Cronovisores, fotografiando el pasado
Los viajes en el tiempo constituyen una de las áreas más fértiles y aclamadas de la ciencia ficción. La física actual cree factible la construcción de máquinas capaces de ver épocas pasadas o incluso el futuro
El tema de la cronovisión (o captación por medios tecnológicos de imágenes y sonidos del pasado, e incluso del futuro), ha gozado de fama desde hace varias décadas, pero nunca se ha podido probar la existencia real de una máquina capaz de tales proezas. Existen decenas de historias acerca de aparatos de este tipo, todas ellas, sin excepción, carentes de prueba fiable. Personalmente pienso que, hasta que se demuestre lo contrario de manera contundente, la cronovisión sólo ocupa los reinos del mito y no de la realidad. De todas éstas, sin duda, la máquina de cronovisión más famosa es la del benedictino italiano, ya fallecido, Pellegrino Ernetti. Para quien no esté advertido voy a definir de qué se trata. Un cronovisor sería literalmente una máquina para ver el tiempo, o mejor dicho, un mecanismo por medio del cual acceder al pasado en forma de imagen y sonido. Así, por medio de técnicas nada claras, al igual que un vídeo doméstico sintoniza un canal de televisión y graba en cinta magnética o disco óptico nuestro programa favorito, los cronovisores "sintonizarían" con el tiempo a voluntad del experimentador y guardarían los resultados en los mismos soportes que los vídeos o las grabadoras de audio.
El caso fue dado a conocer por el padre Ernetti en 1972, al conceder una entrevista a la publicación italiana La Domenica del Corriere, donde afirmó haber participado en el proceso de gestación y uso de una máquina capaz de grabar imágenes y sonidos del pasado. Aquella noticia hizo que muchos se sobresaltaran de entusiasmo. ¿Se habría descubierto pues la máquina del tiempo? La importancia del medio en el que se publicó la noticia hizo que se extendiera el rumor por medio mundo. Sin embargo, anteriormente, Ernetti ya había desvelado algunos detalles en otros medios impresos. En julio de 1965, L'Heure d'Étre, una revista religiosa de Francia, aludió a este cronovisor y, en enero de 1966, la publicación italiana Civiltà delle Macchine, hizo lo mismo en un artículo titulado L'oscillografo elettronico. La poca importancia de esos dos medios hizo que la noticia no fuera tomada en cuenta, hasta que salió a la luz la entrevista de 1972. A partir de entonces los rumores sobre el cronovisor del padre Ernetti no han cesado de aparecer. El benedictino afirmó que su máquina funcionaba a la perfección; no entró en detalles técnicos, pero sí ahondó en alguno de los éxitos conseguidos. A través de éste afirmó poder reconstruir porciones de algunas obras musicales perdidas desde hace siglos, como el Thyestes, de Quinto Ennio, representado en Roma en el 169 a. de C. Otras de sus afirmaciones resultan ser demasiado fantasiosas: dijo haber contemplado la destrucción de Sodoma y Gomorra, localizado el texto correcto de las Tablas de la Ley, o haber presenciado la crucifixión de Jesucristo, siendo capaz de determinar cuáles fueron sus últimas palabras. ¿Un intento de convencer a los "descreídos" de grandes episodios de la historia sagrada, echando mano de "mitología tecnológica"?
Para conocer cuándo "surgió" el proyecto hay que remontarse a 1952. Durante una sesión de grabación de música gregoriana, en el laboratorio del padre Agostino Gemelli, sucedió algo no previsto. El 15 de septiembre de ese año, vigilando los aparatos electrónicos para llevar a buen término el registro del sonido en cinta magnética, Gemelli y Ernetti se sobresaltaron al descubrir que se había incluido en la cinta una voz que nadie escuchó durante el proceso de grabación. Fue reconocida por Gemelli como la de su padre ya fallecido, impresionando sobremanera a los dos sacerdotes. La súbita aparición de aquella psicofonía sirvió de acicate para que se dedicaran a investigar el extraño asunto, contactando con todos los expertos europeos en transcomunicación que pudieron encontrar, y llegando a una novedosa teoría: las voces e imágenes del pasado quedarían grabadas en una suerte de éter desconocido, siendo posible su recuperación a voluntad por medio de las técnicas adecuadas. Acababa de nacer la leyenda del cronovisor.
