Apariciones marianas: la conexión ovni
Buena parte de los casos de apariciones marianas podrían ser considerados encuentros cercanos con ovnis si hubieran ocurrido hoy en día. En este reportaje, además de analizar dichos sucesos, damos a conocer en exclusiva otros que pasaron desapercibidos para la opinión pública y la iglesia, pero en los cuales existen evidentes similitudes con el fenómeno de los no identificados.Texto Miguel Pedrero
Al igual que otros investigadores que han tenido la oportunidad de estudiar fenómenos muy diferentes –poltergeist, OVNIs, apariciones marianas, contactos con el más allá, etc.–, sostengo la opinión de que en ocasiones dichos sucesos no son tan diferentes, pero los testigos los integran en un determinado campo dependiendo de sus creencias, ideologías o experiencias anteriores. Si una persona cree a pies juntillas que la Virgen se aparece en algunos lugares del mundo, y contempla una luz voladora con alguien de aspecto humanoide en su interior, probablemente interprete que ha visto a la Madre de Dios. Pero si quien observa ese mismo fenómeno es un creyente en los OVNIs, posiblemente concluya que ha avistado una nave extraterrestre. Y si se trata de un espiritista, lo más lógico es que piense en una especie de guía del «otro lado».
La disquisición anterior viene a cuento porque son muchos los casos de apariciones marianas –algunos tan conocidos como Fátima, Lourdes o La Salette– que bien podrían pasar por modernos encuentros cercanos o contactos con los tripulantes de los OVNIs. Sin embargo, en dichos episodios –y en otros muchos– la intervención de algunos sacerdotes o importantes jerarcas de la Iglesia católica, acaba provocando que tales sucesos anómalos sean interpretados por los propios testigos y la opinión pública como apariciones de la Virgen.
Ahora bien, debemos tener en cuenta un otro aspecto incluso más desestabilizador: muchos tenemos la casi seguridad de que la «inteligencia» que se encuentra detrás de esta clase de fenómenos toma diferentes aspectos dependiendo de la época y de las personas a las que se presenta, pues en el fondo no existen tantas diferencias entre ciertas experiencias de contacto OVNI y otras de comunicación con seres celestiales.
En el presente artículo pretendo mostrar que hechos extraños vinculados a determinados casos de apariciones marianas, como luces voladoras, apariciones de humanoides, contactos telepáticos o efectos físicos sobre los testigos, son también habituales en incidentes OVNI.
CASOS «FALLIDOS»
Manuel González Vázquez tomó la decisión de no abandonar jamás su aldea natal por una experiencia que vivió el 20 de octubre de 1955 a los nueve años de edad. Ese día, al atardecer, el chaval se encontraba en un lugar llamado Portela de Pau, en plena sierra de Avión (Orense), apacentando el ganado en compañía de Erminia, una vecina de cierta edad. De pronto, tuvo lugar un temblor de tierra que duró un par de minutos. No se habían repuesto todavía de la sorpresa, cuando contemplaron a lo lejos una figura de forma humana dentro de «una pantalla». Segundos después, fueron testigos de otro extraño fenómeno aéreo: a unos 400 metros de distancia divisaron «una masa nebulosa» que avanzaba hacia ellos a unos tres metros de altura. A medida que se iba aproximando a ambos, descubrieron que se trataba de una bella joven de unos dieciocho años, pero de poco más de un metro de altura, que al pasar junto a Manuel lo miró fijamente. Llevaba el pelo recogido y vestía unos ropajes que nuestro protagonista describió como una especie de manto color turquesa. Probablemente influenciado por las arraigadas creencias católicas de Erminia y el contexto religioso que se respiraba en aquellos tiempos en una aldea gallega, Manuel llegó a la conclusión de que por una razón que no comprendía se les había presentado la Madre de Dios. Y que nadie le diga lo contrario. Curiosamente, el mismo año que Manuel González y Erminia contemplaron la misteriosa «joven voladora » en la sierra de Avión, y no muy lejos de este lugar, en la localidad orensana de Fontefría, un sorprendido conductor observó un fenómeno muy similar. Así nos lo contó Rosa Villaverde, la hija del protagonista, pues éste falleció hace algunos años: «Era de noche y mi padre circulaba con su recién estrenado camión por una carretera desierta.
Al tomar una curva, vio muy cerca del arcén a una mujer joven de unos setenta centímetros de altura o un metro como máximo, que estaba en el aire, sobre el prado.
