Oscura Navidad: Père Fouettard o el 'padre látigo'
En las noches de diciembre, desde Normandía a Alemania resuena el látigo de Carlos V anunciando una macabra Navidad
Desde Normandía hasta Alemania las noches de diciembre son de todo, menos noches de paz. Las leyendas cuentan que, desde el 6 de diciembre, los pueblos cercanos a esa zona boscosa escuchan sonidos macabros. A veces es un látigo, a veces cadenas y a veces un cencerro con un tintineo de ultratumba. Quien hace el ruido es un personaje siniestro que dependiendo la región tiene diferentes orígenes. Esta es la historia de Père Fouettard.
Aunque se cree que podría venir de una tradición medieval, la pista más certera ocurre en el siglo XVI. En el marco de la guerra italiana de 1551, ocurrió el asedio de Metz, Francia; donde Carlos V de España intentó sitiar la ciudad sin éxito. Tras la victoria, los ciudadanos de Metz hicieron una fiesta que coincidió con Navidad, en donde alzaron una efigie de Carlos V que quemaron y arrastraron por la ciudad. Esta fue escoltada por un curtidor con látigo y cadenas que azotaba a todos como si fuese el chamuscado rey. Pronto se volvió un alter ego de Papá Noel al que llamaron “El padre látigo”, Père Fouettard.
El padre látigo surgió tras quemar la efigie de Carlos V en Metz (Francia) durante la Navidad de 1551
Fouettard se convirtió en un emblema de lo malévolo y las regiones cercanas lo adoptaron y le dieron rostros diferentes. En Lorena es Rupp Knecht; en Normandía, Pére La Pouque; en Suiza, Schmutzli ;en Alemania, Knecht Ruprecht; en Bonn, Pelznickel y en Alsacia, Hans Trapp. Este último, alude al mariscal Hans von Trotha quien alcanzó fama de villano cuando en una lucha con un monasterio benedictino, construyó una presa que inundó la ciudad de Weissenburg, en 1485. Según la leyenda, al morir fue castigado por Dios y condenado a capturar a los niños que no sabían sus oraciones en una bolsa, donde luego los azotaba.
Para evitar reprimendas políticas, su origen se mezcló con un viejo canto medieval: En 1150, Europa sufrió una gran hambruna invernal. Fue tal que existió un carnicero que drogó y raptó tres niños en el bosque con fama de traviesos. Cortó sus gargantas y luego preparó la carne guardándola en barriles y sobreviviendo así al invierno. Cuando Papá Noel buscó a los niños para darles sus regalos navideños, descubrió el macabro hecho. Dios le permitió devolverlos a la vida y perdonó al carnicero con una condición; desde ese día acompañaría a Papá Noel en su viaje anual, azotando niños malos.
Siendo representación de lo malvado y lo temible, en el siglo XVIII, lo temido era lo extranjero; y en Amberes, centro comercial de azúcar y esclavos, no había personas más odiadas que los africanos. Así el personaje adquirió una connotación racista cuando fue representado por primera vez en 1850 dentro del libro “St. Nikolaas en zijn knecht” (San Nicolás y su sirviente). Ahí se le retrató como un esclavo africano que a modo de sirviente tonto, cumplía los caprichos del santo mientras castigaba a los niños que crecían odiando a los esclavos aún más. Por eso hoy, más que macabra, la tradición en Bélgica es profundamente cuestionada por su carnaval.
El padre Látigo acompaña a Papá Noel y hace mucho ruido para anunciar su llegada
Père Fouttard es un espectro conocido. Viste una larga túnica obscura, a veces de tela café, a veces de pieles y paja. Su rostro está oculto bajo una capucha o una espesa barba negra. Se le atribuía como a los demonios medievales, un pene hecho de ramas tricolores que actualmente lo mismo es una vara, un látigo o cadenas. Acompaña a Papá Noel y hace mucho ruido para anunciar su llegada. Es el temido hombre del saco, esa sombra que secuestra niños desapareciéndolos en un costal.
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