Conspiraciones
22/05/2013 (17:32 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
HLC: LA HUMANIDAD, AMENAZADA
Mado MartínezEl Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) y sus inquietantes actividades siguen aquí, al igual que nosotros. Ningún agujero negro fuera de control nos ha engullido. ¿Significa esto que los profetas de la destrucción estaban equivocados? ¿Podemos respirar tranquilos? Al parecer, no tanto. De hecho, según muchos de los científicos que en su día dieron la voz de alarma, los riesgos se habrían incrementado exponencialmente y, cada día que pasa, nos acercamos a un dramático final. El mismo artefacto que descubrió la «partícula de Dios» puede mandarnos al infierno.
El físico Martin Rees dice que las probabilidades de que un acelerador produzca una catástrofe global son de 1 entre 50 millones. Visto así, parece una cantidad ridícula. Pero, si tenemos en cuenta que la comparación podría equivaler a las posibilidades que tenemos de que nos toque la lotería, la cosa cambia. Porque si creyéramos que es «imposible» que nos toque la lotería, no la compraríamos, ¿verdad?
En 2008, varios científicos presentaron una denuncia en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, al objeto de paralizar la puesta en marcha del acelerador de partículas del CERN, por el peligro de que éste generase agujeros negros capaces de engullir la Tierra. En concreto, los investigadores firmantes indicaban que «la colisión de partículas en el acelerador podría provocar la aparición de pequeños agujeros negros capaces de aspirar el planeta y hacerlo desaparecer. El riesgo es lo suficientemente alto como para que el proyecto sea detenido».
La denuncia, impulsada por el físico vienés Markus Goritschnig, iba firmada, entre otros, por el prestigioso bioquímico y teórico del caos Otto Rössler. No obstante, los tribunales de Estrasburgo desestimaron la demanda y, como es sabido, en septiembre de aquel mismo año millones de protones recorrían los 27 kilómetros del LHC, señalando el comienzo de la polémica carrera de la «máquina de Dios».
CRÍTICAS Y DENUNCIAS
En todo caso, Goritschnig y Rössler no fueron los primeros en intentar detener el proyecto. En marzo de 2008, un grupo de personalidades críticas con el mismo habían interpuesto una demanda en un tribunal de Hawái, sustentada en lo que ellos calificaban como «riesgos significativos de que la operación tenga consecuencias que pudieran desembocar en la destrucción de nuestro planeta».
Entre los demandantes estaban el español y filósofo de la ciencia Luis Sancho y el físico y abogado norteamericano Walter Wagner, quien alertó de que el protocolo de seguridad del Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) contenía «errores importantes», cuantificando los posibles riesgos asociados a su mal funcionamiento con una frase demoledora, que recogieron medios de comunicación en todo el mundo: «El LHC tiene el 75% de posibilidades de acabar con la vida en la Tierra» (Continúa en AÑO/CERO 274).
En 2008, varios científicos presentaron una denuncia en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, al objeto de paralizar la puesta en marcha del acelerador de partículas del CERN, por el peligro de que éste generase agujeros negros capaces de engullir la Tierra. En concreto, los investigadores firmantes indicaban que «la colisión de partículas en el acelerador podría provocar la aparición de pequeños agujeros negros capaces de aspirar el planeta y hacerlo desaparecer. El riesgo es lo suficientemente alto como para que el proyecto sea detenido».
La denuncia, impulsada por el físico vienés Markus Goritschnig, iba firmada, entre otros, por el prestigioso bioquímico y teórico del caos Otto Rössler. No obstante, los tribunales de Estrasburgo desestimaron la demanda y, como es sabido, en septiembre de aquel mismo año millones de protones recorrían los 27 kilómetros del LHC, señalando el comienzo de la polémica carrera de la «máquina de Dios».
CRÍTICAS Y DENUNCIAS
En todo caso, Goritschnig y Rössler no fueron los primeros en intentar detener el proyecto. En marzo de 2008, un grupo de personalidades críticas con el mismo habían interpuesto una demanda en un tribunal de Hawái, sustentada en lo que ellos calificaban como «riesgos significativos de que la operación tenga consecuencias que pudieran desembocar en la destrucción de nuestro planeta».
Entre los demandantes estaban el español y filósofo de la ciencia Luis Sancho y el físico y abogado norteamericano Walter Wagner, quien alertó de que el protocolo de seguridad del Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) contenía «errores importantes», cuantificando los posibles riesgos asociados a su mal funcionamiento con una frase demoledora, que recogieron medios de comunicación en todo el mundo: «El LHC tiene el 75% de posibilidades de acabar con la vida en la Tierra» (Continúa en AÑO/CERO 274).
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