Los monumentos megalíticos de la Luna
Muchos monumentos prehistóricos están relacionados con alineaciones solares o se les atribuye una función de observatorio astronómico. Ahora arqueólogos están estudiando unos restos megalíticos descubiertos hace un tiempo al suroeste de Inglaterra una inquietante función nocturna que les relaciona con ritos de iniciación..
El megalitismo es un fenómeno cultural que arranca a finales del Neolítico y que se extendió hasta bien entrada la Edad del Bronce. Se caracteriza por sus construcciones con gigantescos bloques de piedra: los megalitos. Aunque hay construcciones megalíticas diseminadas por todo el mundo, los especialistas restringen su área de influencia al Mediterráneo occidental y a la Europa atlántica porque estas construcciones que van desde el menhir, popularizado por los cómics de Asterix, al dólmen, asociado a una función funeraria y los cromlech, como el popular Stonehenge, podrían guardar una conexión astronómica para predecir solsticios y equinocios y, de este modo, hacer un calendario que facilitara el cálculo de las estaciones de cara a la agricultura. Sin embargo, un reciente descubrimiento obligaría a reescribir la historia.
En un artículo que se publicó en la revista de arqueología Time and Mind, un grupo de arqueólogos que trabajaba en Cornualles, al suroeste de Inglaterra, difundieron los resultados de su exploración al dolmen megalítico de Hendraburnick. Allí encontraron hasta 105 marcas que nadie hasta entonces había detectado y que, en su opinión, fueron realizadas para ser vistas en la oscuridad. Mejor dicho, para ser visibles a la luz de la Luna.
El hallazgo –como muchos otros– se produjo de forma casual cuando los investigadores dispararon el flash de la cámara con la que fotografiaban la estructura. A continuación, descubrieron infinidad de fragmentos de cuarzo esparcidos deliberadamente alrededor del monumento para que pudieran brillar a la luz de la Luna o de eventuales hogueras y que tenían como finalidad crear un efecto luminiscente y a la vez hacer visibles las marcas ocultas a la luz del Sol.
Los autores del hallazgo, Indy Jones y Thomas Goskar, demuestran de este modo que «el lugar era utilizado durante la noche» y presuponen que «probablemente otros sitios megalíticos también lo habrían sido». Estaríamos, por tanto, frente a un lugar de culto.
«Puede que los megalitos fueran templos para ritos de iniciación, grandes mausoleos, observatorios astronómicos o todo a la vez», aclara la arqueóloga Alex Guerra Terra. Nadie lo sabe exactamente. La respuesta trae de cabeza a los arqueólgos de todo el mundo desde hace décadas y aún no existe el consenso sobre cómo atravesar la neblinosa barrera que nos impide rastrear las huellas perdidas en el tiempo y ver qué ocurrió más allá de estas imponentes piedras.
Guerra ha estudiado a fondo otros impresionantes conjuntos megalíticos como el de Antequera, en Andalucía, considerado uno de los más impresionantes de Europa. Posee una antigüedad de 5.800 años y también se dibuja en el horizonte su triple utilización como santuario, tumba y observatorio astronómico. «Su peculiaridad –nos explica– radica en dos elementos trascendentales: su tamaño y su orientación astronómica».
En efecto, las rocas que componen el conjunto pesan alrededor de 180 toneladas: ¿Cómo pudieron trasladar esos bloques de piedra? Es un misterio. Como lo es el de su orientación tanto geográfica como astronómica «probablemente usada en ritos iniciáticos y de fertilización que se realizaban en el interior de estos recintos», concluye la arqueóloga.
En ese sentido, la noche –presidida por la Luna– tiene una enorme relación con la fertilidad, tan asociada a nuestro satélite, a la feminidad y, naturalmente, a la creación de vida. El reciente descubrimiento de los miembros de la Unidad Arqueológica de Cornualles no hace sino confirmar lo que hasta ahora era un secreto a voces: los monumentos prehistóricos no son sólo cementerios… siguen escondiendo grandes secretos rituales y astronómicos.
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