Desvelamos todas las 'entradas' a la Esfinge
Desde hace siglos los investigadores especulan con la idea que bajo la enigmática Esfinge hay entradas que conducen a un templo repleto de inscripciones
Todo lo que rodea a la Esfinge de Giza irradia misterio. Esta gigantesca escultura de caliza otea, como un centinela, el horizonte egipcio desde su atalaya de 19 metros de altura. Posee una longitud de 73 metros por veinte de ancho. La esfinge tiene garras de león, cuerpo de león, cola de león y cara de… Kefrén.
Esta es la primera y más evidente de las anomalías del guardián de cabeza desproporcionada en relación al cuerpo, una singularidad que ha llevado a especular que, tal vez, la estatua sea más antigua de lo que la egiptología sostiene y que el faraón que representa, cuya pirámide se erige a sus espaldas, la reutilizó esculpiendo su rostro en la de un león previamente representado.
Parecen confirmarlo las marcas de erosión de la esfinge -que ha estado casi siempre enterrada- que retrotraerían su antigüedad algunos milenios según los estudios geológicos.
De su cara chata, también se ha dicho erróneamente, que Napoleón la despojó de su apéndice nasal a cañonazos, pero unos dibujos del arquitecto danés Frederick Lewis Norden ya mostraban que, en 1737, la esfinge no tenía nariz.
De hecho, un historiador árabe del siglo XV atribuía la desaparición del apéndice nasal a un fanático religioso sufí llamado Muhammad Sa'im al-Dahr quién, harto de ver cómo sus vecinos hacían ofrendas al guardián para conseguir mejores cosechas, destruyó su nariz en 1378.
La Esfinge y el profeta Cayce
Uno de los que ha escrutado sus secretos es Mark Lenher. Doctor en Egiptología por la Universidad de Yale desde 1990, es profesor ayudante visitante de Arqueología Egipcia en el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago e Investigador asociado en el Semitic Museum, de la Universidad de Harvard. Su impresionante currículum académico, sin embargo, no impidió que en un momento dado coqueteará con lo heterodoxo, en concreto con la Fundación de Edgar Cayce, el profeta durmiente.
En 1960, cuando era adolescente, sus padres le presentaron los escritos del famoso clarividente en relación con la esfinge.
El profeta durmiente vaticinó que había una sala bajo la esfinge que custodiaba los conocimientos de la Atlántida
Según Cayce, bajo la Esfinge de Giza se extendía el Salón de los registros que, supuestamente, albergaba una biblioteca con el conocimiento de los egipcios, en rollos de papiros, así como los conocimientos de los refugiados de la ciudad perdida de la Atlántida. Según su visión, esta sala sería descubierta antes de finalizar el siglo XX. Que se sepa aún no ha ocurrido, pero su existencia fascinó no sólo a los apasionados del misterio, sino también a Lehner.
Cuando Lehner terminó su educación universitaria en la Universidad Americana de El Cairo, con el apoyo de la Fundación de Cayce, se unió a los científicos del Instituto de Investigación de Stanford y, en 1977, utilizando equipos de detección remota de última generación analizó el lecho rocoso debajo de la Esfinge. Queria dar respuesta a sus incógnitas adolescentes:
¿Había entradas que conducían a las cámaras secretas bajo la Esfinge?
En 1977, Lehner y Hawass cartografiaron un pasaje de la esfinge excavado previamente
Lamentablemente sólo encontró grietas y fisuras que eran ordinarias en las formaciones de piedra caliza. Trabajando en estrecha colaboración con un entonces joven arqueólogo egipcio llamado Zahi Hawass, Lehner también exploró y cartografió un pasaje en la grupa de la Esfinge, y concluyó que los cazadores de tesoros lo excavaron, probablemente, después de la construcción de la estatua.
Y es que, ya en el siglo X, los cronistas árabes mencionaban la existencia de puertas secretas que daban acceso a interminables galerías que, a su vez, llevaban a grandes cámaras llenas de riquezas, lo que avivó la codicia de los cazadores de tesoros.
En 1998, Zahi Hawass, a la sazón, director Jefe del Consejo Supremo de Antigüedades, realizó excavaciones debajo del cuerpo principal de la Esfinge y descubrió túneles de acceso a varias cuevas grandes, aparentemente naturales, directamente debajo de la Esfinge. Y el hallazgo evidenciaba que habían sido objeto de excavaciones antiguas.
