Operación Entebbe: un plan de rescate casi suicida
Aunque de cara a la opinión pública Israel activó su maquinaria diplomática, en secreto preparó una misión de rescate suicida para rescatar a los pasajeros israelitas secuestrados en el vuelo 139 de Air France en 1976.
El escenario que se dibujó hace 45 años en el aeropuerto de la ciudad ugandesa de Entebbe dio pábulo a una de las acciones de rescate más intrépidas que recuerda la historia reciente: un avión secuestrado, terroristas ávidos de venganza y demandas, un despiadado dictador africano y una unidad de élite del ejército más implacable del planeta…
El llamado Oriente Medio ha sido –y es– un retablo de conflictos y tensión que parece no tener solución. Desde la ocupación romana, pasando por las Cruzadas y el Mandato Británico, hasta justo después de la Segunda Guerra Mundial –que es cuando se configura el marco geopolítico que sustenta las disputas actuales–, los enfrentamientos armados, de diversa intensidad, han sido la tónica habitual en este fascinante y milenario territorio del Mediterráneo oriental.
El 27 de junio de 1976, el vuelo 139 de Air France fue secuestrado al realizar escala en Atenas
La pugna por el territorio y los recursos ha hecho que palestinos e israelitas se hayan convertido en incomodos vecinos y enemigos perennes, intentado, ambos, legitimar sus argumentos mediante una intensa disputa por la narrativa. Guerras interpretativas de la historia con el objeto de justificar sus aspiraciones, ante ellos mismos y, sobre todo, ante el mundo, queriendo darle carácter general al germen del conflicto.
El 27 de junio de 1976, el vuelo 139 de Air France, que viajaba desde Tel Aviv hacia París, fue secuestrado cuando realizaba escala en Atenas. De los 248 pasajeros, muchos eran israelitas.
Los terroristas, dos miembros del Frente para la Liberación de Palestina (FPLP) y dos de la Fracción del Ejército Rojo alemán, desviaron el avión hacia Bengasi (Libia) para realizar una parada logística tras la cual reanudaron la marcha hasta su destino definitivo, el aeropuerto internacional de Entebbe, el mayor de Uganda.
Uganda era un Estado autócrata presidido por el tirano Idi Amin. Este, que hasta hacía no muchos años había mantenido relaciones cordiales con Israel y EE.UU, mudó sus lealtades debido a ciertos desencuentros con sus antiguos socios y se alió con el libio coronel Gadafi, mostrándose abiertamente favorable a la causa árabe en la guerra de Yom Kipur, en el año 1973.
Los secuestradores exigieron la liberación de decenas de terroristas presos en distintos países del mundo
La gran repercusión del secuestro del vuelo 139 le situaba en el punto de mira, hecho que trató de aprovechar para ensalzar su figura y aparecer ante el mundo como un gran líder, mediador y conciliador.
Los secuestradores, que habían recibido refuerzos y gozaban de la protección del ejército ugandés, exigieron la liberación de decenas de terroristas presos en distintos países del mundo, especialmente en Israel. Mantenían a los rehenes hacinados en la antigua terminal del aeropuerto, a unos dos kilómetros de la nueva y activa. Las condiciones higiénicas eran ínfimas, a eso había que sumarle la presión psicológica por la incertidumbre de la situación. Los israelitas estaban siendo separados del resto del pasaje.
UN PLAN DE RESCATE CASI SUICIDA
Mientras tanto, y con el mundo en vilo, el primer ministro israelí, Isaac Rabin, convocó a su gabinete de crisis para analizar la situación, que se presentaba manifiestamente adversa. El lugar del secuestro distaba miles de kilómetros de Israel, los terroristas contaban con apoyo humano y material del Gobierno ugandés, el plazo dado por los secuestradores para satisfacer sus demandas era exiguo y la lógica presión de los familiares de los rehenes y de organismos internacionales se hacía sofocante. A lo anterior había que unir la rígida política que seguía Israel de no negociar nunca con terroristas.
Los asesores militares y comandos antiterroristas de Israel comenzron a trazar, contracorriente, un plan de rescate casi suicida
Pero Israel nunca se daría por vencida y puso en marcha una astuta pero arriesgada estrategia: por un lado –y cara a la opinión pública– activó su maquinaria diplomática y entabló conversaciones con los secuestradores; por otro –y con la máxima discreción– sus asesores militares y comandos antiterroristas comenzaban a trazar, contracorriente, un plan de rescate casi suicida.
