La quinta columna
Cuáles son los verdaderos intereses que se ocultan tras los atentados de Estados Unidos y España así como la implicación de servicios de inteligencia en la creación de Al Qaeda, y la existencia de un grupo secreto que tiene por objeto ayudar a los terroristas a provocar crímenes.
Conocí a Juan Alberto Perote en 1997, cuando lo entrevisté para un programa de Radio Voz. Ahí descubrí a un hombre carismático. Independientemente de su sospechoso pasado como Jefe de Operaciones del CESID (Centro Superior de Investigaciones para la Defensa), y de los secretos de Estado que reveló, tiene capacidad para atraer a la gente y provocar una sensación de admiración. A los pocos días de aquella conversación -y dudo que lo recuerde- estuvo a punto de atropellarme en su coche junto al madrileño estadio Santiago Bernabeu. Como vecino de la capital de España que es, tiene la misma manía de todos los conductores: pensar que un paso de cebra es un trozo de carretera pintada para dios sabe qué. Pero reaccionó rápido, frenó y atajó cualquier situación comprometida. Si algo recuerdo de esa simple anécdota es que iba a girarme con cara de pocos amigos hacia él. No caí en la cuenta de quién era, pero en vez de lanzarle una merecida mirada asesina. ¡Le pedí perdón!
Tres segundos después, y ya de nuevo en marcha, caí en la cuenta. "¡Demonios, es Perote! Qué casualidad", me dije. No me pregunten por qué, pero hubo algo en su actitud, en su aura o en su comportamiento que provocó en mí una reacción opuesta a toda lógica. Días atrás, cuando le había entrevistado, no tuve la sensación en ningún momento de estar frente al agente secreto español más importante de la historia reciente. Sin embargo, en aquel momento, tras el pequeño incidente, me di cuenta de que, efectivamente, tenía algo. Fue una mirada, un gesto, su lenguaje corporal, no lo sé. Sólo sé que, en vez de arremeter contra él, me arrodillé. Entonces sí, sí me di cuenta de que estaba ante un espía. A fin de cuentas, una de las principales armas de todo agente secreto es saber embaucar. Y conmigo, en apenas un segundo, lo consiguió. Le dí las gracias por haber estado a punto de matarme.
¿Agentes secretos en el atentado de Madrid?
Desde aquella entrevista no volví a saber de él, hasta que el 28 de diciembre de 2004 descolgué el teléfono para ponerme al habla con Perote. Creo que conocer sus puntos de vista sobre lo ocurrido en Madrid el 11-M merecía la pena. Si tal y como intuía, servicios secretos de varios países habían estado implicados en los hechos, su opinión al respecto me podría aclarar las cosas.
Accedió sin problemas a charlar conmigo. Y me comentó algunas cosas que me llamaron especialmente la atención. Para él, y en contra de lo que se había insinuado en su nombre, ETA no participó directamente en el atentado. "No les interesaba una matanza tan grande y con tantas víctimas que no podían considerarse sus enemigos", me dijo recordando que, cuando la banda terrorista había cometido atrocidades contra civiles en el pasado, su crédito entre los sectores que la apoyan había perdido enteros.
"Sin embargo, anteriormente se habían producido tentativas de atentados que se frustraron. Fueron casi calcadas a lo que después ocurrió. En mi opinión, nunca buscaron una matanza como se ha hecho creer. Más bien aquello parecía un aviso, una amenaza. Si es que incluso puede decirse que aquellos etarras provocaron que fueran a ser detenidos". Y aunque para él la relación entre ETA y Al Qaeda resulta casi invisible de tenue que es, Juan Alberto Perote asegura que en la génesis del atentado se estaba tramando una operación de los servicios secretos contra ETA. Se refería a la "célula de Avilés", formanda por delincuentes comunes que traficaban con drogas y dinamita en Asturias. Al parecer, todo lo que se estaba gestando en ese grupo tenía por objeto desmembrar a ETA, "pero en un momento determinado se cruzaron estos individuos árabes, seguramente inducidos por personajes próximos a los servicios de Inteligencia de algún país", concluyó el ex agente secreto. Y añadió: "No poseo ningún documento concreto en tal sentido. Sin embargo, no descarto en modo alguno que espías de los servicios secretos de Marruecos pudieran tener un grado de participación en los atentados, en su planificación, en su guía, en su dirección".