Hay, por lo menos, otras ocho enigmáticas entradas que enumeramos a continuación:
Agujero de Perring
En la década de 1840, el egiptólogo Howard Vyse practicó un agujero a poco más de un metro de la parte posterior de cabeza de la Esfinge, por debajo de la nuca. Es conocido como el Perring's Hole en honor a su ingeniero. Vyse buscaba cámaras en la estatua y perforó un agujero de ocho metros de profundidad hasta que la barra de perforación se atascó. Intentó usar pólvora para quitar la varilla, pero se rindió para no dañar más a la Esfinge. La cavidad fue limpiada en 1978 por Zahi Hawass, y dentro de ella encontró una parte del tocado de la Esfinge.
Pozo oriental
Entre las patas de la Esfinge (restringidas al turismo), en el pequeño espacio resultante entre la Estela del Sueño de Tutmosis IV y el cofre de la Esfinge, hay una trampilla de hierro en el suelo. Da acceso a un pozo algo rectangular que fue cubierto con un techo de cemento y vigas de hierro en 1920 por el egiptólogo británico Émile Baraize, como parte de los esfuerzos de restauración del monumento.
Pozo A
Baraize también pavimentó con cemento este agujero profundo (llamado pozo A) en la parte superior de la cabeza de la Esfinge. El agujero mide aproximadamente 1.5 metros cuadrados y casi 2 metros de profundidad. Hay una trampilla de hierro que tapa el agujero. Se ha especulado que, originalmente, esta cavidad había de servir para fijar un tocado a la esfinge cuando estuviera terminada, aunque se profundizó más tarde en busca de cámaras ocultas.
En esta otra fotografía, tomada alrededor del año 1925, vemos a un trabajador saliendo del Pozo A, en la cabeza de la Esfinge, durante las excavaciones de Émile Baraize.
Alrededor de 1798, Vivant Denon grabó una imagen de la esfinge que hemos reproducido más arriba, en la que se ve a un hombre saliendo del pozo por lo que la existencia de esa cavidad ya era conocida en época napoleónica. Los especialistas reclutados por Napoleón estaban siguiendo los informes de los viajeros europeos en sus propias investigaciones del monumento. Al respecto escribió el Coronel Coutelle en Description de l’Egypte, ou Recueil des Observations et des Recherches qui ont été faites en Egypte, publié per les ordres de sa Majesté l’Empereur Napoléon le Grand, à Paris de l’Imprimerie Imperiale, un libro, aún más grande que su título: “en cuanto al agujero que se había notado en la cabeza, no tiene más de 2 metros 924 mm de profundidad. De forma cónica e irregular ”
Pozo C
El Pozo C u Ojo de la cerradura, se encuentra en la cornisa del recinto de la gran esfinge de Giza. Aunque nunca he podido descender, en mi última visita pude comprobar como es un pozo cuadrado que no conduce a ninguna parte. Mide 1,42 por 1,06 metros y unos dos de profundidad. Lehner interpretó que este pozo es, en realidad, una tumba inacabada y lo denominó "Pozo del ojo de la cerradura", porque un recorte en el saliente sobre el pozo tiene, precisamente, la forma de la parte inferior de un ojo de la cerradura, al revés.
Pozo D
Si bien la apertura actual se remonta a 1980, cuando Zahi Hawass y Mark Lehner abrieron este pasaje a nivel del suelo, en la parte trasera noroeste de la Esfinge, su conocimiento se remonta a 1926 cuando el ya mencionado ingeniero del Servicio de Antigüedades, Émile Baraize, dio con un pasaje que desciende al nivel freático. Una parte del pasaje serpentea por debajo de la Esfinge antes de llegar a un callejón sin salida, a unos 4,5 metros por debajo del nivel del suelo. Los egiptólogos modernos recuperaron la memoria de esta cavidad gracias a Mohammed Abd al-Mawgud Fayed, quen de niño había trabajado en la limpieza de la Esfinge para Baraize.
Pasaje Noroeste
El pasaje noroeste sería una "trinchera" abierta en la curva ascendente de la grupa de la Esfinge. Está cubierta por capas de antiguas piedras de restauración. Entre 1980 y 1981, se descubrió que la parte inferior llegaba al nivel freático, y justo por encima de este punto, los escombros contenían elementos modernos: vidrio, cemento, papel de aluminio, etc. El pasaje está toscamente cortado, sus lados no son rectos aunque hay apoyos para los pies a los lados. Parece un pozo de exploración.
En el libro Message of the Sphinx de Graham Hancock y Robert Bauval, se sugiere que el gobierno egipcio junto con los arqueólogos estadounidenses han bloqueado las investigaciones alrededor o debajo de la Esfinge, evitando que cualquiera pueda ubicar las cavidades subterráneas y descubrir qué hay debajo de la Esfinge.
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