Siempre pagan los mismos
A la geopolítica se juega en los despechos por parte de presidentes, altos cargos militares y de los servicios secretos, empresarios sin escrúpulos...
Nadie sabe lo que significa una guerra si no la ha vivido. Por fortuna, me encuentro entre aquellos que desconocen lo que es carecer de electricidad; acceso a agua potable y a alimentos; verse obligado a huir precipitadamente de tu casa, dejando atrás todas tus cosas y recuerdos para refugiarte en cualquier subterráneo, rezando porque esa noche un proyectil no acabe con tu vida o con la de tus seres queridos; no conciliar el sueño buscando desesperadamente una forma de huir de tu país con los tuyos… No puedo siquiera aproximarme a esa sensación de absoluta desesperanza y terror que ahora está asolando a millones de ucranianos, pero que antes experimentaron y continúan experimentando civiles de Irak, Afganistán, Siria, Yemen, Libia o Palestina, por no hablar de las brutales guerras que corroen el continente africano –como todas, azuzadas por intereses económicos y geopolíticos extranjeros– y que a nadie le importan una mierda.
La dura realidad es que en la política internacional solo existen intereses y lo que prima es la fuerza
A la geopolítica se juega en los despechos por parte de presidentes, altos cargos militares y de los servicios secretos, empresarios sin escrúpulos, asesores, expertos en estrategias de manipulación y desinformación… Pero ni ellos ni sus allegados van a sufrir las brutales consecuencias de sus criminales decisiones, sino los ciudadanos normales y corrientes que nada saben de política internacional –esa que se parece más al cártel de Sinaloa que a un departamento de relaciones internacionales– y que bastante tienen con llegar a fin de mes, pagar la hipoteca o el alquiler a tiempo y no perder su puesto de trabajo.
Todo este circunloquio viene a cuento para concluir que Putin es un criminal de guerra y debería pagar por ello, al igual que los responsables de la brutal invasión a Irak que causó millones de víctimas, del exterminio del pueblo palestino o de la destrucción de Libia, que se ha convertido por obra y gracia de las bombas de EE UU en un estado fallido que se disputan señores de la guerra, mafiosos, narcotraficantes y esclavistas, en un conflicto que parece no tener fin. En definitiva, la dura realidad es que en la política internacional solo existen intereses y lo que prima es la fuerza.
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