Santa Faz: Los legendarios orígenes del rostro de Jesús
Aunque la Biblia no lo describe, se ilustra a Jesucristo como un hombre delgado, barbado y de cabello castaño. Estas representaciones tienen su origen en objetos sobrenaturales
El inicio de la representación física de Jesús, comenzó en Historia Eclesiástica, un libro escrito en 324 por Eusebio de Cesarea. Ahí se reproducen dos cartas que el rey Abgaro de Edesa habría escrito alrededor del año 30. Abgaro había escuchado de los milagros de Jesús y le solicitaba curarle la lepra. Jesús le habría respondido que tenía otra misión, pero que enviaría un discípulo (San Judas Tadeo o San Addai). Según el texto, Abgaro oprimió las cartas de Jesús en su rostro quedando curado; pero entre el siglo IV y V, la “Doctrina Addai” mencionó otra versión.
La leyenda cuenta que el rostro de Cristo era tan brillante al resucitar que Hannán no pudo pintarlo
Este documento asegura que Abgaro, también había enviado al pintor y archivero Hannán, con la misión de retratar a Jesús. Según el mito, el rostro de Cristo resucitado emanaba tanto brillo que Hannán no pudo hacer el retrato; así que Cristo tomó el lienzo presionándolo en su rostro y dejando su imagen impresa. Este artefacto sería conocido como mandylion y permaneció en Edesa (custodiada por los musulmanes quienes evitaron su destrucción de la guerra iconoclasta) hasta 944, cuando se trasportó a Constantinopla.
Durante esos años se habrían hecho algunas copias y sería el objeto de donde provendría la imagen con que se popularizó el rostro de cristo: un hombre delgado, de largo cabello castaño y nariz larga y delgada. Aquella sería la santa faz.
De hecho, en el siglo VII se aseguró que, al poner el objeto en contacto con un ladrillo, este se impregnó milagrosamente con la misma imagen. Hoy conocido como Keramidión, el Anchiskhati se conserva en el Museo de Arte de Georgia.
Sería en 1204, con la llegada de los cruzados venecianos, cuando se perdería el rastro de la imagen original. Una versión lo sitúa en la Saint Chapelle de París hasta 1792 y otra en San Silvestro, Roma, donde posteriormente quedaría bajo custodia del Vaticano hasta nuestros días. A partir de entonces surgieron nuevas leyendas y nuevos objetos, pero ninguna tan popular como la del velo de la Verónica.
Este nuevo mito popularizado en el occidente medieval, pretendía competir con la versión oriental. En esta versión, Verónica habría secado el sudor de Cristo durante su ascenso al calvario con un paño, en el cual se impregnó la santa faz. Los rasgos del velo conservado en el Vaticano, no difieren mucho del mandylion.
La aparición de velo y los rasgos sociales de la élite en la Europa medieval, fueron la razón por la que Jesucristo comenzó a ser representado con rasgos europeos
La aparición de velo, sumado a la perdida del mandylion y a los rasgos sociales de la élite en la Europa medieval, fueron la razón por la que Jesucristo comenzó a ser representado con rasgos europeos. Así sería hasta el renacimiento cuando los pintores lo convirtieron en una figura completamente caucásica y en ocasiones de cabello rubio y piel marfilina, conforme el miedo a los extranjeros de Oriente, África y América nacía.
Menos popular que el velo durante varios siglos, fue el sudario de Turín, cuya historia documentada inicia en 1357 y se considera un punto y aparte en el mito cristiano. La aparición de representaciones digitales como la de 2001 por el antropólogo forense Richard Neave, de un hombre de la región y época en donde vivió Jesús, han puesto en duda la forma en que tradicionalmente se representa a Cristo. Y aunque para muchos, la fisonomía es irrelevante en la construcción del personaje, para otros, suma importancia al relacionarse con milagrosos objetos sobrenaturales emanados de milagros no narrados en la Biblia.
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