Cuando las luces del vehículo la enfocaron, la pudo ver con toda claridad. Decía que tenía una cara muy bonita e iba vestida de blanco. El camión pasó al la do de esta figura dejándola atrás, pero mi padre giró la cabeza para continuar divisándola.
Lo más extraño es que la 'aparición' iba girando sobre sí misma en el aire, para no perder tampoco de vista a mi padre». Según Rosa, el hombre llegó a casa muy afectado por la visión, por lo que su esposa llamó al médico.«Durante tres días estuvo muy mal –asegura nuestra informante–, no hablaba y estaba pálido. Luego, poco a poco, se fue recuperando. Eso sí, jamás se pudo sacar de la cabeza la imagen de aquel ser femenino mirándolo fijamente». Con el tiempo, llegó a la conclusión de que había visto a la virgen de Fátima. No cabe duda de que su educación y creencias le llevaron a interpretar su experiencia desde el prisma religioso. Pero ¿ciertamente era así? Mucho nos tememos que la respuesta no es nada sencilla.
«NO SÉ SI ERA COSA DE DIOS O DEL DEMONIO»
Más cerca en el tiempo, el 13 de marzo de 1987, un vecino de la localidad lucense de Cospeito, Serafín Pena Teijeiro, se topó a pleno día con «una imagen celestial» que viajaba en un «globo de luz volador». Como cada mañana, el joven de 24 años se levantó bien temprano y salió raudo de su domicilio para llegar puntual al trabajo. En un momento dado, divisó a lo lejos una potente claridad que identificó con las luces de alguna casa, pero cuando estuvo suficientemente cerca vio que en realidad se trataba de una imagen con forma humana en el interior de una «cúpula luminosa».
Estaba envuelta en una especie de manto y permanecía suspendida a dos metros del suelo, en medio de la calzada. La figura, de la que pudo distinguir su rostro femenino con total claridad, clavó sus ojos en el muchacho, quien no resistió la impresión y aceleró para alejarse lo antes posible del lugar. De todos modos, no pudo evitar la tentación y miró hacia atrás, viendo cómo el objeto volador con la misteriosa entidad en su interior ascendía a gran velocidad. Para el bueno de Serafín, había tenido la suerte de contemplar a la «santiña» (la Virgen) y su «vehículo celestial».
Unos años después, el 9 de febrero de 1991, Antonio Seijas Celdrán, párroco de la pequeña iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, situada a escasos kilómetros del lugar en el que Serafín vio a la «santiña», hizo un sorprendente descubrimiento. En una pared del interior del santuario, justo sobre un cuadro de la Virgen de Guadalupe, se distinguía una especie de sombra blanca muy similar al contorno de la imagen del lienzo. En cuanto trascendió la noticia, comenzaron a llegar a la pequeña iglesia «riadas» de devotos procedentes de todos los rincones de España y Portugal.
Tal fue el revuelo generado que el obispado de Mondoñedo-Ferrol se vio obligado a emitir una nota oficial recordando que «no deben programarse actos religiosos en torno al suceso». Nuestra siguiente protagonista, sin embargo, no las tiene todas consigo. «Después de ver aquella gente tan rara fui a ver al cura para que me dijera si era cosa de Dios o del demonio», nos decía Dolores M., una mujer de gran vitalidad a pesar de su edad y del duro trabajo que todavía desarrolla en el campo, cuidando de su ganado.
En el mismo lugar de los hechos, en los montes de Azúmara (Lugo), nos narró su experiencia: «Era el año 1971 ó 1972 y venía por este mismo camino con el cazo de leche sobre mi cabeza, porque entonces mis hijos eran pequeños y vivíamos en una casa lejos del pueblo. De repente, vi que justo de allí –señala un prado a unos 20 metros de distancia– salieron de la tierra tres figuras con forma de personas, pero muy raras. Tenían un color plateado brillante y me parecía que eran casi transparentes. Si las toco con la mano, seguro que las atravieso. Las dos de los lados eran hombres, con las ropas pegadas a sus cuerpos, y la del medio parecía una mujer porque vestía una especie de falda». Llevaban los brazos unidos a sus troncos y no se les veían los pies, «porque los tenían dentro de la tierra», dice Dolores. La mujer comenzó a caminar, sin dejar de mirarlas, y entonces las misteriosas figuras se desplazaron también en línea recta, siguiéndola, hasta que «en un segundo desaparecieron, se volvieron a meter dentro del campo, y salí corriendo de allí». Cuando le preguntamos quiénes eran en su opinión esos seres, nos respondió que no creía que fueran malos. «A lo mejor eran ángeles que querían decirme algo, pero como me vieron con miedo, pensaron que mejor dejaban tranquila a esta pobre cristiana », concluyó.
