Islas de pensamiento
Diferentes algoritmos y aplicaciones tienen como finalidad reforzar nuestra idea sesgada del mundo, creando trincheras impetenetrables que nos alejan más como sociedad.
El mes pasado en esta misma columna, me centraba en la inmensa influencia que la Inteligencia Artificial (IA) ejerce sobre nuestras vidas, a pesar de que no somos conscientes de ello. Programas de IA manejan las redes sociales, Amazon, Google, YouTube… La finalidad de esos softwares es que permanezcamos el máximo tiempo posible delante de nuestros dispositivos para recibir el mayor número de impactos publicitarios, cada vez mejor dirigidos directamente a cada usuario, porque los programas de IA llegan a conocernos mejor que nosotros mismos. Por lo tanto, la propia visión del mundo de cada uno de nosotros se ve reforzada por la información que recibimos de las redes, de las plataformas de Internet, de las sugerencias que aparecen ante nuestros ojos cada vez que llevamos a cabo una búsqueda en Google, etc. El riesgo es que nos creamos que el mundo es tal y como lo pensamos nosotros. Lo cierto es que la realidad es infinitamente diversa, pero como de lo que se trata es de que nos enganchemos a nuestros dispositivos electrónicos, la mayoría de las informaciones y mensajes que recibimos a través de la Red de Redes van en la misma línea de nuestra ideología. Así podemos creernos que solo nosotros y los que piensan de manera similar estamos en posesión de la verdad, y el resto del mundo está equivocado. Es lo que se ha dado en llamar "islas ideológicas", promovidas por el propio funcionamiento de los programas de IA que manejan Internet. Eso genera "trincheras impenetrables" que cada vez se alejan más de otras "trincheras". A largo plazo esta situación significa el fin de los acuerdos, de los consensos, del respeto a las reglas del juego democrático y a las opiniones de los demás. Las sociedades se tornan cada vez más ingobernables, y el sano escepticismo respecto al poder político puede degenerar en ideas conspiranoicas sin pies ni cabeza, basadas únicamente en la fe, como si se tratase de una nueva religión en la que la lógica y el análisis objetivo de los datos no importa absolutamente nada.
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