Implantación masiva de chips para controlar la sociedad
Poco a poco tendrá lugar la implantación masiva de chips, que serán esenciales para realizar operaciones de la vida diaria como hacer una compra o acceder a un medio de transporte.
Las aplicaciones de los chips subcutáneos irán tornándose cada vez más útiles y vitales, de manera que se aísle y margine socialmente a aquellos ciudadanos que no dispongan de él. Por ejemplo, imaginemos que se almacena nuestro CV en un chip. Se alegará que así nadie puede falsificar un título que va alojado en el mismo. Pero si no tienes chip, ya no puedes buscar trabajo. Al final, un chip tendrá más entidad jurídica que la carne y la sangre que nos hace seres biológicos: chips para cobrar el desempleo, para pagar con tarjeta, para ir al médico, para contratar una nueva línea de teléfono, etc.
Llegados a este punto de «normalización», la sociedad responderá –o mejor dicho se conformará– en torno a éste generando nuevas realidades sociales. Habrá personas consideradas «parias» sólo por no llevarlo. Se tratará de una nueva forma de exclusión social, que afectará especialmente a los más desfavorecidos. Ya en 2006, vimos noticias de que en EE. UU. se planteaba implantar chips a inmigrantes ilegales… El problema del implante masivo es que permitirá al poder la fiscalización total del individuo. Sería teóricamente posible «desconectar» a una persona del sistema. Hacerla invisible. Que ésta no pueda comprar, viajar, ir al medico o siquiera circular libremente.
El plan consiste en aislar y marginar a los ciudadanos que decidan no implantarse el chip
De hecho, en la actualidad, en España todas las personas con DNI «tienen la obligación a exhibirlo cuando fueren requeridas para ello por la Autoridad o sus Agentes» (RD 1553/2005, 23 Diciembre, art. 2). En este sentido, hacer una trasposición a la obligatoriedad de tener un chip parece sólo un pequeño paso.
A quienes estamos interesados en las libertades civiles, nos preocupa especialmente cuánta gente aceptaría implantarse un chip voluntariamente o qué percepción existe sobre ellos. Según una encuesta realizada en 2006 por el Instituto británico para el Estudio del Sector de la Alimentación, un 10% de los adolescentes y un 5% de los adultos no tendría ningún inconveniente en implantarse un chip en su organismo, al objeto de identificarse, pagar, etc.
El resultado de la muestra se nos antoja preocupante, aunque, lógicamente, se trataba de una encuesta parcial, dirigida a los consumidores y con el argumento de facilitar las transacciones comerciales. Pero, ¿acaso no somos todos consumidores?
Sociedad «chipeada»
Sea como fuere, en el horizonte de una plausible sociedad chipeada hay varios aspectos a tener muy en cuenta.
El primero y más importante es que la libertad individual y la privacidad habrán sufrido un durísimo revés. Como ya hemos visto por el escándalo de las escuchas, nos enfrentaríamos a que agencias como la NSA (y otras) tendrían acceso prácticamente ilimitado a la intimidad de una mayoría implantada. Nadie estaría a salvo y, como hemos mencionado, quien ejerciera este control podría hacerlo para llevar a la práctica fines ilícitos y no consensuados. Desde anular un historial académico hasta borrar la identidad de una persona non grata para el sistema.
Aquí, conviene recordar el programa COINTELPRO (1956-1971) del FBI, orientado a investigar y desarticular organizaciones políticas disidentes dentro de EE UU. El documento fundador de COINTELPRO dirigía a agentes del FBI a «exponer, desbaratar, descarriar, desacreditar o, de lo contrario, neutralizar» las actividades de estos movimientos y de sus líderes. Un proyecto de ese estilo con una población chipeada se nos antoja una lucha demasiado asimétrica.
En un mundo como en el que vivimos, quienes detentan el poder necesitan insuflar grandes dosis de miedo e inseguridad entre los ciudadanos. Instalada dicha paranoia, no hay duda de que los sujetos son más influenciables y manejables, fin último de cualquier mecanismo de control.
Comentarios (2)
Nos interesa tu opinión