Alto Secreto: Armas de Microondas
Desde principios de los 60, ejércitos y servicios secretos han desarrollado armamento de microondas, capaz de provocar enfermedades e incluso matar a distancia sin dejar rastro. También se emplean para manipular pensamientos y comportamientos de amplios grupos de población.
Afinales de septiembre de 2017, el Departamento de Estado de EE UU repatrió a la mayor parte del personal que prestaba servicio en la embajada estadounidense en Cuba. El hecho sorprendió a periodistas y analistas políticos que nada sabían sobre las modernas armas de microondas, puesto que el Departamento de Estado acusó al espionaje cubano de estar «bombardeando» su legación en La Habana con ondas de alta frecuencia –inaudibles y casi imposibles de detectar– que estaban causando graves problemas de salud a los empleados.
Según los servicios médicos de la embajada, entre las consecuencias se contaban malestar general, dolores de cabeza, mareos, pitidos en los oídos y toda clase de trastornos cognitivos. Un alto funcionario estadounidense declaró a la prensa que al menos 21 trabajadores «han sufrido lesiones graves como consecuencia de estos ataques de naturaleza sónica».
El Gobierno cubano se apresuró a negar su implicación, pero de poco sirvió, porque, en respuesta, EE UU expulsó a quince diplomáticos del país caribeño en Washington y emitió un comunicado oficial en el que se lee: «El Gobierno de Cuba es responsable de todas las medidas para prevenir los ataques a nuestro personal diplomático y a los ciudadanos estadounidenses en Cuba».
La CIA tiene la sospecha de que los ataques con armas de microondas no tuvieron lugar solo contra la legación, sino también en domicilios, restaurantes y hoteles frecuentados por miembros de la embajada, principalmente agentes de la CIA. Por tanto, los autores deben contar con artilugios móviles no demasiado voluminosos, además de estar entrenados en operaciones con esta clase de armamento.
Después de analizar la situación sobre el terreno, un equipo de investigadores estadounidense prácticamente descartó la implicación de la inteligencia cubana, apuntando directamente a unidades del FSB –el servicio secreto ruso– que operan en la isla. En cuanto dicha hipótesis acabó en los medios de comunicación internacionales, María Zajárova, portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, se vio obligada a realizar una declaración: «En lo que respecta a los intentos de ver cierto interés o una participación directa o indirecta de nuestro país en este asunto, es algo, sin duda, absolutamente absurdo».
ASESINATOS «LIMPIOS»
No era la primera vez que empleados del Departamento de Estado eran blanco de un ataque de esta clase. Entre 1962 y 1965, los miembros de la legación estadounidense en Moscú comenzaron a sufrir una serie de extrañas dolencias, como desorientación, dolor de cabeza, dificultades de coordinación, etc.
Agentes de la CIA desplazados a la capital de la URSS pensaron en un principio en un envenenamiento masivo o en la dispersión en el aire de un agente químico, pero al final descubrieron que los síntomas de sus compatriotas eran causados por la emisión de haces de microondas desde un edificio situado frente a la embajada. Walter Stoessel, el embajador en la URSS, que al parecer era el objetivo principal del ataque, sufrió graves problemas de salud, como terribles dolores de cabeza y hemorragias en los ojos. Acabó falleciendo algún tiempo después a causa de un linfoma. La CIA bautizó el caso con el nombre de «la señal de Moscú».
Por supuesto, la inteligencia de EE UU no se quedó de brazos cruzados. Al contrario. En 1965 puso en marcha el conocido como Proyecto Pandora, cuya finalidad era precisamente estudiar el uso de las microondas como arma en guerras y operaciones de espionaje.
En 1968, agentes y científicos de la CIA llevaron a cabo terribles experimentos con prisioneros vietnamitas en el Hospital de Bien Hoa. Pretendían conocer si era posible doblegar la mente de un enemigo mediante impulsos eléctricos. Los resultados obtenidos se consideraron alto secreto y los prisioneros fueron ejecutados para que no quedaran pistas de los ensayos.
