La ofrenda mexicana del día de muertos (Parte 3)
Sabías que las bendiciones de reliquias de Todos los Santos se sustituyeron en México por dulces, panes y confites
Hemos visto a detalle cada elemento de una ofrenda para recibir a los difuntos en México. Pero ahora faltan los dos más simpáticos y curiosos. Ambos tienen origen europeo, pero en México se han sabido transformar en golosas y divertidas variedades: el pan de muerto y la calaverita de azúcar. En esta última entrega los conoceremos.
Según se cree, el origen de ambos se remonta a la época medieval francesa. Con la creación de la celebración católica de Toussaint o Todos los Santos, la exhibición de reliquias se volvía un fenómeno fuera de control. En ese entonces se llevaban a bendecir supuestas reliquias santas que la gente aseguraba haber obtenido de algún modo (por sus cualidades místicas y mágicas). El aumento del mercado negro de reliquias sagradas provocó prohibiciones y condenas. De algún modo las bendiciones de reliquias de Toussaint se sustituyeron por dulces, panes y confites. Esta práctica todavía se lleva a cabo en algunos lugares de Europa como pasa con la frutti dei morti en Italia. Entonces llegó con la conquista a México, donde la convivencia con los cráneos y los huesos ya era constante.
Las bendiciones de reliquias de Toussaint se sustituyeron por dulces, panes y confites
Calaveras de azúcar: Su creación habría sido imposible sin la influencia árabe en España. Tiene su origen en el dulce de alfeñique y aunque en México se intentó hacer en forma de borreguitos (por alusión al cordero de Dios), no fue tan popular como los cráneos y huesitos. Estos cráneos simbolizaban las reliquias santas que para ese entonces se había prohibido su comercio tan impune. Se vendían en día de muertos para llevarlos a bendecir en las iglesias y así ofrendar en el altar aludiendo a un santo o reliquia sagrada de protección. Al paso del tiempo, se trivializó su uso y se volvió una decoración popular. Los años 60 y 70 mejorarían su aspecto. Los colores psicodélicos se pusieron de moda y las calaveras de alfeñique (antes blancas o de tonos pastel apagados) se volvieron vivaces, ondulantes y extravagantes. Hoy estas siguen cambiando y han aparecido mortajas de dulce, coronas de muerto y últimamente cráneos de perros y gatos. No solo se hacen de alfeñique con azúcar, sino que también las hay de chocolate, amaranto, chile, tamarindo y todo dulce que se pueda moldear.
Pan de muerto: Más antiguo que la calavera y vinculado al trigo, comparte el origen común de representar una reliquia sagrada. La particularidad recae en que a diferencia del alfeñique (que no tiene gran variedad pues su punto focal de hechura es el barrio urbano de la Merced en la Ciudad de México), los panes de muerto si son muy diferentes dependiendo la región. La más conocida es la hojaldra con sus cuatro huesitos y aroma a naranja (para algunos, símbolo de los 4 puntos cardinales, para otros, relacionado al Popol Vuh), pero hay sitios donde tienen forma de conejos, se adornan con caritas, se les agrega azúcar rosa, se hacen con figuras de difuntos amortajados o tienen formas intrincadas que solo se ven al cocerse. Son más de 32 variedades y para conocerlas es necesario adentrarse a los pueblos del país pues es raro el espacio donde convivan todas.
En los últimos años, México (junto con otras partes del mundo) ha experimentado un nuevo nacionalismo. La recuperación de elementos prehispánicos para volver la festividad católica en algo “más prehispánico” ha sumado más elementos en algunas ofrendas. Se cree por ejemplo que se debe poner la figura de un perro xoloescuintle para guiar a la animas desde el inframundo acorde con el mito azteca. O también que se deben unir las cañas con golletes (panes en forma de dona) para simbolizar el tzompantli (como los prehispánicos mostraban los cráneos de sus enemigos en los templos).
Como toda tradición viva, está propensa a cambios, sustituciones y adiciones. En México poco importa; pues lo relevante más allá de la ofrenda o saber los significados de cada elemento, es en realidad la creencia de que los muertos vienen una vez al año para convivir desde el más allá.
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