Desde sus comienzos, se dijo que este proyecto estuvo controlado por Pío XII, quien lo clasificó como secreto. Uniendo fragmentos dispersos de esta historia puede hacerse uno a la idea de cómo era -o sigue siendo- el presunto cronovisor. Se ha llegado a afirmar que, aunque el proyecto fue cancelado por el Vaticano dada su peligrosidad al atentar contra el libre albedrío, la máquina jamás fue destruida y continuaría guardada en un lugar seguro esperando días mejores. ¿Se encontrará el en las dependencias benedictinas de la veneciana isla de San Giorgio, donde pasó Ernetti gran parte de su vida? Este sacerdote era profesor e investigador en un campo poco estudiado de la música, la prepolifonía, estando adscrito al Conservatorio Benedetto Marcello de Venecia, y había llegado a ser docente en la Academia Santa Cecilia de Roma. La música, las ondas, las resonancias, son temas de suma importancia en el desarrollo del hipotético cronovisor.
Sospechas y rumores
Sobre el ya famoso cronovisor de Ernetti se ha dicho de todo, aunque nada verificable. Para empezar con la galería de rumores, cualquiera que investigue un poco este asunto se topará tarde o temprano con una impactante imagen de Cristo poco antes de morir que, según se dijo hace años, correspondía a una instantánea de ese momento histórico, grabada en el cronovisor. El propio Ernetti salió al paso de tales afirmaciones para negarlo rotundamente, porque aquella imagen no era más que una fotografía de un crucifijo conservado en el Santuario del Amor Misericordioso, de Collevalenza, en la italiana provincia de Perugia.
Más rumores: se cuenta que en la investigación inicial para crear el cronovisor intervinieron doce anónimos físicos de primera fila, y 1956 sería la fecha hipotética en la que se pusieron en marcha las investigaciones de forma seria, siendo al año siguiente cuando se unió al grupo el ignoto portugués profesor Matos. La siguiente parada en la ruta de los rumores hace referencia a la técnica utilizada en la máquina. La teoría de Ernetti se basaría en el concepto aristotélico de la desintegración del sonido, aunque en este punto hay versiones para todos los gustos: desde las que implican un gran conocimiento por parte de aquellos científicos de la filosofía pitagórica, a los que invocan a la cábala. Según la idea de Aristóteles, o de Pitágoras, según la versión que elijamos, la luz y el sonido no desaparecen del todo después de su aparente extinción, sino que se transforman de manera desconocida y se mantienen en el lugar donde se originaron, siendo posible su recuperación de forma indefinida en el tiempo. Ernetti comentó en una de sus pocas conversaciones públicas sobre el tema, que las ondas sonoras se subdividen en armónicos que se graban en los materiales inertes, o en algo tan controvertido como el éter, pudiendo ser recuperadas si se dispone de los mecanismos adecuados.
El escritor Robert Charroux se refiere a la odisea de Ernetti con estas palabras: "el padre benedictino Pellegrino Ernetti ha logrado un milagro científico. Él no es un brujo ni un visionario medieval, es considerado un científico genuino. Llevó a cabo su investigación en colaboración con doce científicos de los que no se conoce la identidad. Desde 1956 este equipo viene investigando en la posibilidad de resucitar el pasado para que sea visto a través de un aparato similar a una televisión". En 1957, Ernetti contactó con el profesor Matos quien, dada su experiencia en el tema, marcó la pauta a seguir por todo el grupo. Matos estaba interesado en reproducir el pasado por medio de algún proceso análogo a la televisión, y basó sus teorías en las escrituras de Aristóteles sobre la desintegración del sonido y algunas antiguas ideas de los pitagóricos. En este fragmento se resumen la mayoría de los tópicos sobre el tema de la técnica de cronovisión, desde la aparición del misterioso Matos hasta el recurso a olvidadas ideas filosóficas de la antigua Grecia.
Ernetti, por su parte, no parecía confiar demasiado en las ideas aristotélicas o pitagóricas. Según sus propias declaraciones, la base de su tecnología se centraba en la ciencia básica, más concretamente la física de vanguardia. Pero su tesis de la transmisión de las ondas iba mucho más allá de lo que la ciencia oficial reconoce, pues en su teoría básica, Ernetti necesitaba de un ente descartado por la física desde principios del siglo XX: el éter. Para que las imágenes y sonidos se mantengan en estado latente en el ambiente, necesitan estar grabados en algo. Por efímero que sea, no es posible que esto suceda en el vacío.
