Civilizaciones perdidas
20/06/2011 (09:30 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
PASCUA: VESTIGIOS DE UN CONTINENTE PERDIDO
AÑO/CEROMiguel Pedrero y Francisco ContrerasLa isla, de tan solo 160 kilómetros cuadrados, se encuentra a unos 3.500 de la costa más cercana, por lo que constituye el territorio habitado más aislado del planeta. En este pedazo de tierra ven pasar los siglos cerca de 900 moáis y se dan cita docenas de enigmas, como el método empleado para transportar dichos gigantes pétreos o los indicios que conectan Pascua con el continente sumergido de la Atlántida. Un equipo de AÑO/CERO ha viajado hasta allí para investigar in situ éstos y otros misterios
Después de 36 horas de vuelos con escalas en dos países, los miembros de la expedición española pisábamos por fin Isla de Pascua, haciendo realidad el sueño largamente acariciado por la mayoría de nosotros. A pesar del cansancio acumulado, enseguida nos lanzamos a visitar los primeros ahus: las plataformas ceremoniales sobre las que se erigen los archiconocidos moáis, las estatuas pétreas que representan a unos misteriosos seres, sobre cuyo origen nada se sabe. Quizá la sensación que me invadió cuando, por vez primera, tuve a frente a mí a un «gigante de piedra», no fuera tan diferente a la que experimentaron los navegantes holandeses que un domingo de Pascua de 1722 descubrieron para el resto del mundo la existencia de la isla de los moáis. De ahí su denominación en la actualidad.
De todas formas, los isleños conocían a su tierra con un nombre mucho más seductor: Te-Pito-o-Te-Henua (El Ombligo del Mundo), aunque también la denominaban Rapa Nui, que vendría a significar «Gran Rapa», probablemente aludiendo al enigmático territorio del que procedía su raza. Las fuentes tradicionales apuntan a que se trataba de una enorme isla –llamada Hiva– que fue tragada por las aguas. Durante siglos, arqueólogos, antropólogos e investigadores de toda condición se afanaron por hallar la ubicación de la misma, hasta el momento sin éxito
Según la leyenda fundacional de Isla de Pascua, el dios creador del mundo, Make-Make –deidad que no tiene similitud con ninguna otra en el mundo, lo que constituye otro enigma–, se apareció en sueños a Hau Maka, el sacerdote más importante de la enorme isla de Hiva, cuyo emplazamiento todavía hoy se desconoce. Dios le dijo al sacerdote que la tierra que habitaba iba a ser tragada por las aguas, acabando con toda la población. En cuanto se despertó, le contó su visión al rey Hotu Matu´a, quien le encargo al hechicero la misión de encontrar otro territorio en el que poder refugiarse. Empleando sus capacidades psíquicas, Hau Maka provocó que su espíritu se liberara del cuerpo, en lo que se conoce popularmente como viaje astral. Tras sobrevolar varios islotes con los «ojos de su mente», finalmente halló uno que creyó propicio para empezar de nuevo (Continúa en AÑO/CERO 252)
De todas formas, los isleños conocían a su tierra con un nombre mucho más seductor: Te-Pito-o-Te-Henua (El Ombligo del Mundo), aunque también la denominaban Rapa Nui, que vendría a significar «Gran Rapa», probablemente aludiendo al enigmático territorio del que procedía su raza. Las fuentes tradicionales apuntan a que se trataba de una enorme isla –llamada Hiva– que fue tragada por las aguas. Durante siglos, arqueólogos, antropólogos e investigadores de toda condición se afanaron por hallar la ubicación de la misma, hasta el momento sin éxito
Según la leyenda fundacional de Isla de Pascua, el dios creador del mundo, Make-Make –deidad que no tiene similitud con ninguna otra en el mundo, lo que constituye otro enigma–, se apareció en sueños a Hau Maka, el sacerdote más importante de la enorme isla de Hiva, cuyo emplazamiento todavía hoy se desconoce. Dios le dijo al sacerdote que la tierra que habitaba iba a ser tragada por las aguas, acabando con toda la población. En cuanto se despertó, le contó su visión al rey Hotu Matu´a, quien le encargo al hechicero la misión de encontrar otro territorio en el que poder refugiarse. Empleando sus capacidades psíquicas, Hau Maka provocó que su espíritu se liberara del cuerpo, en lo que se conoce popularmente como viaje astral. Tras sobrevolar varios islotes con los «ojos de su mente», finalmente halló uno que creyó propicio para empezar de nuevo (Continúa en AÑO/CERO 252)
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