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20/12/2021 (10:30 CET) Actualizado: 24/12/2021 (09:49 CET)

Navidad: una fiesta pagana

Son las fechas más señaladas para los cristianos de todo el mundo, pero la navidad en realidad es una festividad eminentemente pagana que tiene sus orígenes en las tradiciones de los pueblos nórdicos, sobre todo vikingos y celtas, y además presenta características propias de otros cultos practicados en el antiguo Egipto y en el imperio romano.

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Navidad: una fiesta pagana
Navidad: una fiesta pagana

En una de las antiguas colinas sagradas de Islandia, ubicada en el centro de Reikiavik, donde antiguamente se prendían hogueras el 25 de diciembre en honor a Balder, el hijo de Odín, asesinado a instancias del pérfido Loki y del cual se espera su resurrección después del Ragnarok, hoy se yergue la imponente iglesia Hallgrímskirkja. Para levantar su fachada, el arquitecto Guojón Samúelsson se inspiró en el mascarón de proa del drakkar –embarcación empleada por los vikingos en sus incursiones guerreras– que condujo al célebre vikingo Ingólfur Arnarson y a sus hombres hasta este inhóspito lugar. Nada más traspasar la puerta de entrada de la segunda catedral de la capital islandesa, a mano derecha nos encontramos con la estatua del Mesías que el escultor Einar Jónsson donó a la congregación luterana. No obstante, la escultura llama poderosamente la atención por ser más parecida a la figura del hijo de Odín que a la típica imagen que tenemos del primogénito de Yahvé. En alguna de las tiendas de obsequios que se reparten por las calles que nacen y mueren en este lugar pueden verse robles adornados con luces y manzanas doradas que sin embargo no conmemoran el natalicio de Jesús, sino el de su homónimo nórdico, el dios de la luz, de la paz y del perdón. Yule es la fiesta relacionada con la mitología germana y vikinga que celebra el solsticio de invierno y que el cristianismo acabó sincretizando con la Navidad. Originalmente duraba entre ocho y doce días y era considerada una celebración donde los niños recibían regalos y la familia se reunía en torno a un gran banquete para honrar la memoria y el nacimiento del dios que vendría a instaurar el nuevo orden divino después de derrotar a las fuerzas del caos.

La festividad de Yule comenzaba el 21 de diciembre, la noche más larga del años

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Iglesia Hallgrímskirkja, ubicada en el centro de Reikiavik, en una de las colinas sagradas de Islandia.

Curiosamente, esta celebración comenzaba la noche más larga del año, el 21 de diciembre, a partir de la cual la luz iría ganándole la batalla a las tinieblas hasta desembocar en el solsticio de verano, que daría paso, en esas latitudes, al sol de medianoche: un periodo de tiempo en el que el astro rey nunca se oculta y el cielo es teñido durante las veinticuatro horas del día por una gran variedad de tonos que oscilan entre el rosa, amarillo, naranja, púrpura, azul y rojo. De hecho, debo confesar que no he visto cielos más bellamente coloreados en ningún otro lugar del mundo, de manera que no me resulta extraño que nuestros ancestros relacionasen esta maravilla de la naturaleza con la prodigiosa mano de los dioses que moraban en Asgard, el mundo de los dioses de los pueblos nórdicos.

EL CELTA SANTA CLAUS

Para la tradición celta, que compartió muchísimas costumbres con sus vecinos del norte, los árboles eran sagrados, como el roble, al que los druidas distinguieron por encima de todos los demás por su conexión con el reino de los dioses y de las hadas. En gaélico irlandés, la palabra roble también significa "puerta", puesto que se pensaba que bajo sus raíces se escondía la entrada al Tir Na nÓg –el mundo feérico, el territorio de los seres elementales de la naturaleza–, donde los mortales podíamos acceder a los territorios de la Gente Escondida para hacer tratos con ellos. Incluso se creía que por el mero hecho de sentarse a la sombra de un roble, muchas dolencias remitían o sanaban, sobre todo si eran de índole espiritual. En algunas regiones del norte de Europa, su espíritu era considerado una deidad que reinaba la mitad luminosa del año –desde el solsticio de invierno al de verano– hasta que era reemplazado por el rey acebo, al cual le tocaba gobernar durante la mitad oscura –desde el solsticio de verano al de invierno–.

