Un enigma llamado falun gong
Verdad, benevolencia, tolerancia. Cualquier hombre de bien del siglo XXI asumiría como propio el lema del movimiento Falun Gong. Sin embargo, sus seguidores padecen una constante persecución en China, su país de origen. ¿Su presunto delito? Constituir una secta perjudicial para el ser humano. Paradójicamente, al otro lado de las fronteras del gigante asiático, el número de practicantes de Falun Dafa como también es conocida dicha organización no deja de crecer día a día. A continuación, intentaremos desvelar cuáles son las razones de esta contradicción.
El rápido auge, expansión y caída de esta práctica popular resulta desconcertante. Nació en China en el año 1992 al calor del movimiento Qi-Gong o Chi Kung. Ésta aglutinaba un conjunto de técnicas heredadas de la medicina tradicional que pretendían equilibrar el cuerpo a través de la relajación, la respiración regulada, constante y sosegada para, finalmente, normalizar también la mente. En el fondo, el Qi-Gong tomaba como punto de partida las palabras de Confucio: «Primero debes estar tranquilo; luego, tu mente podrá estar serena. Una vez que tu mente esté serena, estarás en paz. Sólo cuando estés en paz, finalmente serás capaz de pensar y progresar». De este modo, partiendo de una serie de lentos ejercicios de naturaleza psicofísica, se consigue provocar sensaciones placenteras de frío y calor, de máxima relajación acompañada de una sensación de elevación y, en sus estados más profundos, experiencias oníricas y trascendentes mientras dura la práctica.
Pero Falun Gong resultaba mucho más ambicioso. Para su fundador, Li Hongzhi, no se trataba de otra modalidad de Qi-Gong, sino de su culminación, porque consigue tanto la purificación del cuerpo como del alma de la persona a través de ciertos ejercicios físicos. Es, por tanto, una disciplina que aspira a transformar por completo al individuo en su dimensión física y moral.
Bajo este planteamiento, los practicantes de Falun Dafa crecieron rápidamente incluso dentro del partido comunista chino, al tiempo que la figura de Li Hongzhi multiplicaba su notoriedad. Algunas estimaciones cifran sus seguidores en aproximadamente 70 millones hasta 1999 y, ese mismo año, el gobierno de la Republica Popular inició una ofensiva contra esta doctrina. Un proceso de persecución que culminó durante aquel verano con la prohibición total del movimiento, por considerarlo supersticioso. En tan solo unos días, numerosos líderes de Falun Dafa fueron detenidos en más de 30 ciudades, y cualquier alusión, publicación, divulgación o protesta en su favor acabó severamente reprimida.
ASCENSO VERTIGINOSO
Pero en toda esta vertiginosa sucesión de acontecimientos quedaron dos interrogantes en el aire. ¿Cómo un país educado en el materialismo y el comunismo pudo quedar tan seducido por la espiritualidad de Falun Dafa? Y, en segundo lugar, ¿qué parte de esta nueva espiritualidad causó tanto pavor a las autoridades chinas? No existe una respuesta clara y el debate entre los especialistas continúa.
Para la socióloga Cheris Chan Shun, profesora en la Universidad de Hong Kong, habría que contemplar varios factores. Por un lado, el rápido crecimiento económico de China provocó unos enormes desajustes sociales. Entre ellos, el aumento de la población urbana que no fue acompañado del correspondiente incremento de la atención sanitaria. Así que muchos emigrantes venidos del mundo rural vieron en el Falun Dafa y el resto de técnicas Qi-Gong una manera de mantenerse sanos a diario, rebajando el estrés del nuevo orden industrial y laboral. Las autoridades alentaron estas prácticas porque desahogaban la insuficiente sanidad estatal y el ejercicio físico mejoraba la salud de sus conciudadanos.
Pero el fulgurante desarrollo chino también trajo consigo un profundo desorden moral. En un puñado de años, el país combinó los vicios del capitalismo con lo peor del comunismo, y la cosmovisión tradicional de valores y virtudes sociales saltó en mil pedazos… (Continúa en AÑO/CERO 290).
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