Las cabezas olmecas no representan africanos
La arqueóloga Ann Cyphers y el antropólogo Enrique Villamar han realizado estudios de ADN mitocondrial que comprueban la procedencia africana.
Las colosales cabezas olmecas están esculpidas de grandes piedras de basalto procedente de la Sierra de los Tuxtlas, en el estado mexicano de Veracruz. Retratan a hombres maduros con mejillas y labios carnosos, narices chatas y ojos que tienden a ser ligeramente entrecerrados. Esto llevó a la especulación, desde hace más de 150 años, que podían estar representando rasgos negroides. En otras palabras que, antes que Colón, los africanos habrían convivido con las razas autóctonas. Así pues, las cabezas olmecas no muestran rasgos africanos sino mesoamericanos. La afirmación, formulada por la arqueóloga Ann Cyphers, académica del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), se respalda en un nuevo hallazgo científico.
En 1869, José María Melgar y Serrano propuso que las esculturas representaban a gente de Etiopía
El padre de esta idea fue el descubridor de la primera cabeza de Hueyapan, en lo que hoy es Tres Zapotes, también en Veracruz, José María Melgar y Serrano. Corría el año 1869 y, por aquél entonces, aún no se sabía de la existencia de la cultura olmeca. Melgar supuso que los rasgos de las esculturas correspondían a personas de Etiopía, gente de raza negra.
Cyphers, sin embargo, cree que la explicación es más fácil y prosaica. Los escultores reutilizaron los grandes tronos de los gobernantes olmecas, que eran grandes prismas. Por consiguiente, los rostros se deformaron para que la cabeza fuera lo más grande posible dentro del trono, pues era simbólica la transformación del trono a dicho retrato, que era esta gran escultura de la cabeza. Ninguna cabeza tiene elementos salientes, todo está compacto, pegado como parte del prisma. Eso explica, además, porque son bastante planas las cabezas por la parte trasera. ¿Y los rasgos? ¿Acaso no recuerdan a los africanos?
Los arqueólogos no han encontrado nunca artefactos africanos en las excavaciones realizadas durante años en los yacimientos olmecas, lo que a priori descarta el origen de los rasgos en el continente africano. Pero hay más: en 1994, la doctora Cyphers descubrió la más reciente de las 17 cabezas olmecas conocidas hasta ahora. Fue hallada en el yacimiento arqueológico de San Lorenzo Tenochtitlan, también en Veracruz. Cyphers y sus colaboradores practicaron modernos estudios de ADN mitocondrial a algunos entierros olmecas que comprueban la identidad mesoamericana de aquella civilización, la más antigua de estas tierras.
El antropólogo físico Enrique Villamar Becerril examinó muestras de dos entierros: uno en Loma del Zapote (de mil 200 a.C.) y otro en San Lorenzo (de mil antes de Cristo). “De esos dos individuos se tomó muestra ósea de costilla y se sometió a un procedimiento para obtener su ADN mitocondrial, el linaje que da la madre a un individuo, porque es más factible recuperarlo de restos arqueológicos” –declara a la gaceta de la UNAM
El ADN mitocondrial permite identificar su haplogrupo. “Obtuvimos el haplogrupo de estos dos sujetos y supimos que pertenecen al haplogrupo A, uno de los más abundantes entre las poblaciones fundadoras e indígenas de América” –asegura Villamar. Las cabezas pues, fueron esculpidas por mesoamericanos pero… ¿Puede que las erigieran en honor a navegantes de otra tierras o son simples gobernadores locales? Sino, ¿por qué no les dejaron en sus tronos? El enigma continúa.
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