payaso listo), evolucionó hacia una nueva modalidad de clown: el excéntrico, aquel que no estaba sometido a los rígidos esquemas de su antecesor.
Muchos clowns no supieron asimilar el éxito del que gozaron en vida llegando, en ocasiones, a quitarse la vida
El payaso peculiar tiene un toque enloquecido y marginal. Y donde han gozado de más éxito ha sido en Estados Unidos. Eran casi más artistas de teatro de variedades o de music hall que de circo. Como el ladrón de bicicletas Joe Jackson, o uno de los clowns más destacados a principios del siglo XX: el payaso Grock, de origen suizo. También excelente acróbata y virtuoso del violín, Grock era capaz de tocar hasta diecisiete instrumentos. Su imagen está asociada a su maleta y pequeño violín que siempre le acompañaban. Levantó la admiración del mismísimo Charlot, que iba en exclusiva a verle actuar en directo. "La única diferencia entre Grock y Charlot es que yo soy más rico que usted", llegó a decir de Grock el genial Charles Chaplin. Su trabajo se diferenciaba de los demás por el fino sentido humorístico de sus gags, perfectamente concebidos y estudiados, y en los que Grock apenas recurría a la palabra.
Hacer de payaso en el circo se convirtió en una profesión de riesgo. Muchos clowns no supieron asimilar el éxito del que gozaron en vida y el descenso a los abismos se tradujo, en ocasiones, al suicidio. Otros acabaron con su vida por el rechazo del público. Mark Sheridan, uno de los más famosos actores de Inglaterra, se pegó un tiro en un parque de Glasgow porque no había tenido éxito con los espectadores de esa ciudad. Por su parte, Frank Coyne, un tipo de comediante alegre e inquieto, se cortó el cuello con una navaja de afeitar en la habitación de un hotel después de pasear con su mujer. "No conozco espectáculo más triste y amargo que la muerte de un payaso", sentenció en una ocasión el escritor Charles Dickens.
EL CLOWN ASESINO
Nacido el 17 de marzo de 1942, John Wayne Gacy fue un payaso que, por caprichos del destino, se convirtió en uno de los asesinos en serie más famosos de Estados Unidos, y cometió sus crímenes durante la década de los 70 del pasado siglo. En 1978 fue arrestado y en 1994 ejecutado por la muerte de 33 jóvenes que fueron enterrados en su casa o lanzados al río Des Plaines (el resto) en Illinois.
Se le conoció popularmente como 'el payaso asesino' porque organizaba fiestas en el vecindario e invitaba a los vecinos a sus barbacoas en su jardín, mientras entretenía a los más jóvenes, curiosamente donde tenía soterradas a sus víctimas. Como figura de entretenimiento era conocido como 'Pogo el payaso'.
W. C. FIELDS: UN EXCÉNTRICO MALABARISTA
A finales del siglo XIX venía a este mundo en Philadelphia (Estados Unidos) William Claude Dukenfield, que más tarde será conocido como W. C. Fields. Comenzó a hacer malabares a los quince años, y tres años más tarde ya estaba de gira con la compañía Jim Fulton Road Show, que no le dejó un grato recuerdo.
A Fields se le daba bien esta práctica circense, y hacía malabares con cajas de cigarros, pelotas y sombreros. Sus trucos eran originales y divertía al público. En 1901 viajó por primera vez a Europa para recorrer París, Londres o Berlín. Incluso trabajó en Sudáfrica y Australia.
La Primera Guerra Mundial le obligó a interrumpir sus giras por Europa hasta que un empresario americano, Gene Buck, le contactó para formar parte de los espectáculos Ziegfeld Follies. A partir de 1915 comenzó su relación con el séptimo arte, aunque debutara diez años más tarde en el largometraje Sally, la hija del circo, de D. W. Griffith.
Fields creó uno de los personajes cómicos más importantes de la primera mitad del siglo XX: un misántropo que odiaba a niños, perros y mujeres, un egoísta ciego a sus propios fallos, e interesante borracho. Esta caracterización que él mostraba en películas y radio era tan fuerte que generalmente se la identificaba con el propio actor. Había algo de verdad en su personaje misántropo. La actriz Madge Evans le contó a un visitante en 1972 que su amigo Fields se sentía tan profundamente resentido con las intrusiones a su privacidad que provocaban los turistas curiosos que oteaban desde la vereda de su casa en Los Ángeles, que se escondía tras los arbustos y les disparaba a las piernas con una pistola de aire comprimido.
Portada de Eso no estaba en mi libro de historia del circo, de Javier Ramos
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