Civilizaciones perdidas
20/05/2010 (10:50 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Vidocq, un visionario contra el crimen
De ladrón a detective, de delincuente a héroe nacional. La vida de François Vidocq fue un compendio de aventuras, hazañas y misterios que le llevaron a convertirse en el primer detective de la época. Sus revolucionarios métodos de investigación fascinaron a una población ávida de sucesos novelescos, crímenes extraños y policías con capacidades de deducción sobrehumanas. Vidocq cumplió las expectativas con creces.
Octubre de 1809. El amor entre el emperador Napoleón y su esposa Josefina pasa por malos momentos. Ella ha decidido separarse y ahora vive en una pequeña finca a las afueras de París. Sin embargo, Napoleón aún la quiere y, por eso, acude rápidamente a visitarla cuando le informan de la desaparición de un valiosísimo collar de esmeraldas que le había regalado. Está furioso, no sólo por el robo, sino por miedo a que sus adversarios políticos utilicen ese hecho para acusarle de haberlo organizado todo. Raudo, ordena al director de la Policía, Joseph Fouché, encontrar el collar, aunque para ello sea necesario peinar hasta el último callejón de París. Pero Fouché no sabe por dónde empezar. La Policía no ha sido creada para solucionar delitos, sino para descubrir complots internos y conspiraciones extranjeras.
¿Qué hacer? En su mente resuena un nombre, François Vidocq, o lo que es lo mismo, el mejor ladrón de Francia. "Quién mejor que un delincuente para atrapar a otro delincuente", razona. Y con ese pensamiento se dirige a la casa de Vidocq, para realizarle una proposición que cambiará por siempre el destino de este personaje y del mundo de la investigación criminal.
Pendenciero, mujeriego y ladrón
Hasta ese 1809 la vida de Vidocq no había sido más que una sucesión de algaradas, duelos, robos y negocios frustrados, desde que naciese el 23 de julio de 1775 en la localidad francesa de Arras. Su padre, panadero de profesión, quiso pagarle los estudios que le formaran como un hombre de honor, pero Vidocq no sólo rehusó el ofrecimiento, sino que a los 15 años robó del domicilio familiar la nada despreciable suma de 2.000 francos para viajar a Estados Unidos y comenzar una nueva vida. Fue el inicio de una carrera delictiva, aunque jamás alcanzaría las costas americanas. Una noche, tras una borrachera y mientras dormía, sus compañeros de fiesta le arrebataron el dinero, obligándole a buscarse la vida interpretando a un hombre salvaje en las fiestas populares, para lo que debía comer carne cruda ante el público. Escaso sueldo que le obligó a regresar a casa, en un intento de reconciliarse con su padre. La respuesta obtenida, un portazo en las narices, le hizo ver que se encontraba solo en el mundo, y decidió ingresar en el Ejército.
Janire Rámila
¿Qué hacer? En su mente resuena un nombre, François Vidocq, o lo que es lo mismo, el mejor ladrón de Francia. "Quién mejor que un delincuente para atrapar a otro delincuente", razona. Y con ese pensamiento se dirige a la casa de Vidocq, para realizarle una proposición que cambiará por siempre el destino de este personaje y del mundo de la investigación criminal.
Pendenciero, mujeriego y ladrón
Hasta ese 1809 la vida de Vidocq no había sido más que una sucesión de algaradas, duelos, robos y negocios frustrados, desde que naciese el 23 de julio de 1775 en la localidad francesa de Arras. Su padre, panadero de profesión, quiso pagarle los estudios que le formaran como un hombre de honor, pero Vidocq no sólo rehusó el ofrecimiento, sino que a los 15 años robó del domicilio familiar la nada despreciable suma de 2.000 francos para viajar a Estados Unidos y comenzar una nueva vida. Fue el inicio de una carrera delictiva, aunque jamás alcanzaría las costas americanas. Una noche, tras una borrachera y mientras dormía, sus compañeros de fiesta le arrebataron el dinero, obligándole a buscarse la vida interpretando a un hombre salvaje en las fiestas populares, para lo que debía comer carne cruda ante el público. Escaso sueldo que le obligó a regresar a casa, en un intento de reconciliarse con su padre. La respuesta obtenida, un portazo en las narices, le hizo ver que se encontraba solo en el mundo, y decidió ingresar en el Ejército.
Janire Rámila
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