Tras el proceso de cristianización de los pueblos paganos, las estampas del rey acebo y del rey roble se mezclaron con la de san Nicolás y dieron origen a Santa Claus

San Nicolás
San Nicolás de Myra

El rey roble era representado vistiendo ropas de color rojo y adornado con hojas, mientras que el rey acebo tenía el aspecto de un anciano orondo, con barba blanca, ropajes verdes y siempre andaba rodeado de ciervos. Tras el proceso de cristianización de los pueblos paganos, las estampas del rey acebo y del rey roble se maridaron con la de san Nicolás de Myra para crear la figura de Santa Claus.

Nicolás de Myra –o de Bari– fue un obispo cristiano que vivió en el siglo IV. Cuenta la leyenda que cuando se enteró de que un comerciante había caído en la miseria y pretendía casar a sus tres hijas con tres hombres ricos a los que ellas no amaban, tiró tres monedas de oro por la chimenea de la casa, las cuales cayeron dentro de los calcetines que las muchachas habían dejado secándose al fuego. De ahí la tradición navideña de colgar los calcetines en la chimenea para que Santa Claus los llene de regalos y golosinas.

Los celtas solían coger ramas de roble como un acto simbólico para proteger del frío al rey del roble, que los recompensaba con su protección durante todo el año

Durante la estación invernal, los celtas solían coger algunas de las ramas del roble para meterlas dentro de sus hogares en un simbólico acto para protegerlo del frío. Esta cortesía con el rey del bosque sería a su vez recompensada con dicha y protección para sus anfitriones durante todo el año. En Irlanda todavía se sigue manteniendo esta hermosa tradición, que sin embargo el cristianismo acabó adoptando cortando un abeto, adornándolo con las manzanas de la diosa Iddun y llamándolo árbol de Navidad.

Para la cosmogonía nórdica, Iddun era la guardiana de las manzanas doradas que aportaban la juventud a los dioses vikingos. Según la Edda Prosaica –manual de poesía y compendio de mitología islandesa escrito por el erudito islandés Snorri Sturluson en torno al año 1220–, un gigante que habitaba en las regiones de Jotunheim utilizó al dios Loki para hacer salir a Iddun de Asgard y así poder raptarla. Durante su desaparición, los dioses empezaron a envejecer y a morir, de no ser porque Loki, disfrazado con el plumaje de halcón de Freyja –la emperatriz de las valquirias–, consiguió rescatarla y traerla de nuevo al palacio de Odín antes de que fuera demasiado tarde. Esas mismas manzanas doradas son las que se encontró san Bonifacio de Maguncia colgadas de un roble consagrado a Thor en la Baja Sajonia durante uno de sus viajes misioneros.

ÁRBOL PAGANO

Según la leyenda hagiográfica, el San Bonifacio llegó a las inmediaciones de la aldea de Geismar en la víspera de nochebuena, donde encontró a los oriundos dispuestos a sacrificar a un niño en honor al dios del trueno bajo su árbol sagrado. Antes de que el verdugo dejase caer el martillo sobre la víctima, el santo consiguió poner entre medias su báculo –el cual llevaba grabada la cruz de Cristo–, de manera que el martillo se rompió por la empuñadura, lo que Bonifacio aprovechó para asegurar que el poder de Cristo era superior al de los dioses paganos. Acto seguido, el santo retó a las gentes del bosque, asegurando que si Thor era tan poderoso, no le permitiría talar su árbol. Sin embargo, como era de esperar, el hierro pudo más que la madera y los oriundos acabaron arrodillados ante la cruz.

