Armas invisibles de ficción al poder de EE. UU.
Las autoridades cubanas aseguraban hace un par de años que no tenían nada que ver con los sucesos ocurridos en la embajada de los EE. UU. en la isla, y que afectaron a casi a una veintena de funcionarios. En aquel momento se habló del uso de un cañón sónico que puso de manifiesto el uso de tecnología militar que parece de ficción. Pero, ¿qué hay detrás de estos sucesos? ¿Sabemos qué armas pueden estar usando contra la población civil para comprobar su efectividad?
No, no lo sabemos. Porque muchas de estas armas ni tan siquiera las podemos ver. Años atrás, el biólogo Graig Venter, fundador de Celera Genomics, la primera compañía privada en secuenciar el genoma humano, aseguró que la guerra del futuro no sería con tanques, aviones, o bombas; tampoco con piedras y palos, como dijo Albert Einstein que sería la tercera guerra mundial. Hablamos de algo mucho más sutil, de un ejército invisible que nos ataca sin que seamos capaces ni tan siquiera de percibirlo. Porque Venter asegura que hemos llegado al punto de poder inocular a una población un virus que puede, incluso, permanecer en estado latente, «dormido», durante años, hasta que alguien lo activa mediante una señal. Terrible, ¿verdad?
El cañón sónico es uno de los muchos legados malditos que nos ha llegado de la época nazi, ya que fue inventado en la década de los treinta del siglo pasado por el doctor Wallauschek. Legado, todo sea dicho, perfeccionado, porque la máquina que inventó el científico alemán jamás llegó a ser utilizada ya que su envergadura era tan descomunal que hacía muy difícil su desplazamiento.
Hoy día estos cañones son utilizados principalmente por cuerpos de policía antidisturbios, ya que puede emitir un potente pitido de hasta 152 decibelios y un alcance de hasta tres kilómetros y medio, lo que acarrea un trauma agudo en el oído de quien lo escucha.
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