Gracias a ese doble juego, Idi Amin, metido de lleno en su papel de hombre de Estado, convence a los secuestradores del buen avance de la vía diplomática y consigue que prorroguen el plazo de ejecución de rehenes 72 horas más, además, como gesto, liberan a todos los rehenes no israelitas, más de cien.
El tiempo juega en contra, la prórroga es un balón de oxígeno que Israel ha de aprovechar. El presidente Rabin, el ministro de defensa Simon Peres, asesores militares y los mandos de las distintas unidades de élite reúnen las piezas que tienen, las ponen sobre la mesa y comienzan a elaborar el puzle que configuraría la misión de rescate.
A pesar de lo desesperado de la situación, el Gobierno contaba con algunas bazas a su favor: los testimonios de los rehenes liberados proporcionaban información muy útil como el armamento de los terroristas, número de ellos, hábitos, etc. Moshe Betser, subcomandante de la unidad de élite Sayeret Matkal, había entrenado, años atrás, al ejército ugandés y conocía a la perfección sus características. Una empresa israelí construyó la terminal del aeropuerto donde se encontraban los rehenes, se pudieron recuperar los planos, básicos para el diseño de la operación. También, los israelitas contaban con el apoyo de Kenia, país rival y vecino de Uganda.
LA SUERTE ESTÁ ECHADA
La Operación Entebbe u Operación Trueno dio comienzo el día 3 de junio de 1976, menos de un día antes de la finalización del siniestro ultimátum impuesto por los secuestradores.
La misión contó con distintas fases. El transporte de los comandos y el material corrió a cargo de cuatro aviones Hércules C-130, estos se vieron obligados que atravesar el Mar Rojo a unos 30 metros de altitud para evitar los radares de países como Egipto o Sudán, además tuvieron que aterrizar a oscuras y de incógnito, después de recorrer unos 3500 kilómetros. El primer avión, pilotado por Joshua Shani, iría a la cabeza, aterrizaría primero y dejaría en la pista del aeropuerto un coche Mercedes de color negro y varios jeeps militares, la idea era hacer creer los soldados ugandeses que vigilaban las instalaciones que se trataba de una visita sorpresa de Idi Amin y su escolta.
La misión culminó con éxito en menos de una hora. Los rehenes fueron liberados bajo la lluvia de proyectiles
Una vez en tierra, los vehículos tendrían que recorrer más de dos kilómetros para llegar a la antigua terminal, lugar del secuestro. En el trayecto tuvieron un contratiempo y se vieron obligados a disparar contra los militares ugandeses, esto hizo que, debido al estruendo de las detonaciones, se perdiese el importantísimo factor sorpresa.
Los comandos se precipitaron hacia la terminal, hubo un incesante intercambio de disparos entre los rescatadores y los soldados ugandeses apostados en las pistas y en la torre de control. Los sorprendidos terroristas apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de ser abatidos, el jefe de los comandos es alcanzado por disparos de un soldado ugandés, los rehenes son liberados bajo la lluvia de proyectiles, la situación se torna imposible, los comandos y los rehenes se encuentran sitiados por los ugandeses. Es en ese instante de desesperación cuando aparecen, providencialmente, los cientos de efectivos de los demás aviones, que habían tomado tierra minutos después del primero. Estos aplastan de forma rotunda a las fuerzas ugandesas y trasladan a los rehenes hacia su salvación.
La misión culminó con éxito en menos de una hora, decenas de soldados ugandeses fallecieron, todos los terroristas y cuatro rehenes, tres en el curso del asalto y otra, una anciana que estaba hospitalizada, que sería ejecutada por órdenes de Idi Amin como represalia por el rescate. Por parte de Israel, hubo que lamentar solo una baja, la del comandante Yonatan Netanyahu. Como víctimas colaterales figurarían cientos de inocentes keniatas residentes en Uganda, asesinados como venganza por el abyecto Amin.
La Operación Entebbe constituyó un hito en la historia de Israel, la llegada de los rehenes a casa desató un júbilo sin precedentes en la sociedad judía. Los países occidentales, en general, celebraron el rescate, que fue valorado como legítimo y justificado, respuesta a una agresión contra la ciudadanía y soberanía israelí. Asimismo, se puso de manifiesto la extraordinaria capacidad de respuesta, a nivel político y militar, del Gobierno de Israel y su aptitud para resolver las frecuentes situaciones límite a las que se ve expuesto y que comprometen su supervivencia como Estado soberano.
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