El Caníbal de Milwaukee y el Exorcista III: cuando el cine mata
Jeffrey Dahmer, más conocido como el carnicero de Milwaukee, fue un despiadado asesino que llegó a practicar necrofilia y canibalismo con sus víctimas. También estaba obsesionado con la película 'El Exorcista' III.
La sola mención del Carnicero de Milwaukee despierta en nuestra mente el recuerdo de uno de los más despiadados y complejos asesinos en serie que la historia de la crónica negra ha arrojado de entre sus siniestras páginas. Sus macabras "hazañas" lo sitúan a la altura de criminales como José Antonio Rodríguez Vega, el Mataviejas o el mismísimo Ted Bundy.
El resultado de su itinerario homicida fue la muerte de 17 personas y la puesta en escena de los más depravados y estremecedores actos de sadismo, necrofilia y canibalismo.
Una vez muertos, realizaba prácticas de necrofilia y canibalismo con los cuerpos, los desmembraba y guardaba partes de los mismos como trofeo, generalmente la cabeza
LA SINGLADURA DEL MONSTRUO
Jeffrey Lionel Dahmer nació en Milwaukee, Wisconsin, el 21 de mayo de 1960 y, al contrario de lo que pueda pensarse, vivió una infancia feliz, amparado por el cariño de sus padres y familiares.
A pesar de esto, lo cierto es que durante su niñez y adolescencia solía torturar animales o buscar sus cuerpos por el bosque para conservarlos y despedazarlos. En el instituto sentía una enfermiza atracción por la disección animal y comenzó a perfeccionar su técnica en sus ratos libres. Este comportamiento no pasó desapercibido entre sus compañeros, que comenzaron a tratarlo con cierto recelo. Recordemos que, según la Triada de McDonald –modelo predictivo de asesinos seriales basado en ciertos comportamientos tempranos del sujeto–, el maltrato animal, junto con la enuresis –incontinencia nocturna– y la piromanía, son factores de predisposición a un futuro comportamiento sádico y criminal. Hoy día, este modelo está superado dado su exiguo rigor, pero el FBI lo utilizaba como parte de sus trabajos de perfilación criminal.
Su fascinación por la muerte, junto a su recién reconocida homosexualidad, constituyeron una mezcla muy perniciosa para su estabilidad social y emocional. Mientras luchaba por reprimir sus inclinaciones sexuales (la homosexualidad en aquella época no estaba aceptada socialmente), en su interior empezaba a fantasear con la idea de mantener relaciones íntimas con hombres para luego descuartizarlos y devorarlos.
Su delirante idea fetiche era crear un amante perfecto y sumiso, una especie de zombi plenamente sometido a sus deseos
Un hecho supuso su caída a los infiernos y el principio del monstruo que sería: la separación de sus padres. Su ya martirizada mente no asimiló la idea y se refugió en el alcohol y las drogas.
Su primer crimen lo cometió recién estrenada la mayoría de edad, la víctima era un autoestopista al que embaucó para llevárselo a su casa y, tras unas cervezas, asesinarlo y utilizar su cadáver para satisfacer sus instintos sexuales más perversos. Su delirante idea fetiche era crear un amante perfecto y sumiso, una especie de zombi plenamente sometido a sus deseos.
Trató de desenterrar un cuerpo recién sepultado para realizar aberraciones sexuales con él
Tras un periodo de enfriamiento y lucidez aparente, trata de huir de sus fantasmas matriculándose en la universidad y, posteriormente, alistándose en el ejército. De ambas instituciones será expulsado debido a sus adicciones.
Permanece unos años viviendo con su abuela y, cuando parecía que estaba plenamente recuperado, es el protagonista involuntario de un flirteo sexual con otro chico en una biblioteca. Esto reaviva sus instintos larvados y comienza a llevar a cabo actos de parafilia y degeneración, lo que le llevó a ser detenido por exhibicionismo. Incluso trató de desenterrar un cuerpo recién sepultado para realizar aberraciones sexuales con él. Comienza a frecuentar bares de ambiente en busca de sus presas. Esta sucesión de acontecimientos le lleva a violar y asesinar a su segunda víctima, Steven Tuomi, cuyo cráneo conservó como macabro trofeo.