Al mismo tiempo, el Ejército estadounidense comenzó a interesarse por los estudios de Allan H. Frey, biólogo de la Universidad de Cornell que trabajaba sobre el efecto auditivo generado por las microondas. En 1962 publicó el primer trabajo científico importante sobre el asunto, titulado Respuesta del sistema auditivo a la energía de radiofrecuencia. El Dr. Frey también llevó a cabo experimentos para reducir la agresividad en animales, proyectando hacia ellos haces de microondas de alta frecuencia. Consiguió que unas ratas que se peleaban ferozmente cuando se les pellizcaba la cola, aceptaran dicha agresión con pasividad en el momento que eran irradiadas con microondas. Proyectando microondas de baja intensidad también logró degradar el equilibrio motor de ratas y otros animales.
Desde entonces se ha avanzado enormemente en este campo. Eso sí, en el más absoluto de los secretos, aunque en alguna ocasión las declaraciones de mandatarios de las grandes potencias ofrezcan alguna pista al respecto. Es el caso del presidente ruso. En 2012, Vladímir Putin pronunció las siguientes palabras: «En un futuro se desarrollarán sistemas de armas basados en nuevos principios, como tecnología de haces y de ondas, geofísica, psicofísica, genética y de otra clase. Todo esto, además de las armas nucleares, proporcionará instrumentos completamente nuevos para alcanzar objetivos políticos y estratégicos. Los efectos de tales sistemas de armas de alta tecnología serán comparables a las armas nucleares, pero resultarán más aceptables en términos de ideología política y militar. Por lo tanto, el equilibrio estratégico de las fuerzas nucleares tendrá un papel cada vez menor para disuadir la agresión y el caos». En el mismo sentido se expresó el entonces ministro de Defensa ruso Anatoly Serdyukov: «El desarrollo de armas basadas en nuevos principios de la física forma parte del programa estatal de adquisición de armamento para el periodo 2011-2020».
A mediados de los 60, cuando la CIA puso en marcha el Proyecto Pandora, Richard Cesaro ocupaba el cargo de director de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA por sus siglas en inglés), un organismo dependiente del Departamento de Defensa y financiado con miles de millones de dólares para la creación de tecnologías armamentísticas avanzadas.
TECNOLOGÍA TOP SECRET
Cesaro estaba especialmente interesado el uso militar de las microondas, así que se encargó personalmente de que DARPA ofreciera apoyo al Proyecto Pandora. Durante una entrevista declaró lo siguiente: «Para conseguir un salto tecnológico en el campo militar hay que ir más allá de las bombas y llegar a controlar las mentes de los enemigos (…) La posibilidad de ejercer cierto grado de control sobre el comportamiento humano mediante microondas de baja intensidad es, a la luz de nuestras investigaciones, algo razonable».
Desde entonces poco ha trascendido sobre las investigaciones en el seno de DARPA en relación a la aplicación de las microondas al campo militar. Sin embargo, las informaciones a cuentagotas que da a conocer dicho organismo ofrecen algún indicio al respecto. Como ocurrió en febrero de 2017, cuando una nota oficial reveló que DARPA está financiando un programa llamado Radio-Bio, cuyo objetivo es determinar si las células intercambian información mediante señales electromagnéticas y, de ser así, averiguar cómo lo hacen. Mike Fiddy, director de RadioBio, aseguró que los hallazgos del proyecto «podrían conducir a una amplia gama de importantes tecnologías en biología, así como nuevos diseños de antenas de pequeño tamaño y otros conceptos innovadores para sistemas de comunicación en entornos electromagnéticos desordenados cada vez mayores». Sin duda, el estudio podría abrir la puerta a la creación de armas de microondas capaces de distorsionar la información electromagnética que se transmiten las células, provocando toda clase de dolencias en cualquier organismo biológico.
