Historia oculta
23/08/2022 (11:30 CET) Actualizado: 26/08/2022 (14:09 CET)

Entrevistamos al guardián del Arca de la Alianza (I)

Fruto de sus innumerables viajes a etiopia, el Historiador y Egiptólogo Tito Vivas ha publicado 'Historia fabulosa de un viaje a Etiopía. La leyenda del Arca de la Alianza (Ediciones del viento, 2020), libro en el que, entre otras cuestiones, da a conocer sus investigaciones sobre la reliquia más importante de la cristiandad, que se encontraría a buen recaudo en una capilla de la Iglesia de santa maría de Sión, en Aksum

23/08/2022 (11:30 CET) Actualizado: 26/08/2022 (14:09 CET)
Entrevistamos al guardián del Arca de la Alianza (I)
Entrevistamos al guardián del Arca de la Alianza (I)

La luz del Sol se filtraba entre las ramas de los árboles, luchando por abrirse camino a través de la densa niebla de polvo que levantaban los muchachos que correteaban alrededor de la iglesia. No hacía calor, pero como no existía sombra que lo cobijara a uno, se notaba que el sol de Etiopía era uno de esos africanos que pica especialmente. Los sacerdotes a los que me dirigí señalaron con el brazo y me pidieron que esperara paciente junto a una reja, una puerta metálica pintada con los colores de la bandera de Etiopía, ya carcomidos por el mencionado astro picajoso. Al otro lado de la verja se alzaba una pequeña construcción, un chamizo fabricado con carambuco de hormigón prefabricado, una lona blanca por tejado y chillonas rejas azul celeste en las ventanas. Ni la épica ni el glamour asomaban por ningún lado. Y, sin embargo, ese edificio era el corazón de mi viaje a África. Había alcanzado la meta: el relicario donde se guardaba y se custodiaba la reliquia más importante de la religión judía y uno de los artefactos más anhelados por la historia de la arqueología: el Arca de la Alianza.

Era el Guardián del Arca, la única persona autorizada a tener contacto directo con la reliquia

ESTÁ EN EL SÓTANO

Se escuchó el chirrido de una puerta y de detrás de una cortinilla apareció un hombre enjuto, delgado, arrugado y mortecino; la piel, plegada por doquier cada pocos milímetros, aparentaba haber sido curtida en alguna marroquinería, y su cuero cabelludo apenas llegaba ya a producir una dura pelusilla que asomaba por debajo de un bonete negro. Vestía un hábito blanco, inmaculado, y se cubría hombros y brazos con una netela (trozo de tela para abrigo) de color rosa chicle. Sus ojos eran grises, opacos y ya velados por una edad indescifrable. Enseguida reconocí a Gebra Mikail después de haber visto su foto en una publicación de Graham Hancock. Era el Guardián del Arca, la única persona autorizada a tener contacto directo con la reliquia. Y caminaba hacia mí.

Obviamente, él no pudo reconocerme. Supuse que pensaría que se trataba de otro turista más que venía siguiendo los pasos de Símbolo y señal, de Hancock, libro que hizo famosa, allá a principios de los noventa, la teoría de que el Arca que buscó Indiana Jones se encontraba en Etiopía desde hacía siglos. Pero me equivoqué: ya le habían hablado de mí, y me habían presentado como lo que soy, un historiador, un arqueólogo y un viajero ávido de curiosidad. Todo lo cual debió despertar la misma en aquel hombre.

Parte de atrás
Parte trasera de la iglesia de Santa María de Sión, donde el autor pudo entrevistar al actual guardián del Arca de la Alianza.

Casi con reverencia, me saludó en su incomprensible lengua tigriña, susurrada entre dientes, y me preguntó (según mi fiel acompañante y traductor) qué me inquietaba conocer sobre él. En ese momento se me agolparon cientos de preguntas en la cabeza y maldije mi estupidez por no estar preparado de antemano para una situación así. Tanto tiempo preparando el viaje, y esta parte, que era la crucial, nunca la había ni tan siquiera imaginado. Se ve que no tuve nunca ninguna confianza en poder conseguirlo. Podría haber preguntado sobre mil detalles acerca el Arca, pero en el temor a que aquel venerable sacerdote se molestara por mi impertinencia, no acerté más que a decirle: «¿Sería tan amable usted de bendecirme?».

