La diosa del fuego: "todo lo que arde es mío"
Ahora que el Kilauea desata el caos, ha resurgido la leyenda sobre una diosa en el volcán sembrando destrucción en el pasado. ¿Existen seres o divinidades que procuran la erupción de los volcanes? Repasamos secretos y leyendas de los más importantes. Por Sergio Basi.
Muchos creen que la montaña ha despertado –aunque nunca cesó su actividad desde 1983– con la agresiva actividad que últimamente ha tenido el volcán Kilauea, uno de los cinco volcanes que conforman la isla de Hawái y que se ha tragado con su fuego y su lava numerosas edificaciones, calles y vehículos.
Los vecinos del distrito de Puna tuvieron que ser evacuados dados los gases tóxicos que el volcán emana y la realidad es que muchas personas retoman la leyenda de Pelé, la diosa del fuego que habita el volcán y que despierta para arrasar, como antaño, con casas y bosque –del que quedan algunos oasis entre ceniza que ayudarán a revivir la tierra–.
Entre la lava del volcán y sus fuegos se dejaron ver entre las llamas unos tonos azulados que dieron pie a reafirmar creencias como la de la diosa del fuego, en que lo natural es movido por entidades de carácter divino o espiritual. Aunque en este caso la realidad quede lejos de algo así, las imágenes de este fenómeno que hizo públicas el Servicio Geológico de Estados Unidos, son fascinantes.
Lo cierto es que este hecho "se trata de metano producido por la vegetación muerta en descomposición. Este gas se va acumulando por los huecos subterráneos y en el momento que se filtra y se enciende (en este caso por erupción volcánica), produce llamas de este curioso color azulado", según cuenta National Geographic España.
Este no es un fenómeno aislado, lo presenciamos también en otros volcanes, uno de los más famosos es el Kawah Ijen, en la isla de Java, Indonesia. Muchos no han dudado en llamarlo el infierno en la tierra dados los gases tóxicos que desprende, las cantidades ingentes de azufre –que tratan de extraer humildes operarios hasta la extenuación– y su lago de ácido sulfúrico, letal y enormemente bello al producir con mucha frecuencia estos fuegos azules que impresionan a cualquiera que los ve.
También en Indonesia, en Java, está el monte Bromo, un volcán cuyo nombre deriva según la pronunciación javanesa, de Brahma, el dios creador en el hinduismo. En torno a este volcán se pueden encontrar numerosas historias en que la superstición y la leyenda son protagónicas.
El último mes del año es dedicado a la festividad del Yadnya Kasada donde la minoría étnica hindú de los tengger sube a lo alto de la montaña a hacer ofrendas de comida y animales tirándolas a la caldera del volcán Bromo.
Piden bendición y el favor de Ida Sang Hyang Widi Wasa (el dios que es todos los dioses) y del dios Maharemu. Al hacerlo apaciguan a los fúricos espíritus del volcán y se juegan la vida enfrentándose a desniveles de hasta un 80% dado que muchos intentan bajar a recuperar los bienes sacrificados: creen que les traerán buena suerte.
Esta práctica festiva nace de una leyenda tremenda que cuenta cómo el rey y la reina del reino de Mahapahit, al no poder tener hijos, piden clemencia al dios de la montaña. Este les promete muchos hijos con la condición de que el más pequeño sea sacrificado en el cráter del volcán.
La pareja engendró 25 hijos. A partir de aquí, encontramos dos finales para esta leyenda. Uno de ellos dice que sacrificaron al vigesimoquinto hijo tal y como acordaron con el dios; no obstante, el otro final cuenta que se negaron a sacrificarlo e intentaron huir cuando el volcán entró en erupción devorando con su fuego a todos los hijos.
Finalmente, otro lugar lleno de misterio y mitos, con sus propias deidades capaces de hacer retumbar a un volcán es Tenerife. En el interior del Teide, cuenta la leyenda que habita encerrado el demonio Guayota después de que robara la luz solar y la deidad suprema del pueblo guanche lo encerrara en la caldera taponando el cráter.
El significado del nombre en guante de este demonio que vivía en el Teide es "destructor" y es mencionado en varios escritos que nos han quedado de la conquista de las islas donde se explicaba que a pesar de que los guanches fueran aborígenes sin conocimiento de Cristo, sí conocían el infierno: lo llamaban Echeyde y lo situaban en el pico del Teide, donde este demonio entendido como el principio maligno de sus creencias esperaba sus almas y provocaba erupciones de fuego y lava.
La cita con la que he titulado el presente reportaje, –"todo lo que arde es mío"–, es un extracto del cierre de una vieja canción que nos devuelve a Hawái y al Kilauea. Esta canción cuenta cómo una diosa ígnea invita a "entrar en su reino" a disfrutar de su poder transformador, "de su danza y de la belleza de su erupción". No obstante, esta invitación se sigue de la advertencia que reza el título.
En la mitología laten enseñanzas que fueron transmitidas ya hace mucho tiempo por viejos eruditos que cantaron himnos como el de la canción que menciono, y que viene a decir que toda criatura está invitada a gozar de la naturaleza; pero que esta es la única dueña de sí, convertir su disfrute en una forma de posesión puede suponer peligros.
Así, en una canción, la voz de una diosa del fuego al hablar de un volcán se convierte en la voz de la naturaleza toda.
Personificar es algo propio del ser humano que, incapaz de comprender muchos fenómenos, trataba de humanizar el poder que el mundo natural desataba ante él. Y de este modo, de la madre tierra un volcán que ruge y escupe fuego de sus fauces pasa a ser la diosa hawaiana Pelé, diosa del fuego, del relámpago y la violencia.
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