Creencias
01/10/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Mahoma el chamán del Islam

Desierto de Arabia siglo VI. Un mundo poblado de adivinos y genios se convierte en la cuna de Mahoma (570-632), el profeta religioso más polémico tras Jesucristo. Sus seguidores, hoy más de mil ochocientos millones de personas en el mundo, ven en él al Mensajero de Alá y procuran imitarle en todo.

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Mahoma el chamán del Islam
Mahoma el chamán del Islam
Pero los arabistas occidentales, generalmente al servicio de los intereses cristianos, siguen considerándolo como un fanático que inventó una sarta de visiones para justificar la violenta revolución política y religiosa que lideró. Su figura reclama sin embargo una revisión, a raíz de los estudios sobre chamanismo llevados a cabo por Mircea Eliade o el arabista Maxime Rodinson, y que ponen de manifiesto el paralelismo entre las experiencias sobrenaturales vividas por el Profeta del Islam y los chamanes de todo el mundo.
«¿Por qué etnólogos y antropólogos han aceptado las experiencias sobrenaturales chamánicas pero siguen poniendo en tela de juicio las visiones de Mahoma?». Partiendo de esta pregunta el filósofo y converso sevillano Abdelmunin Aya ha escrito El secreto de Muhammad (editorial Kairós, 2006), una biografía del Profeta donde revela datos insólitos, y analiza ciertos hadith (anécdotas sobre la vida del Mahoma) poco conocidos, con el propósito de demostrar que el Mensajero de Alá bien pudo haber recibido algún tipo de iniciación de los chamanes del desierto o al menos haber conocido algunas de las técnicas utilizadas por los místicos de la época para alcanzar estados de éxtasis y entrar en contacto con la divinidad.

La apertura del pecho

Las revelaciones que configuran El Corán asaltaron a Mahoma (570-632) a partir de los cuarenta años, pero antes de ello ya tuvo percepciones extrasensoriales. Una de ellas, la llamada «apertura del pecho» puede ser considerada el primer acontecimiento de connotación chamánica en su vida. La tradición cuenta que siendo niño se perdió. Tras una intensa búsqueda, se le halló sentado en la cima de una colina, muy tranquilo, aunque con el rostro color ceniza. Al ser interrogado sobre lo sucedido refirió el siguiente relato: «estaba vigilando a los corderos cuando vi surgir en el horizonte dos formas blancas que tomé por dos pájaros grandes. Luego ambas se acercaron rápidamente y comprendí mi error, pues se trataba de dos hombres vestidos con túnicas de un blanco cegador. Uno dijo al otro, señalándome: ';¿Es él?'. ';Sí, es él, contestó el otro'. Mientras estaba inmovilizado por el miedo, me cogieron, me arrojaron al suelo y me rajaron el pecho hasta el ombligo, sacaron mis entrañas y las lavaron en la nieve con cuidado, también quitaron de mi corazón un coágulo negro que arrojaron lejos, y luego lo devolvieron a su lugar. Después, no sé cómo, sacaron un sello de luz arrebatadora … y con él sellaron mi corazón… Cerraron la herida y desaparecieron como fantasmas… Antes de marcharse dijeron: ';Si supieras todo el bien que se te desea se te alegrarían los ojos'… Durante mucho tiempo pude sentir el frescor de esa luz en mi pecho».

Algunos estudiosos del islamismo interpretan la anécdota como un desarrollo metafórico de la sura 94:1 del Corán, en la que se dice: «¿Acaso no hemos distendido tu pecho y separado el fardo que agobiaba tu dorso?». Pero, curiosamente, el episodio es muy similar a las visiones de descuartizamiento, típicas de las ceremonias de iniciación chamánicas, tras las cuales por lo general, los aspirantes obtienen sus dotes de sanadores.

Tal y como Mircea Eliade consigna en El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, tanto los indios yakute siberianos, como las tribus de Port Jackson (Australia), pasando o los huicholes mara' akame, «hombres medicina» de Centroamérica, son testigos durante sus iniciaciones de operaciones llevadas a cabo en sus propios cuerpos por seres míticos, en ocasiones alados, o espíritus de muertos, que les abren en canal, extraen sus intestinos y otras vísceras, o simplemente les despedazan para luego curarles, tras ser cubiertos de sangre nueva o carne fresca. Después de estas vivencias adquieren dotes sobrenaturales, y dicen sentirse acompañados de una sensación de completa renovación física y espiritual.