MANIPULAR EL PENSAMIENTO
En realidad, los expertos del Departamento de Defensa y la CIA saben desde hace décadas que las microondas afectan a las células.
Para muestra, un botón. A principios de los años 70, el Dr. Milton Zarat, que trabajó en el Proyecto Pandora y se encargó de analizar para la CIA las investigaciones sobre microondas que se estaban llevando a cabo en la URSS, escribió lo siguiente:
«(Los soviéticos) creen que el campo electromagnético inducido por el entorno de microondas afecta a la membrana celular, lo que da como resultado un aumento en el nivel de excitación de las células nerviosas. Con la exposición repetida o continua, el aumento de la excitabilidad conduce a un estado de agotamiento de las células de la corteza cerebral».
Algunos años después, en 1976, un comité del Senado estadounidense publicó un informe cuyo título explica convenientemente su contenido: Estudios sobre las armas de microondas de los soviéticos. En una de sus páginas leemos:
«Las microondas pueden causar desorientación e infartos en los seres humanos. Otro efecto biológico que puede lograrse es el de crear voces. Es posible transmitir sonidos y palabras que se escuchen intracranealmente mediante la modulación de señales a una frecuencia muy baja».
Precisamente el objetivo del Proyecto Pandora no consistía solo en emplear las microondas para causar dolencias en personas, sino también averiguar si era posible dirigir los pensamientos y controlar el comportamiento de individuos irradiados. Con el paso del tiempo hemos ido conociendo los hallazgos de algunos de los investigadores que participaron en el Proyecto Pandora. Por ejemplo, el Dr. William Ross Adey demostró que es posible modular una emisión de radiofrecuencia a la frecuencia cerebral de una persona para manejar su comportamiento hasta cierto punto, y el Dr. Sharp realizó importantes avances en la transmisión de palabras y sonidos mediante ciertas frecuencias de microondas.
Ya en la década de los 70, científicos de la NASA descubrieron que este efecto se produce por la expansión térmica del oído humano alrededor de la cóclea (estructura situada en el oído interno), lo que se puede lograr modulando microondas capaces de generar palabras que la víctima interpretará como provenientes del interior de su cabeza.
A mediados de los años 90, la Fuerza Aérea estadounidense publicó un trabajo que alude a un arma sonora para transmitir mensajes al cerebro de un individuo. «La señal puede ser considerada como un mensaje de Dios que advierte al enemigo de una muerte inminente o alentarlo a rendirse». Años más tarde, concretamente el 13 de diciembre de 2006, varios investigadores se aprovecharon de la Ley de Libertad de Información en EE UU para conseguir que el Departamento de Defensa diera a conocer un extraordinario documento que se había clasificado como secreto en 1998.
Se trata de un informe redactado por especialistas del Comando de Inteligencia y Seguridad del Ejército estadounidense sobre el uso de microondas como arma de guerra y en operaciones de sabotaje e inteligencia.
«El empleo de microondas –leemos en el citado documento– puede ser útil para proporcionar una condición perjudicial para la persona no consciente de tal tecnología. No solo puede ser dañino para el sentido del oído, sino psicológicamente devastador si un individuo escucha de repente voces que provienen del interior de su cabeza».
DESTRUYENDO MENTES
El interés de la comunidad de inteligencia de EE UU en esta clase de armamento provocó que no solo la CIA, sino diversos servicios secretos, financiaran investigaciones en universidades y empresas. Por ejemplo, la inteligencia de la Marina invirtió millones de dólares en proyectos para inducir paros cardíacos, trastornos del comportamiento y alucinaciones auditivas empleando el potencial de las microondas.