Bonifacio
San Bonifaci talando el árbol sagrado del dios Thor

Para celtas y nórdicos era costumbre presentar al recién nacido al clan en una ceremonia que incluía verter agua sobre la cabeza del pequeño

A escasos metros del tocón del roble de Thor se elevaba un pequeño abeto. San Bonifacio, dirigiéndose a los nuevos conversos, señaló el pimpollo y ordenó que a partir de ese momento aquel árbol fuera el símbolo de Jesucristo, puesto que sus hojas, a diferencia del roble, eran siempre verdes y perennes, sin contar que sus ramas crecían dirigiéndose al cielo. En lugar de matar inocentes en honor a dioses indecentes, cada pequeñuelo, la noche del nacimiento del Señor, recibiría un regalo igual que el niño Jesús. Con el tiempo, dicho obsequio se pondría debajo de un abeto dentro de la casa, al lado de la chimenea. Para los celtas y nórdicos era común presentar al recién nacido al clan en una pequeña ceremonia que incluía verter agua sobre su cabeza, lo que causó tal desconcierto en san Bonifacio que no dudó en enviar una carta al papa Gregorio quejándose de que los paganos se estaban mofando de los santos sacramentos, sin comprender que la purificación con agua era una práctica habitual entre los pueblos de la antigüedad, la cual acabó asimilando el cristianismo y no al contrario.

JESUCRISTO ANTES DE JESUCRISTO

Pero druidas y vikingos no eran los únicos que celebraban el triunfo del día sobre la noche y el fin del trabajo en los campos. En el sagrado promontorio donde hoy se yergue el Vaticano, los habitantes de la Roma Clásica se reunían para celebrar el nacimiento de Mitra el 25 de diciembre. La devoción a Mitra, original de Persia, se extendió por todo el Imperio romano sobre todo a partir de los siglos II y III d. C., desarrollándose a través de sociedades secretas que se maridaron con los diversos cultos locales intentando pasar desapercibidas. El mitraísmo fue una religión mistérica de corte iniciático y de carácter masculino, donde los arcanos secretos se pasaban de maestros a discípulos en la más absoluta discreción. Mitra solía ser representado matando al toro primordial. Sus seguidores eran bautizados para la purificación de sus pecados y, después de que los sacerdotes les pusieran un símbolo en la frente –¿la cruz?–, eran invitados a una comida semejante a la cena pascual que Jesús celebró con sus discípulos.

Según los Evangelios apócrifos de la Natividad, Cristo fue alumbrado en una cueva, al igual que Mitra

Dios Mitra
Los habitantes de la Roma Clásica celebraban el nacimiento del dios Mitra el 25 de diciembre.

Según los Evangelios apócrifos de la Natividad, Cristo fue alumbrado en una cueva, al igual que Mitra, a quien los pastores que guardaban las vigilias de la noche por turnos sobre sus rebaños se acercaron para traer regalos. Exactamente lo mismo que el tercer Evangelio narra sobre el nacimiento del Señor. Muchos estudiosos sugieren que los cristianismos posteriores al siglo II se dejaron impregnar por el culto a esta divinidad traída de Asia Menor, uniendo en su canon un compendio de rituales propios del paganismo mediterráneo, los cuales se irían anexionando al monoteísmo hebreo para crear un nuevo movimiento espiritual llamado catolicismo.

El culto a Mitra impregnó también la devoción al Sol Invictus que profesaron sobre todo los emperadores Heliogábalo y Aureliano. El nacimiento del Sol –dies natalis solis invicti– se celebraba el 25 de diciembre del calendario juliano y constituía el acto de clausura de las Saturnales. En una misma semana, Roma se vestía de gala para rendir homenaje a Saturno –del 17 al 23 de diciembre– y acabar celebrando el triunfo del sol sobre la oscuridad el 25 del mismo mes. Originalmente era una fiesta de la cosecha, donde los agricultores podían descansar del fatigoso trabajo de arar y plantar los campos. Los patricios, por su parte, celebraban grandes banquetes públicos en los que se intercambiaban regalos y los esclavos eran dispensados de sus fatigosas tareas.