El modo de la revelación

La forma en que se manifestaba a Mahoma la Revelación, una experiencia casi cotidiana en las últimos décadas de su vida, tiene también desde los rasgos propios de los raptos chamánicos y de la literatura del éxtasis místico. Según su propio relato, estaba semidormido en la cueva de Hira, a donde iba a menudo a meditar, cuando oyó una voz procedente del Cielo que le gritaba: «Mahoma, eres el Profeta de Alá y yo soy Gabriel». Tras escuchar tal proclama, elevó la mirada al cielo y vio que Gabriel lo llenaba por completo, pero tuvo que apartar su vista cegado por la imagen deslumbradora: «No podía moverme ni dar un paso hacia delante ni hacia atrás… Gabriel, desplegando ante mis ojos una larga tela de seda con letras doradas. me dijo: ';Lee'. No sé leer, respondí. Inmediatamente me cogió y estrujó mis miembros, mi boca, mi nariz, contra los pliegues de esta tela, con tal violencia que mi respiración quedó suspendida… Resulta que Jadiya (su primera mujer) había enviado a alguien a buscarme y me encontró inmovilizado… No pude acompañarle y tuvo que regresar a Meca sin mí. Más tarde, dejé de sentir eso y entonces volví a mi casa».

Vemos en esta narración un buen numero de elementos chamánicos. La cueva, por ejemplo, es un escenario de iniciaciones y revelaciones desde el Paleolítico. Mientras que la violencia de los mensajeros o que éstos adopten formas aladas está presente en las águilas y aves solares que raptan a los chamanes andinos y siberianos. También son comunes a la experiencia chamánica los efectos secundarios sufridos por Mahoma durante los episodios de Revelación, tales como las visiones de luz, dolores de cabeza, el calor místico que a menudo perlaba de sudor su frente durante su trance, o el estado de duermevela en que se produce el primer contacto –posteriormente se sumerge en trance incluso mientras monta en camello– son también comunes a la experiencia chamánica. Por último, un elemento universal es el sentimiento de «muerte y resurrección» que dicen experimentar los chamanes tras la primera experiencia de iniciación, y que también está presente en la experiencia mahomética, dado que el arcángel Gabriel – cuyo nombre en árabe y hebreo significa «fuerza de Dios»– abrazó al Profeta durante el primer encuentro fuertemente por tres veces, hasta hacer desaparecer de él el sentimiento de individualidad, en un proceso que recuerda a la muerte iniciática tras la cual el chamán resucita renovado. Ello sin olvidar que el contenido de las primeras visiones hablaba de una forma obsesiva de la hora de la wâquià, la destrucción cósmica pero también personal, tras la cual es posible asistir a la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra, en los que lo único relevante es la presencia continua de Alá en cada cosa.

Viajes a otros mundos

Ver y hablar con los espíritus de los muertos es otra seña de identidad de los chamanes. Y precisamente este tipo de experiencia fue continua en la vida de Mahoma. Según numerosos hadith, el Profeta veía a los muertos saliendo de sus tumbas y les escuchaba como a los vivos. Asimismo experimentó el mítico «vuelo mágico» de los chamanes durante su «viaje nocturno». Una ascensión a través de las esferas celestes repleta de elementos chamanísticos: desde la cabalgadura fantástica con la que lo inicia, un animal que es mitad yegua y mitad ser humano, y que recuerda a las grullas aladas de los chamanes chinos, a la escalera –mirâ'j en árabe– por la que sube después, sin olvidar el paso del angosto puente del horror, el sirât, intransitable para las almas impuras, las cuales caen sin remisión al abismo de fuego que se abre bajo él, o el fantástico Árbol del Centro, eje del mundo presente en la mitología universal.

Algunos estudiosos han relacionado la primera parte del «Viaje Nocturno» del Profeta con el transporte místico de Ezequiel a Jerusalén, y la segunda fase con el ascenso de Jacob por la escala angélica de Betel. También han sugerido que la experiencia pudo ser un plagio. No sería extraño, Mahoma conocía perfectamente algunos relatos bíblicos de ascensión —ya traducidos en su tiempo al árabe– como el de Elías, arrebatado al cielo en un carro de fuego (2 Reyes 2:11), o el vuelo al cielo de Enoc, pero la fidelidad de la experiencia extática a un esquema conocido no tiene nada de particular entre los chamanes, ni siquiera entre los místicos, que reproducen vivencias extáticas anteriores y reconocibles de su misma cultura. Es más, esta posibilidad puede dirigirnos, según Abdelmunin Aya, a toda una línea pendiente de investigación, a saber: que Mahoma hubiese sido entrenado en una técnica concreta de ascenso celeste como las de los iluminados hebreos de la Merkabá. Entre los siglos II y VII estos místicos cultivaron a voluntad el llamado «ascenso a los palacios celestes» con el objetivo de llegar hasta el« trono de Dios», y dejaron constancia de sus experiencias en la literatura conocida como Hekalot, plural de hekal en hebreo, que significa «palacio».