Ufólogos de la talla del astrofísico Jacques Vallée opinan que las apariciones marianas de Fátima constituyen uno de los casos OVNI más espectaculares de la historia.
Y probablemente no les falta razón. Veamos por qué. Esta apasionante historia comienza el 13 de mayo de 1917. Lucía Abobora, de 10 años, y sus primos Jacinta y Francisco Marto, de 9 y 7 respectivamente, se encontraban cuidando el rebaño en el campo, cuando vieron dos fuertes relámpagos en Cova da Iría –lugar situado a unos dos kilómetros de Fátima–, así que decidieron acercarse para comprobar qué ocurría. Una vez allí contemplaron una gran bola de luz de la que emanaba una potente luminosidad, posada sobre un carrasco. En su interior se distinguía un ser de aspecto femenino, de poco más de un metro de altura y ataviado con un vestido estrecho y acolchado, muy similar al de algunos «tripulantes» de los OVNIs. A la altura de su cintura llevaba una bola brillante. Ésta es la primera de las seis apariciones reconocidas por la Iglesia. Sin embargo, Lucía confesó que anteriormente había vivido varias experiencias extrañas en compañía de otros niños.
TESTIMONIOS MANIPULADOS
A mediados de 1915, Lucía, junto a los pequeños María Rosa Matías, Teresa Matías y María Justino, contempló sobre la arboleda algo parecido a una nube en cuyo interior se distinguía «una mujer sin cabeza». Hasta principios de 1916 protagonizaron nuevos encuentros con otra misteriosa entidad. En una ocasión, vieron una «nube transparente» con una figura humana dentro. Otra vez, pasó sobre sus cabezas una luz blanquecina, en cuyo interior viajaba otro ser de pequeño tamaño. En 1942, Lucía, ya monja de clausura, publicó unas memorias en las que relacionaba dichas manifestaciones con la Virgen o el «ángel de Portugal». Pero no deja de ser una interpretación a posteriori, influenciada por los jerarcas de la Iglesia que estaban en contacto con ella y pretendían ofrecer una determinada visión de las apariciones.
Estas primeras experiencias nos llevan a preguntarnos hasta qué punto las convicciones religiosas de los niños videntes contribuyeron a su interpretación del fenómeno; o qué papel jugó la jerarquía eclesiástica en la manipulación de sus testimonios. Sobre esta cuestión encontramos importantes informaciones en el libro de los ufólogos y a la vez historiadores portugueses Fina d´Armada y Joaquim Fernandes, titulado El secreto de Fátima (Nowtilus, 2008).Los citados investigadores no sólo accedieron a las actas de los primeros interrogatorios a los niños videntes, sino que localizaron a una vecina de Fátima, Carolina Carreira, que en 1915 protagonizó numerosas visiones que nunca trascendieron.
La entidad que se comunicaba con Carolina se presentaba en el interior de un foco de luz troncocónico que avanzaba y retrocedía gradualmente, y que surgía de «una especie de nube que se movía contra el viento», es decir, lo que hoy identificaríamos con un OVNI.
En este sentido, la escritora María Freitas relató que había escuchado en Fátima el rumor de que varios niños vieron «un hombre blanco y sin cabeza» años antes de que se produjesen las famosas apariciones.
EL «VEHÍCULO CELESTIAL» DE LA VIRGEN
El 13 de junio de 1917, la Virgen se presentó por segunda vez ante los niños videntes. Se escuchó el sonido de un trueno y apareció en el cielo «una nubecilla blanca» a la que ascendía la Virgen por un camino de luz. ¿No es esta descripción muy parecida a la de Carolina Carreira? En la tercera aparición, la Santa Madre reveló a los pequeños los secretos que tanto darían que hablar. El 13 de agosto, unas 20.000 personas esperaban a los niños. Sin embargo, fueron retenidos por las autoridades con la intención de hacerles confesar que todo era un engaño, cosa que no lograron. En el lugar de las apariciones se observaron varios objetos voladores luminosos y sobre los presentes cayó «una lluvia de copos blancos de sustancia desconocida », tal como publicó el Diario de Noticias. El periódico se refería, sin duda, a una sustancia conocida en medios ufológicos como «cabello de ángel», que en ocasiones aparece tras un avistamiento OVNI.
