Braveheart y el enigma de la lápida celta
Una misteriosa lápida celta hallada en el sur de España nos pone en contacto con la historia oculta de Braveheart
En 2003, entre las poblaciones de Álora y Teba, en la provincia de Málaga, se hizo un hallazgo sorprendente. Una lápida, con una cruz celta, que se dató inicialmente en el siglo IV. Ese tipo de figuras con trísqueles y filigranas eran exclusivos del norte de Europa. Por tanto, no debiera estar ahí. ¿Qué pasaba? ¿Podía ese descubrimiento cambiar la historia?
Para resolver el enigma debemos viajar en el tiempo.
Corría el año de nuestro señor de 1.995 cuando, en los cines de todo el mundo, pudimos ver una película épica protagonizada por Mel Gibson titulada Braveheart. En Latinoamérica se tradujo como Corazón Valiente. El film nos relata la vida William Wallace, un caballero escocés que, durante el siglo XIII, luchó contra las tropas inglesas para conseguir la independencia de Escocia.
Como toda película de Hollywood que se precie, debe contener un nutrido conjunto de errores históricos y ésta no es una excepción. Para comenzar, el propio título de film ya está mal. El personaje histórico que recibió el apelativo de Braveheart no fue William Wallace. Quien realmente fue conocido como “corazón valiente” fue Robert de Bruce. Este noble llegaría a ser coronado como Roberto I de Escocia. En la película este personaje es interpretado por Angus Macfadyen.
La vida de Robert de Bruce no fue precisamente la de un santo. Tras asesinar a Jhon Comin, otro aspirante al trono de Escocia, frente al altar mayor de la iglesia de Greyfriars, Robert se alzó con la corona. Reinaría en Escocia entre 1306 y 1329. Poco antes de su muerte dejó un curioso encargo a su leal caballero Sir James Douglas. Era deseo del monarca que su corazón pudiese descansar en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Después de embalsamar el órgano y depositarlo en un relicario de plomo, Sir James Douglas emprendió esta inusual cruzada.
Pero, por aquel entonces, las huestes cristianas en Palestina no estaban en su mejor momento. No existía ninguna campaña en marcha en Tierra Santa. Donde sí había una guerra santa era en la península Ibérica. El Papa Juan XXIII había declarado como bula de cruzada la campaña que Alfonso XI había declarado al sultanato de Granada.
Así fue como Sir Douglas y sus valientes escoceses, portando en el cuello el corazón de su rey llegaron al puerto de Sevilla en el verano de 1330. Que mejor lugar para foguearse, antes de ir a Jerusalén, que participar en lo que siglo después, se llamó la Reconquista.
Sir Douglas fue puesto al mando de todas las tropas extranjeras que estaban asediando el castillo de la Estrella en Teba. Aquella fortaleza era bravamente defendida por Abu Said Utman ben AbilUla, conocido en las crónicas castellanas como Ozmín.
La historia siempre supera a la ficción. Las súperproducciones se quedan en nada ante nuestro pasado. Nuestra industria audiovisual no está a la altura.
Durante el asedio de la fortaleza de la Estrella se produjeron varias batallas a campo abierto. El grupo de cruzados extranjeros fue dirigido por Sir Douglas que sufrió una emboscada junto al río Guadaltema.
Las huestes de aquellos caballeros venidos del norte cayeron en la clásica estratagema de los musulmanes. Se llamaba “torna e fuye” y consistía en fingir una falsa retirada, para que el enemigo se lanzase al ataque, y acabar rodeándolos. Así fue como nos lo cuentan las crónicas castellanas:
“E sobre aquel rio ovieron un dia muy gran contienda, e de la hueste del rey fue muerto un conde estraño, que saliera de su tierra por fazer a Dios servicio e provar su cuerpo contra los enemigos de la Cruz”.
Un cronista escoces fue más descriptivo en los detalles:
“Cuando se vio rodeado de sus enemigos, el bravo escocés lanzó el corazón del rey Robert, que siempre llevaba colgado sobre su pecho, al campo de batalla y dijo “Pasa ahora tú el primero, como solías serlo en el campo de batalla; y yo te seguiré, o bien hallaré la muerte”.
Así nació una leyenda de Braveheart que, gracias a la magia del cine, hoy todos asociamos con William Wallace y su búsqueda de la libertad.
El honorable Osmin devolvió aquel relicario de plata al rey castellano y los supervivientes regresaron a sus verdes y brumosos campos. El corazón del rey de Escocia descansa ahora en la Abadía de Melrose y los huesos de Sir James Douglas, fueron también trasladados a Escocia y sepultados en la capilla de Santa Bride.
Pero volvamos a la enigmática lapida con aquella cruz celta. Algunos investigadores llegaron a postular que fue un pieza que tallaron los escoceses para dejar constancia de su épica estancia en aquellas tierras. Quizás marcase, donde se enterró la carne del Sir Douglas, antes de ser descarnado y sus huesos llevados a su país natal.
Pero pronto se descubrió la amarga verdad. Se trataba de una reproducción de yeso duro de la original, realizada en los años 80. Se conoce como “Inchbrayock Cross” que, actualmente, puede contemplarse en el Montrose Museum de Escocia. Alguien, durante el siglo XX, había llevado hasta allí esta bonita replica. Por desgracia, los cruzados de “braveheart” no nos dejaron nada material en tierras andaluzas. Solo una buena historia, que es recordada cada año por los habitantes de Teba, en los Dougla’s Days. Durante estas fiestas, el cante jondo se mezcla con las notas melancólicas de las gaitas, para recordar a los héroes póstumos.
En la plaza de pequeño pueblo de Teba, existe un monumento que nos recuerdan aquellos hombres de corazón valiente. En Escocia los descendientes de sir Douglas continúan, aún hoy en día, solicitando periódicamente, que el corazón del rey de los escoceses pueda ser enterrado en la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.
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