El apocalipsis del petróleo que nos ocultan
Nos hallamos ante un estancamiento de la extracción de petróleo, que derivará muy pronto en la falta de «oro negro», con el "apocalipsis" que eso implicaría para la economía y nuestra forma de vida
Durante los noventa, las bondades del petróleo fueron divulgadas a los cuatro vientos por los principales gobiernos de Occidente, quienes las acompañaron de abundantes reducciones fiscales. Las ventas de vehículos adaptados al diésel predominaron sobre las de gasolina. Pero de la noche a la mañana, ese «ángel» del motor se ha tornado «demonio», y lo que antaño se alentaba con agrado, ahora es percibido como un horror.
Hay una cruzada oficial contra el diésel justificada por motivos medioambientales. Las emisiones más dañinas para la atmósfera y el envenenamiento del aire proceden de las partículas quemadas por el gasoil, así que en una etapa histórica tan sensibilizada con el cambio climático parece haber llegado el momento de acometer acciones definitivas. Se estima que un vehículo diésel moderno expulsa seis veces más dióxido de nitrógeno que uno de gasolina.
Está empezando a faltar combustible y no existe una alternativa válida
Pero, ¿es esta toda la verdad detrás de un giro tan fulminante de los acontecimientos? En España, el doctor en Física Teórica e investigador del CSIC, Antonio Turiel, lleva unos años clamando contra esta perspectiva monolítica. Desde su blog, The Oil Crash, Turiel postula que el problema de fondo no ha sido tanto la alta toxicidad del diésel como la cada vez más escasa producción de petróleo de calidad. La campaña contra el gasoil sería el primer síntoma evidente. El investigador expone en su blog: «A partir de 2010, el fracking empieza a despegar con fuerza en EE. UU. y se inunda el mercado con petróleo ligero, que no vale para refinar diésel (…) El petróleo de fracking sólo sirve para hacer gasolina y por eso no alivia el problema del diésel».
Provocará el definitivo crack financiero
En consecuencia, la industria se estaría transformando disimuladamente y adaptando a la nueva situación, imponiendo un cambio a los consumidores. No tanto por el perjuicio medioambiental, sino porque vamos a un estancamiento en la extracción de petróleo, que además ofrece menos posibilidades de refinado que antes. «Cuando anuncien que le van a subir de una manera brutal los impuestos a su coche de diésel, ahora ya sabrá por qué –argumenta Turiel–, puesto que se prefiere ajustar estos desequilibrios con un mecanismo que parezca de mercado –aunque éste sea cada vez menos libre– a explicar la verdad».
El escenario resultaría muy distinto: está empezando a faltar combustible y no existe una alternativa válida. «La extracción de petróleo crudo está en declive desde 2005, lo cual se agrava con la disminución de la exportación de los países exportadores al aumentar su consumo propio», argumenta. Primero se eliminarán los coches diésel cuyo petróleo refinado es más exigente, pero a continuación la persecución afectará a los vehículos de gasolina, algo que en cierto modo ya está ocurriendo al restringir su acceso al centro de las grandes ciudades y primar los transportes híbridos y eléctricos. Sin embargo, estos todavía no están preparados para cubrir todas las necesidades ni sustituir adecuadamente a los vehículos movidos por hidrocarburos.
Por lo tanto, y si nadie lo remedia, podríamos entrar a medio plazo en un «petrocalipsis» que provocará un racionamiento y ralentización aguda del crecimiento. Desafortunadamente, «amparándose en esta incertidumbre y dado lo incómodo de las consecuencias previsibles, hay una tendencia a dar un bajo perfil de estas noticias en los medios de comunicación convencionales», sentencia Turiel.
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