El científico Eldon Byrd trabajó a principios de los años 80 para la Oficina de Armas No Letales de la Marina desarrollando dispositivos electromagnéticos para el control de disturbios y operaciones clandestinas. Byrd escribió un puñado de trabajos sobre la influencia perniciosa de ciertos campos de microondas en animales. Él y su equipo irradiaron con microondas fetos de animales, descubriendo que, al nacer, las criaturas exhibían una degradación de su inteligencia y una incapacidad para aprender tareas fáciles, sin contar los abortos espontáneos y defectos congénitos. Por otro lado, halló que «proyectando cierta frecuencia e intensidad de potencia es posible hacer que un animal ronronee o se tumbe».
También la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) publicó un amplio informe que alude al empleo de la radiación con microondas para matar, aturdir o cambiar el comportamiento de terroristas. Otra poderosa organización, la Rand Corporation –un «tanque de pensamiento» fundado por el Departamento de Defensa estadounidense, que se nutre tanto de fondos públicos como privados–, elaboró un informe para altos cargos del Pentágono que advierte de los efectos adversos que causa la exposición más o menos continuada a campos de microondas, como fatiga, dolor de cabeza, alucinaciones visuales y auditivas, alteraciones del comportamiento, pérdida de memoria, etc. Tampoco faltan los científicos que han dado la voz de alarma, advirtiendo del peligro que se cierne sobre la población si ejércitos y servicios de inteligencia avanzan lo suficiente en la creación de armamento de microondas.
En declaraciones al diario The New York Times, el profesor de Psicología David Krech aseguró que el desarrollo de esta clase de armas «tiene implicaciones que pueden ser aún más serias que las producidas por la física atómica años atrás».
De la misma opinión es el Dr. R. O. Becker, nominado al Premio Nobel por sus investigaciones sobre el bioelectromagnetismo, quien aseguró en repetidas ocasiones que las microondas pueden ser empleadas «en operaciones encubiertas, diseñadas para volver loco a un objetivo con voces en su cabeza».
MÁS PELIGROSO QUE LA BOMBA ATÓMICA
Precisamente, las investigaciones de un español, el neurofisiólgo José Manuel Rodríguez Delgado –que enseñó en la prestigiosa Universidad de Yale–, ofrecen abundantes pistas de la tecnología que hoy en día manejan agencias de inteligencia y ejércitos de las grandes potencias.
En 1966, el famoso científico se enfrentó a la embestida de un toro que llevaba conectados unos electrodos al cerebro, sin más protección que una pequeña caja negra en las manos con la que controlaba la voluntad del animal. Ese mismo año, Delgado declaró que sus experimentos «apoyan la desagradable conclusión de que los movimientos, las emociones y el comportamiento pueden manipularse a través de fuerzas eléctricas por medio de botones como un robot (…) En el futuro podríamos llegar a gobernar de manera inteligente y razonable la fuente de todas las actividades humanas». También aseguró que «esta clase de armamento, es más peligroso que una bomba nuclear» y que «el principal problema en el futuro será que se robotice a los seres humanos sin que se den cuenta de ello».
También Richard Helms, director de la CIA cuando la agencia de espionaje puso en marcha una serie de proyectos de control mental como el MK-ULTRA, se refirió en diversas ocasiones a «la batalla por las mentes de los hombres», abogando por «un nuevo enfoque que integre la investigación biológica, social y físico-matemática para controlar el comportamiento humano».
Por supuesto, también se han desarrollado estudios muy alejados del campo militar, como el uso de microondas para que individuos con cierto tipo de sordera puedan escuchar sonidos y palabras o para todo lo contrario: provocar que esquizofrénicos dejen de oír voces en su mente. En definitiva, se trata de una tecnología que ofrece múltiples posibilidades, tanto en el campo de la guerra como en el del espionaje y muchos otros, al igual que ocurre con la genética, la biotecnología, la inteligencia artificial, la robótica, etc. Sin duda, los avances tecnológicos serán clave en las estrategias militares y de inteligencia de todos los países, sobre todo de las grandes potencias que ahora mismo se están jugando su papel hegemónico en el tablero mundial.
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