Buitres de la salud
El lobby farmacéutico está jugando con la salud de cientos de millones de personas, y su veto a la liberación de las patentes es tan inmoral como estúpido
El mundo tiembla por la enésima variante de la Covid-19: ómicron. A la hora de escribir estas líneas, todo está por comprobar y los medios de comunicación no paran de ofrecer informaciones contradictorias. Sin embargo, del aspecto más importante de esta variante pocos hablan. Se detectó en Sudáfrica (que no quiere decir que surgiera en ese país), cuyo Gobierno lleva un año pidiendo una exención temporal de la propiedad intelectual de las vacunas, o lo que viene siendo lo mismo, que se libere la patente de las mismas para poder producirlas en masa y vacunar a su población, puesto que a fecha de hoy solo ha sido inmunizado el 20% de los sudafricanos. Al menos Sudáfrica tiene capacidad para producir y distribuir las vacunas, pero no puede pagar el elevado precio de las mismas. Otros países del llamado Tercer Mundo carecen de medios e infraestructura para hacerlo, pero sería posible vacunar a su población si Europa, EE UU, Rusia y China apostaran por ello y pusieran en marcha –apoyándose en organizaciones internacionales como la ONU– una campaña de vacunación mundial. Para ello es esencial que se liberen las patentes, porque el coste de producción de cada vacuna es de unos céntimos de euro, pero el precio real es de decenas de euros como consecuencia de la propiedad intelectual. Precisamente en las regiones del planeta donde su población no está vacunada, el virus circula a sus anchas y da lugar a variantes que en cuestión de semanas ya se han extendido por todo el mundo. En cualquier momento una de esas variantes puede acabar con las vidas de decenas o cientos de millones de personas, pero las farmacéuticas, secundadas principalmente por la Unión Europea, bloquean en la Organización Mundial del Comercio (OMC) la liberación de las patentes. Sospecho que el lobby de las farmacéuticas estaría encantado de que una variante fuera resistente a las vacunas, porque se tardaría solo un par de meses en fabricar el nuevo remedio, y de nuevo toda la población del mundo rico a vacunarse, con los consiguientes incalculables beneficios para las farmacéuticas. Están jugando con fuego, y su veto es tan inmoral como estúpido.
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