Una iglesia instala un Cristo impulsado por Inteligencia Artificial
Para algunos, la IA en un confesionario es una suerte de caballo de Troya diseñado para infiltrar narrativas woke en el corazón de la fe cristiana
La capilla de San Pedro en Lucerna, en Suiza, ha dado un paso insólito que ha despertado tanto curiosidad como el resquemor de la comunidad cristiana. Desde agosto, un avatar de Jesús impulsado por inteligencia artificial (IA) ha estado disponible para interactuar con visitantes, ofreciendo respuestas en tiempo real en más de 100 idiomas. Aunque el experimento, llamado Deus in Machina, buscaba explorar nuevas formas de diálogo espiritual, también plantea interrogantes fundamentales sobre la fe, la tecnología y los límites éticos de esta convergencia.
¿Puede un avatar ocupar el lugar de Jesús?
Para muchos creyentes, la figura de Jesús trasciende cualquier representación física o tecnológica. No se trata solo de su imagen, sino de su divinidad, su mensaje y su relación única con cada cristiano. ¿Qué implica, entonces, que un programa de IA intente personificarlo? Marco Schmid, teólogo a cargo del proyecto, admite que la iniciativa no busca sustituir los sacramentos ni imitar el acto de la confesión. Sin embargo, el simple hecho de que esta figura responda preguntas de carácter espiritual podría dar lugar a confusiones profundas.
Los críticos señalan que la naturaleza misma de la IA puede trivializar el diálogo con lo divino. Un periodista local describió las respuestas del avatar como “triviales, repetitivas y parecidas a las frases de un calendario de autoayuda”. ¿Qué sucede cuando el consejo de este “Jesús virtual” contradice las enseñanzas cristianas o carece de profundidad teológica? ¿Puede una máquina comprender la carga emocional y espiritual que lleva un creyente al confesar sus pecados o buscar orientación?
El uso del confesionario como espacio para instalar esta tecnología ha sido especialmente polémico.
Lucerna es una compacta ciudad suiza conocida por su arquitectura medieval bien conservada y la iglesia de San Pedro es uno de los edificios góticos más importantes de esta villa emplazada en medio de las montañas nevadas del lago del Lucerna. La iglesia se remonta al siglo XII aunque está construida sobre los cimientos de una iglesia romana. Un legado histórico que ahora se ha visto empujada a la modernidad a través de este Dios en máquina. en un juego de palabras que tiene origen en el teatro griego y romano, cuando una grúa (machina) u otro medio mecánico, introducía a un actor que interpretaba a una deidad (deus) para resolver una situación o dar un giro a la trama: Deus ex maquina.
Para los católicos, el sacramento de la confesión es un acto sagrado que conecta al penitente con Dios a través de un sacerdote, un intermediario humano ordenado y preparado para ofrecer absolución y consejo. Sustituir esa experiencia por un avatar no solo carece de validez sacramental, sino que podría percibirse como un gesto irreverente.
Por otro lado, algunos protestantes han expresado su incomodidad por la representación visual de Jesús en este formato. Históricamente, ciertas ramas del cristianismo han evitado el uso de imágenes para evitar la idolatría. ¿Acaso un Jesús digitalizado podría interpretarse como una nueva forma de iconografía, pero ahora alimentada por algoritmos?
Aunque los visitantes fueron advertidos de no compartir información personal: ¿Qué hará la IA con este caudal de datos?
¿Qué aprende la IA de nuestras preguntas?
Un aspecto que pocos han considerado es el aprendizaje de la IA en este contexto. Cada interacción con los usuarios ayuda al sistema a mejorar sus respuestas, pero también genera un archivo de preguntas y preocupaciones espirituales de quienes lo consultan. Aunque los visitantes fueron advertidos de no compartir información personal, surge una pregunta inquietante: ¿qué hará la tecnología con este caudal de datos?
Más allá de los problemas de privacidad, cabe reflexionar sobre lo que la IA puede interpretar al analizar las inquietudes humanas. ¿Podría una máquina, al procesar patrones en nuestras preguntas, malinterpretar o simplificar cuestiones espirituales complejas?
El experimento ha dejado claro que existe una “sed de diálogo” con Jesús, como señala Schmid. Más de mil personas, de diferentes credos y nacionalidades, participaron en las interacciones, y dos tercios de los encuestados describieron la experiencia como “espiritual”. Esto pone de manifiesto que muchos buscan formas accesibles y novedosas para explorar su fe.
Sin embargo, el riesgo es evidente. Delegar a una máquina la tarea de interpretar nuestra relación con Dios podría llevarnos a una espiritualidad superficial, dependiente de respuestas automáticas y carente de la profundidad humana y comunitaria que caracteriza a la fe cristiana.
Un caballo de Troya diseñado para infiltrar narrativas woke en el corazón de la fe cristiana
¿Una agenda oculta detrás del “Jesús virtual”?
El “Jesús virtual” en Lucerna es, por ahora, solo un experimento. Schmid asegura que no lo instalaría de forma permanente debido a la gran responsabilidad que implica garantizar que no emita respuestas contrarias a las enseñanzas cristianas. A pesar de ello, el interés que ha generado nos invita a reflexionar sobre el papel que la tecnología debería tener en nuestras prácticas religiosas.
¿Es posible integrar herramientas de IA sin desvirtuar lo sagrado? ¿Podemos confiar en una máquina para guiar nuestra vida espiritual? O, más inquietante aún, ¿nos estamos acercando a una era donde la conexión con Dios se mediatice por completo?
Entre los sectores más conservadores, especialmente aquellos influenciados por teorías como las de QAnon, el experimento de la capilla de Lucerna ha sido interpretado como algo más que un simple avance tecnológico. Para estos críticos, este avatar no es solo una herramienta curiosa, sino un caballo de Troya diseñado para infiltrar narrativas progresistas en el corazón de la fe cristiana. Según ellos, la iniciativa forma parte de un plan más amplio del llamado “Nuevo Orden Mundial satánico” que busca diluir las tradiciones religiosas, reemplazarlas con conceptos “woke” y, finalmente, subyugar a las mentes creyentes bajo un relato dominado por valores opuestos a los de la doctrina cristiana. Desde esta perspectiva, la figura de Jesús es suplantada simbólicamente, convirtiéndose en una representación artificial que distorsiona la verdadera enseñanza de Cristo, invitando a los fieles a aceptar una nueva espiritualidad globalista desprovista de raíces bíblicas y morales.
La fe cristiana ha sobrevivido a cambios históricos, científicos y culturales, y siempre ha encontrado formas de adaptarse. Pero la pregunta clave sigue en el aire: ¿hasta dónde podemos llegar sin perder la esencia de lo que significa ser creyentes?
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