A estas alturas, el Caníbal de Milwaukee entiende que no puede luchar contra sus demoníacas perversiones y, además, repara en el hecho de que matar le resulta fácil. Comienza a ejecutar una serie de brutales crímenes sujetos a unos patrones definidos: muchachos de cualquier raza y de vidas disolutas, con cierto grado de desarraigo, a los que cortejaba en clubes nocturnos y asesinaba tras invitarlos a consumir droga, alcohol o pornografía. Una vez muertos, realizaba prácticas de necrofilia y canibalismo con los cuerpos, los desmembraba y les tomaba fotografías, guardando partes de los mismos como trofeo, generalmente la cabeza.
El 22 de julio de 1991, Tracy Edwards, engrilletado y drogado, escapa del apartamento de Jeffrey y avisa a la policía. Durante los registros los agentes hallan fotos de cadáveres, restos humanos, cabezas y multitud de indicios macabros que conducen directamente al Carnicero a quince cadenas perpetuas consecutivas, sin que el juez estime la aplicación de atenuante o eximente alguna por enajenación mental.
Jeffrey Dahmer murió en 1994, en el Columbia Correctional Institute, a manos de un esquizofrénico, en una reyerta carcelaria.
EL EXORCISTA III Y JEFFREY DAHMER
El vínculo de Jeffrey Dahmer con el cine resulta inquietante. La película El exorcista III, dirigida por William Peter Blatty en 1990 y basada en su novela Legión, narra la historia del asesino en serie Géminis. Colmada de elementos esotéricos –exorcismo incluido–, obtuvo una crítica aceptable, mucho mejor que su predecesora, El exorcista II, pero sin llegar, ni de lejos, al colosal éxito de su cinta matriz: la ganadora de dos premios Óscar, El exorcista, de 1973.
Jeffrey Dahmer estaba obsesionado con esta película, su visionado era uno de los pasatiempos habituales que compartía con sus víctimas mientras alternaba con ellas en su domicilio y las drogaba y emborrachaba. Se dice que en el momento de su arresto, Dahmer estaba plácidamente sentado en el salón de su casa disfrutando, una vez más, de El exorcista III.
PERFILANDO A UN ASESINO
El caso de Jeffrey Dahmer resulta suficientemente descriptivo como para asimilarlo a un paradigma de perfil de asesino en serie.
En su excelente y didáctico ensayo Criminal-Mente (Ariel, 2018), la abogada y criminóloga Paz Velasco, analiza las siete fases mentales del asesino en serie. Determinadas empíricamente, constituyen el origen del acto criminal al tratarse de fantasías y deseos incubados en la mente de estos sujetos y que los lleva, finalmente, a cometer sus crímenes. La personalidad del Carnicero de Milwaukee se ajusta de manera rigurosa a estas siete etapas descriptivas.
Las siete fases mentales son:
- Fase áurea: El asesino crea un universo imaginario que le aporta seguridad y donde ejerce el control de manera absoluta. En este mundo irreal la víctima es instrumentalizada.
- Fase de pesca: Se selecciona un perfil de víctima y un lugar donde encontrarla.
- Fase de seducción: Se intima con la víctima, ganándose su confianza.
- Fase de captura: Sometimiento de la víctima, primeros actos de crueldad sobre ella.
- Fase del asesinato: Se materializa el crimen
- Fase fetichista: Se toma algo de la víctima -prenda, vídeo, fotografía, cabello…-, lo que les permite rememorar el crimen.
- Fase depresiva: Se produce el enfriamiento emocional del asesino. Los hechos no han satisfecho sus expectativas, construidas por su mente en la fase áurea.
Jeffrey Dahmer fue una víctima más de la fantasía que su desquiciada psique fabricó y a la que dedicó su vida, sus esfuerzos y sus horrendos asesinatos.
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