Posibles vías de iniciación

¿Fue iniciado Mahoma en ésta u otras técnicas chamánicas? Y en ese caso ¿quiénes fueron sus maestros? Lo más probable es que obtuviera la iniciación a través del sueño, o que la recibiera durante su«viaje nocturno». Sus maestros podrían haber sido los espíritus de chamanes ya fallecidos o de otras entidades patriarcales, como Moisés, Abraham, Elías, etc, incluso el arcángel Gabriel, cuya presencia a su lado era a veces tan corpórea que podía ser visto por cualquiera. Pero también existe la posibilidad de que recibiera la iniciación de alguien vivo como Waraqa ibn Naufal, eremita y vidente erudito que tradujo los Evangelios del siriaco al árabe y creía en un unitarismo que sintetizaba el judaísmo y el cristanismo. Según algunos hadith, cuando Mahoma tenía cinco años se perdió en el desierto y fue hallado en la choza de Waraqa, conversando con él. Y de adulto mantuvo una relación con el ermitaño. Curiosamente, al morir Waraqa la Revelación se interrumpió durante dos años. Además, el Mensajero de Alá pudo haber sido iniciado en sus técnicas de contacto con ángeles y espíritus por los kahana (plural de kâhin) que, antes de convertirse en brujos perversos, fueron adivinos del desierto, encargados de interpretar sueños..

Es una posibilidad, teniendo en cuenta la interesante semejanza entre la forma en que Mahoma y los kahana recibían sus inspiraciones proféticas. Estos tenían visiones que les concedían espíritus familiares. Su inspiración salía de sus bocas en frases entrecortadas y rimadas, iniciadas con juramentos a los astros, al amanecer, al atardecer, los árboles y animales, muy similares a veces a la forma en que empiezan numerosas suras coránicas. Por otro lado, al igual que Mahoma, –del que se ha llegado a decir que era epiléptico–, los kahana sufrían ataques nerviosos y se tapaban con sus capas durante el trance, como el Profeta que por esa costumbre llegó a ser llamado «el oculto». Sin embargo, no puede olvidarse que Mahoma condenaba a estos adivinos, en su mayoría farsantes, y les detestaba tanto que, al principio de la Revelación, temeroso de haberse convertido en uno de ellos, quiso suicidarse, hasta que la voz del arcángel Gabriel le disuadió asegurándole que no era un kâhin.

Magia y transmisión de baraka

Entrenado o no a encauzar su sensibilidad por los adivinos del desierto, el caso es que numerosos hadith dan testimonio de las habilidades extrasensoriales de Mahoma, propias de un chamán o un adivino de su región y época. Se dice que se comunicaba con todo lo existente, árboles, piedras, montañas y animales. Invocaba la lluvia, conocía las causas ocultas de los vientos, creía que todos tenemos un dyinn, genio, o que era posible alejar a los espíritus perversos diciendo tres veces: «Me refugio de ti en Alá». Practicó exorcismos y creía también en el mal de ojo, del que fue víctima en varias ocasiones. Sin embargo no otorgaba ninguna eficacia a los talismanes de los idólatras. El Corán vino a sustituir cualquier instrumento anterior de protección; bastaba recitar tres veces, mañana y noche, las dos últimas suras del Libro para estar a salvo de todo mal. En realidad ningún hechizo o sortilegio podía deshacerse sino con la voluntad de Alá. Aunque no era un kâhin, tenía la facultad de adivinar y en varias ocasiones se adelantó a las intenciones de sus asesinos de envenenarle. Y predijo hechos como el lugar donde caerían muertos los jefes enemigos en la batalla de Badr, o la conquista de Egipto, Siria, Yemen o Irán por los musulmanes, la yihad a través del Mediterráneo o la aparición de falsos profetas tras su muerte, cuya fecha también profetizó. Además, al igual que cualquier hombre-medicina, curaba y sanaba a los enfermos, en el más puro estilo chamaníco, con su aliento o con su saliva. Según relata Eliade durante los procesos de iniciación los maestros siberianos yakute escupen en la boca del discípulo mientras van nombrando partes del cuerpo, y así les transmiten poder para curar las enfermedades.

Es muy posible que Mahoma transmitiera su energía espiritual y conocimiento secreto a su familia también a través de la saliva. Ello explicaría algunos hadith políticamente incorrectos como el que dice que calmaba la sed de su nieto Husein introduciendo su lengua en la boca del niño, o el que cuenta que daba tantos besos en la boca a su hija Fátima que Aisha, su segunda mujer, se escandalizaba. Actos sin embargo que podrían pertenecer a su mundo místico y mediante los cuales quizá pasó su baraka, o energía sagrada, a todos sus descendientes.

En conclusión, Mahoma reunió las características de un chamán, sin que ello quiera decir que se entregara a prácticas asociadas a esta corriente, como la brujería y el uso de psicotrópicos. O que al ser chamán no fuera profeta. No todos los chamanes son profetas, pero algunos profetas sí son chamanes.
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