Lo más oscuro del vudú: pasar de hacer daño a intentar matar
¿Es posible matar con el vudú? La creencia en el mal es tan antigua como el hombre. Porque se dice que donde está el bien, obligatoriamente debe de estar también éste. No queremos decir con esto que el vudú encarne el mal; pero sí que su parte oscura puede ser muy efectiva para controlar a las personas…
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Y es efectiva, porque se sirve de algo tan intangible y a la vez tan eficaz como es el miedo. Dicen expertos que para que el vudú sea eficaz primero has de creer en él. Y el gran problema de esta creencia milenaria –tiene casi siete milenios de antigüedad– es que es muy fácil creer en ella. Desde ese momento empieza a hacer efecto. No hacen falta ataduras físicas, porque el control que ejerce es tan grande que anula completamente a quien está siendo víctima del hechizo o del ritual.
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En los últimos años, las redes de trata de blancas que se dedican al negocio de la prostitución han encontrado en el vudú una de sus herramientas más efectivas, porque al contrario de lo que ocurre con otras mafias, que se sirven del secuestro, la extorsión o el asesinato para controlar a sus víctimas –lo que les obliga a estar vigilantes en todo momento–, las mafias subsaharianas que se dedican a este turbio asunto pueden controlar el negocio sin necesidad, ni tan siquiera, de visitar el país en el que se encuentran las chicas, ya que el control lo ejercen a distancia, a veces de miles de kilómetros. Pero, ¿cómo lo hacen? Mediante el vudú. «Todo comienza cuando el traficante se pone en marcha. Es tráfico de esclavos, en pleno siglo XXI. Pues bien, las chicas que acabarán en algún local de Europa ejerciendo la prostitución y que forman parte de estas redes de trata de blancas contraen una deuda en su país de origen de unos cuarenta mil dólares de media. ¿Por qué? Bueno, ellas no saben cuál va a ser su “trabajo” en el destino. Entretanto son llevadas al marabú, si son de países islámicos, o al hechicero, si sus creencias son animistas», afirma el periodista infiltrado Antonio Salas. Una vez allí el oficiante realiza un ritual vudú. Previamente dibuja los veves en el suelo, una suerte de símbolos mágicos que sirven para orientar la llegada de los espíritus o loas que han de participar en el ritual y a los que se va a pedir una u otra cosa. A continuación se realiza el fetiche, un muñeco al que se le coloca cabello, piel, uñas… Cualquier cosa que pertenezca a la persona a la que se quiere someter es suficiente, porque lo que actúa a partir de ese instante es el miedo. «Cuando llegan al país al que han sido destinadas –afirma Salas– se vuelven a hacer ritos de este tipo, cuya única finalidad es renovar el miedo y recordar a la víctima que aún no ha pagado la deuda; por tanto es una forma de decirle: “Oye, no se te ocurra escapar porque estás amarrada a nosotros por la magia, y si te marchas morirás tú y tus familiares”».
El terror es tan grande que incluso son vendidas a diferentes propietarios, y ellas, por miedo, no dicen nada.
La única forma de luchar contra la superstición es mediante la formación, porque no puedes luchar contra unas creencias que llevan miles de años, que son muy anteriores al cristianismo, o al islam o al judaísmo… Así se utilizan estas viejas creencias en la actualidad. Son crueles e intimidatorias, pero por encima de todo, extraordinariamente eficaces.
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