Algo muy común cuando uno se cruza o saluda a un sacerdote ortodoxo etíope, así que no le sorprendió. Aquel gestó fue el que me brindó su plena confianza. Porque tras rezar conmigo, y golpear mi testuz, frente y labios con su cruz de mano, de madera carcomida, a través de los barrotes, comenzó a interrogarme él a mí.

–¿Eres un peregrino?

–Bueno. No exactamente… Solo tengo un interés personal en alcanzar cierto conocimiento a través de mis viajes.

–Encontrar iluminación –dijo él sonriendo.

–Podría decirse, sí. Iluminación a través del conocimiento.

–¿Eres cristiano?

–Estoy bautizado como católico, sí.

–Católicos y ortodoxos somos hermanos. En realidad, todos somos hermanos en la voluntad de Dios. Y Dios nos dejó su legado en la forma del Tabot (el Arca de la Alianza).

–Y yo he viajado mucho para llegar hasta aquí, ante el Tabot –pensé que era el momento de comenzar a introducir el tema, con todo el respeto.

–Pues da gracias a Dios, porque te ha permitido llegar hasta él.

–Pensé que me encontraría con un edificio más… no sé. Más acorde a la importancia de la reliquia.

–Dios no necesita ornamentos. Además, este santuario es solo la entrada –y comenzó a contarme que el Tabot de Sion (que es como conocen en Aksum al Arca) reside en una especie de sótano bajo la mencionada construcción.

El guardián de la reliquia más importante de la cristiandad me confesó que a causa del poder del Arca se estaba quedando ciego

No pude evitar pensar en un búnker subterráneo, protegido por trampas mortales y mágicos sortilegios. Volví a poner los pies en la tierra.

«EL ARCA ME ROBA LAS ENERGÍAS»

–¿Se imaginaba usted llegar a ser Guardián del Arca cuando era joven?

–Desde que tengo uso de razón, he soñado con ser Guardián del Arca. Pero ya estoy mayor y enfermo. El Arca me agota y me roba todas las energías. Pronto yo moriré, si el Tabot me lo permite, y otro ocupará mi lugar –reconozco que aquí dejé volar un poco mi mente en la interpretación. Dijo que era por el efecto del Arca que se estaba quedando ciego y le dolían los huesos.

El Guardián del Arca elige a quien ha de ser su sucesor a su muerte, y él ya había elegido a otro sacerdote para que ocupara su lugar ante la divinidad cuando él no estuviera. Me señaló a un sacerdote joven, que caminaba por entre los árboles, vestido de amarillo.

–¿Cómo es el Arca, Abuna? –me lancé de lleno a la piscina.

–Es indescriptible, como la gracia de Dios –su respuesta me hizo ver que por ese camino no conseguiría nada. Hacía falta sutileza.

–Entonces, desde de las batallas contra la reina Gudit en el año 960, ¿la caja nunca ha salido aquí?

Procesión int
Procesión del Arca de la Alianza durante la Mehela, una celebración litúrgica.

Mi trampa funcionó: la respuesta fue que el Tabot no es una caja, sino las piedras con los mandamientos dictados por Dios, las Tablas de la Ley. Curiosa revelación el dato de que la reliquia que custodian en Etiopía, verdaderamente, no sea el continente, sino el contenido. Y añadió que el Tabot solamente abandona el santuario en ocasiones ceremoniales muy especiales, como en el Timkat (la Epifanía) o la Mehela, que se iba a celebrar esa misma noche.

–La Mehela de esta noche –confirmé yo.

–Así es –esto último lo dijo con sonrisa pícara y ladeada.

–Gracias por haberme bendecido, Abuna.

–Gracias a ti por venir hasta el Tabot de Sion. Voy a rezar a Dios para que te permita seguir tu camino, y que regreses a casa en paz con los tuyos.

–Y yo espero que aún le permita vivir muchos años, para que pueda seguir con su misión.

–Mi misión no es otra que la de un mero protector. Vivo para proteger.

–¿Proteger el Arca de la gente?

–No. Proteger a la gente del Arca.

CONTINUARÁ...

Portada Fabulosa
Portada del libro Historia Fabulosa de un viaje a Etiopía (Ediciones del Viento), de Tito Vivas

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