Hasta la conversión del emperador Constantino y la vinculación de Jesús con un ídolo solar, los cristianos, como los judíos, no celebraban el nacimiento de Jesús

HORUS DE NAZARET

Sin embargo, en el año 312 d. C., el emperador Constantino tuvo un sueño donde dijo haber visto el crismón –una cruz formada con las dos primeras letras de la palabra Khristos– descendiendo del cielo. Constantino, que estaba enfrentado con Majencio por el trono de Roma, aseguró haber escuchado también una voz diciéndole: In hoc signo vinces –con este signo vencerás–, por lo que creyó que Jesús, a quien su madre adoraba, era el Sol Invictus y que se le había aparecido para concederle la victoria sobre su rival. Al final resolvió poner dicho símbolo en los escudos de su milicia y rendirle culto tras su victoria en la batalla de Puente Milvio.

Horus, como divinidad solar, también nació durante el solsticio de invierno que se celebraba el 25 de diciembre

Aunque por el Evangelio de Lucas podemos deducir que Jesús habría nacido en primavera o verano, es a partir de aquel momento cuando su natalicio como nuevo Apolo pasará a celebrarse el 25 de diciembre. Con todo y con eso, el crismón original no es sino una variante de la cruz de la vida egipcia, el Ankh, que simbolizaba el renacimiento y la búsqueda de la inmortalidad. Los faraones eran los únicos que podían portarla, puesto que era el talismán de Osiris, el cual había superado a la muerte y vencido a las fuerzas de la oscuridad. El historiador griego Plutarco asegura en su obra Los misterios de Isis y Osiris que Horus, como divinidad solar, también nació durante el solsticio de invierno que se celebraba el 25 de diciembre según el calendario juliano; aunque otras fuentes mencionan que Horus debía recibir las primicias de las cosechas durante la solemnidad de su natalicio, lo que nos lleva al mes de octubre.

Sea como fuere, tanto el nacimiento de Horus como el del faraón fueron un acontecimiento festivo en el país del Nilo. Al ser considerados dioses vivientes, los faraones no reparaban en gastos para permitir que sus súbditos los agasajasen. Todo el reino se vestía de fiesta para desearle una larga vida a su monarca, compartiendo banquetes públicos y dejando correr la cerveza por sus gargantas. Esta tradición, con los años, pasará al pueblo llano, que comenzará a celebrar también el nacimiento de sus hijos al igual que las clases pudientes. A día de hoy todavía se conservan tradiciones de tiempos antiguos en los que el neonato es puesto en el canastillo donde se cierne la harina y depositado en el suelo, donde alguno de sus abuelos irá recitándole los consejos que debe seguir en la vida para ser una buena persona. Se conoce que los faraones susurraban a sus hijos estos mismos consejos, u otros muy parecidos, a través de un aro de oro para que fuera lo primero que escucharan. Luego se suelen dar siete pasos alrededor del cestillo para espantar el mal de ojo y ahuyentar a los malos espíritus. Por último, se cantan antiguas letanías que, como los villancicos, han pasado de padres a hijos generación tras generación, y se reparten dulces.

Horus
Dios egipcio Horus, nacido el 25 de diciembre

Hasta la conversión del emperador Constantino y la vinculación de Jesús con un ídolo solar, los cristianos, como los judíos, no celebraban ni el natalicio de Jesús ni sus propios cumpleaños. Con el correr de los siglos, el cristianismo de Constantino irá haciendo cada vez más concesiones a la cultura romana, impregnándose de numerosos mitos paganos para seguir agradando a los devotos de los dioses del panteón clásico, lo que acabará de construir unas tradiciones que han llegado a nuestros días y que, pese a quien pese, ahora forman parte de nuestra identidad occidental y de nuestro acervo cultural.

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Nº 407, noviembre de 2024

Bestiario, los habitantes de la oscuridad, en el número de noviembre de Año / Cero