Coincidencias: el universo a tu favor
Sin margen al error, todos hemos vivido al menos una coincidencia significativa en nuestras vidas. Afirmar lo contrario es ir contra las leyes de la probabilidad, que precisamente es una de las explicaciones de dicho fenómeno. Sin embargo, también existe una corriente de pensamiento que contempla las coincidencias como señales del universo.
Nuestro punto de partida en el evocador mundo de las casualidades que salen a nuestro encuentro comenzará por una aclaración necesaria. A fin de evitar innecesarios enredos semánticos, usaremos indistintamente los conceptos de coincidencias, sincronicidades, casualidades y hasta de serendipia, a sabiendas de que en algunos casos hay matices distintivos. Sin embargo, en el lenguaje diario estos conceptos confluyen y se confunden para definir situaciones en las que al menos dos hechos aparentemente improbables concurren ante nuestros ojos y son reconocidos como algo extraño, interpretándose como un aviso, una pista, un descubrimiento o bien una confirmación de que, al menos en ese momento, transitamos por nuestra vida por el camino adecuado.
¿Quién no ha experimentado asombro y perplejidad ante una coincidencia mínimamente significativa?
Es difícil sustraerse a la fascinación que genera el fenómeno de las casualidades asombrosas, e incluso resulta habitual e igualmente desconcertante que al coquetear con el asunto, al leer sobre el tema, descubrir un encadenamiento de hechos en nuestra cotidianidad o escuchar de otros un relato sobre ellas, el número y contundencia de las mismas se incremente de forma notable en nuestra propia vida. De alguna manera es como si una coincidencia propiciara otras. Posiblemente ese último hecho obedezca, más que a la naturaleza intrínseca del fenómeno, a que estamos más receptivos ante las cosas que suceden en nuestra vida y entorno, de forma que inconscientemente activamos un detector o radar de aparentes "sincronicidades", capaz de crearnos constantes espejismos.
LA CIENCIA ANTE LAS CASUALIDADES
De alguna manera, junto a las coincidencias que podríamos denominar "espontáneas", fabricaríamos pseudocasualidades por medio de una selección y puesta en relación de hechos inicialmente independientes e inconexos. De hecho, el abordaje más racionalista y escéptico del fenómeno comienza y acaba en el azar, reduciendo el fenómeno, incluso los casos más increíbles, a hechos fortuitos que seleccionamos de forma muy concreta dentro de un océano de acontecimientos que despreciamos. Desde este punto de vista, cada segundo se están produciendo en el mundo de forma simultánea millones de situaciones, por lo que el hecho de que dos se parezcan o aparenten estar relacionadas es normal y previsible. Pero no es lo mismo coincidir en soñar con una playa, que hacerlo con la misma playa, las mismas tumbonas y la misma lancha surcándote las aguas. Los detalles añaden complejidad.
Hoy en día no faltan universidades que cada cierto tiempo desarrollan proyectos para recoger casualidades entre la ciudadanía
En cualquier caso y más allá de estas y otras consideraciones, las coincidencias significativas son tan contundentes y llamativas que durante décadas se han desplegado esfuerzos desde diferentes ámbitos académicos por registrarlas, catalogarlas y dotarlas de un soporte teórico que permita vislumbrar las leyes por las que se rigen, si es que tales leyes existen realmente. Autores como Carl Gustav Jung o Arthur Koestler han elaborado modelos para entenderlas, y hoy en día no faltan universidades que cada cierto tiempo desarrollan proyectos para recoger casuística entre la ciudadanía, casos que apuntalen los modelos matemáticos y probabilísticos que manejan para "perimetrarlas". Incluso existen organizaciones, como The Serentipity Society, fundada en Nueva Escocia por las docentes y profesionales de la innovación y la información Lori McCay-Peet y Samantha Copeland, que abordan de forma multidisciplinar el fenómeno intentando convertirlo en algo práctico, es decir, desvelando las claves o circunstancias que lo favorecen para beneficiarse de las serendipias, término usado para las coincidencias que conducen a descubrimientos o avances técnicos y científicos.