Durante siglos la ciencia sufrió de horror vacui, la negación de la existencia del vacío. Para que la luz viajara por el espacio era lógico pensar que necesitara un medio, un vehículo por el cual transmitirse y que llenara el vacío cósmico. El medio que servía de soporte para la luz era el éter, que todo lo impregnaba. Los experimentos de comienzos del siglo XX demostraron que el vacío lo inunda todo, que la luz es una onda electromagnética que no necesita del éter y que, por tanto, éste no existe. La idea de recuperar el mismo rondó la cabeza del benedictino desde el descubrimiento de las ya mencionadas grabaciones efectuadas por el padre Gemelli, en el laboratorio de física de la Universidad del Sagrado Corazón de Milán. Las misteriosas voces grabadas en aquella sesión fueron enviadas para su estudio al profesor Ernst Senkowski, de la alemana Universidad de Maguncia. Investigando la desintegración del sonido, el benedictino llegó a la conclusión según la cual, las ondas, sean éstas del tipo que sean, se pueden descomponer en armónicos cada vez más pequeños, hasta alcanzar el nivel atómico e incluso el subatómico. Con la ayuda del cronovisor, que según muchos de estos rumores constaría de un simple oscilógrafo catódico y un circuito adecuado para encauzar los electrones siguiendo frecuencias muy precisas, sería posible invertir el proceso de desintegración de las ondas y recomponer, aproximándose a su estado original, un sonido e imagen del pasado. Cada una de estas hipotéticas transformaciones estaría marcada por una huella característica, en relación con el tiempo que haya transcurrido desde que se "grabó" en el éter o en materiales inertes, siendo esta huella espectral necesaria para poder "sintonizar" con precisión el tiempo pasado que se desea explorar. Suena a pura "pseudotecnología". Ernetti siempre repitió con vehemencia una frase rotunda cuando se le cuestionaba por la veracidad de esta teoría: "Esto no tiene nada que ver con la parapsicología o la metafísica, ¡es ciencia pura! Cada ser humano, desde el momento de su nacimiento hasta el de su muerte crea una grabación en el ambiente formada por un doble surco de luz y sonido. Esto constituye su marca individual de identidad. Este mismo principio se aplica a la música y al movimiento. Por medio de las antenas que utilizamos en nuestro laboratorio, podemos sintonizar con esos surcos y recuperar la luz y el sonido del pasado".
Estas palabras del protagonista en la trama del cronovisor no aportan en ningún caso los datos necesarios para reconstruir o, por lo menos, hacerse una idea mínima de cómo sería el hipotético esquema de la máquina. Los últimos rumores a este respecto hablan de un sistema semiorgánico, en el que las ondas cerebrales de un voluntario servirían de catalizador para recuperar los "surcos" del pasado.
Continuando con la galería de rumores, llegan ahora varios espías de la CIA para liarlo todo definitivamente. Naturalmente, si el invento de Ernetti era tan poderoso, las agencias de seguridad de medio mundo se lo disputarían. Hay quien sugiere que el cronovisor era capaz incluso de sintonizar con el pensamiento de las personas, algo muy "útil" para los servicios de espionaje. El proyecto militar norteamericano de testigos lejanos, enmarcado dentro del infausto programa MK Ultra, podía guardar cierta relación con el cronovisor. En plena Guerra Fría, tanto estadounidenses como soviéticos intentaron desarrollar sistemas orgánicos, esto es, por medio de voluntarios, capaces de proyectarse astralmente y penetrar en territorio enemigo para espiar.
Lo más sospechoso de la trama del cronovisor es la sorprendente "coincidencia" entre muchos de los datos relacionados con la máquina y ciertos relatos de ciencia-ficción difundidos en los años cincuenta. Desde siempre, los escritores de este género se han sentido atraídos por las posibilidades que ofrecen las máquinas del tiempo. Desde los tiempos de H. G. Welles, el concepto de máquina del tiempo ha sido manejado con mejor o peor fortuna. Una de las descripciones más acertadas, y coherentes desde el punto de vista científico, de un mecanismo de este tipo, lo ofreció en 1980 el astrofísico Gregory Benford, en su novela Cronopaisaje, donde describió un sistema para enviar mensajes al pasado utilizando haces de taquiones, hipotéticas partículas más veloces que la luz. La idea de cámara del tiempo, capaz de sintonizar el pasado o el futuro, no ha sido muy utilizada en la ciencia ficción. Sin embargo, desde los años cincuenta, curiosamente en la época del presunto desarrollo del cronovisor de Ernetti, se publicaron diversas obras de ficción en las que se mencionan cámaras de este tipo, como los cronoscopios y crono-túneles de Asimov. Un ejemplo atractivo sobre esto se puede encontrar en Otros días, otros ojos, obra de Bob Shaw, donde se describe un cronovisor que utiliza cristales especiales capaces de enlentecer la velocidad de la luz en su seno con la intención de poder observar el pasado. Todo esto nos demuestra que la pasión del ser humana por trascender los límites del tiempo sigue más viva que nunca.
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