El 19 de agosto, los niños vieron que el entorno adquiría tonalidades multicolores y un «resplandor volante » se estacionaba cerca de un árbol. En su centro se encontraba la misteriosa entidad que se les había aparecido en otras ocasiones. En la quinta aparición, el 13 de septiembre, unas 30.000 almas contemplaron un globo de luz que se movía entre las nubes. Uno de los testigos declaró a la prensa: «Vimos claramente un objeto luminoso que se desplazaba hacia oriente. Un objeto luminoso más alto que largo, desplazándose tranquilamente». Un sacerdote describió la visión del «globo volador» del siguiente modo: «Era un vehículo celestial que traía a la Madre de Dios de su trono en las alturas a este inhóspito lugar».
ANTE 70.000 PERSONAS
Estos fenómenos lograron que las apariciones de Fátima se transformasen en el acontecimiento social más relevante de Portugal. El 13 de octubre, unas 70.000 personas, incluidos numerosos corresponsales de los diarios de la época, esperaban ser testigos del gran milagro que la Virgen había prometido a través de los pastorinhos. La situación era muy tensa y de no producirse el ansiado milagro los niños podrían haber sido linchados por la multitud. Esta fecha, sin duda, marcó un punto de inflexión en los acontecimientos posteriores y provocó el reconocimiento de la veracidad de las apariciones por parte de la Iglesia.
Miles de personas venidas desde diferentes puntos de la geografía portuguesa e incluso del extranjero contemplaron atónitas la «danza del Sol». El astro rey comenzó a moverse violentamente hasta que se precipitó hacia los presentes. En ese momento, se produjeron cientos de desmayos y conversiones.
Además, los testigos recibieron un fuerte golpe de calor, al tiempo que la atmósfera tomaba un color rosado. No cabía la menor duda, el Sol abrasador se había desprendido del cielo acercándose a la Tierra, y así lo escribieron los corresponsales de los diarios portugueses, incluidos los de una línea ideológica anticlerical. Sin embargo, si estudiamos atentamente los testimonios podemos llegar a la conclusión de que efectivamente algo se acercó a los presentes, pero no precisamente el astro rey. Ese día, las nubes cubrían por completo el cielo, por lo que el Sol no era visible. Además, muchos de los testigos se refirieron a «un disco plateado» cuando quisieron describir el objeto danzante que –y éste es un dato esclarecedor– no dañaba los ojos cuando se miraba fijamente. En primer lugar, los presentes contemplaron una nube oscura, seguida de otras más claras que se movían de un modo extraño. De pronto, la nube oscura se abrió, dando paso a un disco plateado.
«Era un disco fantasmagórico que giraba rápidamente sobre su propio eje y dejaba escapar rayos de luces de colores en todas direcciones», decía uno de los testigos. Otros aseguraban que el objeto volador «se parecía a una rodela bruñida con forma redonda, como si fuese la luna llena (…) Las nubes pasaban por delante del objeto». Pero más extraño fue el súbito secado de las ropas de los testigos, pues estaban empapadas por la lluvia que caía sin cesar. En relación a este hecho, el profesor Auguste Mesen aseguró: «La sensación de calor y el rápido secado puede ser atribuida a una radiación electromagnética de baja frecuencia, provocando vibraciones y rotaciones en la materia a nivel molecular». Fátima ha sido el escenario de otros encuentros con «lo desconocido» en fechas más recientes. Así, el 2 de septiembre de 1989, ante los ojos del matrimonio formado por Ramón Alfredo Mouriño y Giuliana Caglioni, el italiano Giorgio Bongiovanni, quien pocos meses antes había tenido un encuentro con una extraña «señora celestial», comenzó a sangrar por sus manos cuando se encontraba junto a la encina de las apariciones. Con el tiempo, los estigmas de las manos se extendieron a otras partes de su cuerpo, pero con formas distintas: el signo alfa, el omega, un sol, una cruz, etc. Curiosamente, su encuentro con esta entidad y los posteriores estigmas dieron paso a otras experiencias de contacto OVNI en su Italia natal.
Años después, en 1996, los españoles José Manuel González, Mercedes C. y José R. decidieron visitar el santuario de Fátima. Durante la noche se acercaron al lugar de la primera aparición, donde según su testimonio contemplaron dos extraños seres de luz a unos metros de su posición. Unas semanas después, en su domicilio de A Coruña, José Manuel descubrió que manaban de su frente unas gotas de sangre. Luego, notó un picor en los pies, comprobando que también tenía unas heridas. Días más tarde, nuevos estigmas surgieron en uno de sus costados.
Lee el artículo completo en nuestro monográfico nº8, Apariciones Marianas
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