La ciencia, ante la imposibilidad de negar la concurrencia de hechos que presentan una conexión a veces asombrosa, se esfuerza en combatir la interpretación trascendente de esa conexión, apelando a lo que considera su única causa: el azar. Para otros, sin embargo, hay casualidades que escapan a ese modelo.
Quizá una pista para distinguir las verdaderas coincidencias, que podrían representar cosas de importancia para nuestra vida, de aquellas que son meros espejismos y entretenimiento vacío, sería meditar sobre el impacto y repercusión que la inesperada casualidad está teniendo o tendrá en un futuro inmediato en nosotros.
SEÑALES DEL UNIVERSO
Y es que no es lo mismo ver la misma secuencia de dos dígitos en tres coches en la misma calle y que esa misma secuencia termine coincidiendo minutos más tarde con la hora que marca el reloj digital del metro, que recibir el mismo día las noticias personales de un ascenso laboral, un embarazo anhelado y un billete de lotería premiados. El peso y trascendencia vital de las dos cadenas es, obviamente, muy diferente. En la primera nuestra alerta y atención selectiva habría orientado nuestros sentidos en busca del mismo patrón numérico, mientras que en la segunda parece bastante probable que algo que bien podríamos llamar "Universo" nos está diciendo que la vida ha tomado un rumbo transformador.
Algunos autores sostienen que puede tratarse de evidencias de que ciertos acontecimientos están predeterminados
Ante esas sincronicidades aparentemente imposibles pero reales, algunos autores sostienen que puede tratarse de evidencias de que ciertos acontecimientos están predeterminados, y que tienen que producirse tarde o temprano. Para otros, desde una postura quizá no tan distante de la anterior, las coincidencias importantes son una expresión del postulado de la física y la mecánica cuántica, que sostiene que nuestra conciencia es la que crea la realidad entre un universo de posibilidades coexistentes. Algo que evoca la famosa Ley de la Atracción. En este caso, sería nuestra "conciencia superior" quien manejaría los hilos para que en nuestra realidad cristalicen dichas confluencias, llamadas a ejercer un papel importante.
¿Es posible desencadenar coincidencias significativas en nuestras vidas? La respuesta no es sencilla. Hemos visto que las triviales, las que tal vez son un producto exclusivo y sin trascendencia de nuestros sesgos cognitivos y atención selectiva, parecen ser fáciles de provocar. Basta con prestarle atención repetidamente al patrón que queremos reconocer y dejar que nuestro radar haga el resto. Esto es algo frecuente en parejas embarazadas o ante la compra de un vehículo: nos cruzamos una y otra vez con embarazadas y nuestro nuevo coche está por todos lados. Una forma práctica de rentabilizar este fenómeno está en la búsqueda de información para algún estudio, trabajo o investigación. En estos casos, pensar en el perfil preciso del objetivo que deseamos detectar o localizar, afinará nuestro radar generando esos hallazgos "fortuitos".
PROVOCANDO SINCRONICIDADES
Por otro lado, y atendiendo a la teoría de la interocepción de Baruzzi, la lógica puede llevarnos a pensar que aprendiendo a detectar y leer las sutiles señales internas, que a su vez son consecuencia de una percepción adicional e inconsciente de elementos del mundo exterior, aumentaremos las posibilidades de tener casualidades y serendipias o de tomar las decisiones acertadas. En todo caso, los estados contemplativos como la meditación y el mindfulness, e incluso algunos ejercicios respiratorios y de estiramiento, están diseñados para aumentar la conciencia de nuestros procesos fisiológicos internos. A mayor conexión, quizá más tendencia a tomar consciencia de los pálpitos que conducen a situaciones de confluencia. No obstante, de forma práctica, parece fuerea de nuestro alcance el intento de escuchar a nuestro cuerpo sin interferir en el mismo.
Algunos autores sostienen que rezar o pedir al Universo señales es una buena práctica. Tanto si el que responde es un ente externo que moviliza a nuestro favor recursos que están fuera de nuestro alcance directo, como si es producto de nuestros propios procesos cerebrales que timonean nuestra atención y nos conducen a buscar patrones, parece ser que es una forma de sintonizar con el fenómeno.
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