De inmediato supe que se estaba refiriendo a infiltrados, agentes o colaboradores de los cuerpos de seguridad que intentan destruir al enemigo haciéndose pasar por uno de ellos. Los objetivos de los infiltrados pueden ser varios: por un lado, disponer de un "topo" -también puede hacer ese papel un "chivato", es decir, un delincuente o terrorista débil a quien puede "comprarse" para que confiese qué pasa en el seno del grupo-, que dentro de una organización armada puede servir para controlar los movimientos del colectivo en todo momento, e intervenir cuando se aproxima la comisión de un crimen. Y por otro, pueden intentar conducir al grupo terrorista a intentar cometer un atentado que, poco antes de ejecutarse, se abortará en medio de una espectacular redada policial.
En opinión del hombre que más "topos" ha infiltrado en grupos terroristas en España, este tipo de personajes tuvieron mucho que ver en el 11-M: "Tendrían que estar dentro del grupo. Alguien que construyó el proyecto, que guió al resto en el uso de explosivos, que lo dirigió". El problema es saber quiénes eran, qué objetivo tenían y para qué actuaron del modo en que lo hicieron.
Mientras tomaba notas al tiempo que el coronel Perote me ofrecía sus valoraciones, en mi voluminoso cuaderno de a bordo apunté y subrayé la siguiente expresión: "P2OG". Lo hice porque sólo unas horas antes había leído un informe en el cual se afirmaba que el atentado de Madrid tenía todas las características de una operación propia del grupo operativo P2OG (Grupo de Operaciones Preventivas y Proactivas). Dicho organismo había sido creado por el Gobierno de los Estados Unidos poco después de los atentados de Nueva York. Se trataba de un proyecto del Pentágono que consistía en combatir al terrorismo desde dentro. El objetivo era infiltrar agentes secretos en células terroristas y provocar que cometieran fechorías -de ahí que se calificara como "proactivo"- para que aquellos hechos permitieran una respuesta, por parte de Estados Unidos, que estuviera en consonancia con los intereses de Washington. Como tales intereses consistían en abrir una nueva vía de lucha contra el terrorismo, se calificaban las operaciones del grupo como "preventivas". Sin embargo, durante los últimos años hemos tenido buenas demostraciones de cómo tras las intervenciones preventivas de Estados Unidos en el mundo se esconden unos intereses bien diferentes. La lucha contra el terrorismo era sólo la excusa para satisfacerlos.
"Grupos especiales" al servicio del poder
Ya he explicado cómo las "multinacionales ideológicas" y los think-thank dictan cuáles son los caminos a seguir por los gobiernos más implicados en la guerra contra el terrorismo. Sin embargo, el recorrido de esa estructura sigue su curso en cuanto las agendas ocultas están ya en manos de los gobernantes. Para activarlas se utilizan vías comunes (el ejército, servicios secretos, la acción policial o las leyes) al tiempo que se exploran otras mucho más clandestinas. Es así porque las acciones que realizan rayan en lo delictivo, razones por las cuales se han creado organismos oficiales protegidos por los preceptos de la "seguridad nacional" sobre los que no existen mecanismos de control por parte de las instituciones. Dichos grupúsculos han tenido una enorme importancia en la guerra contra el terrorismo, y son algo así como los brazos invisibles del poder.
La amalgama de "grupos especiales" es verdaderamente enorme en los Estados Unidos. Representan la parte más oscura del poder, y su grado de actuación excede más allá de los límites de servicios secretos como la CIA u otros organismos de Inteligencia todavía más impenetrables, como la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO) o la Agencia de Inteligencia para la Defensa (DIA). Sin embargo, en los presupuestos del Departamento de Defensa se destina del orden de 50.000 millones de dólares a los llamados "programas de acceso especial", popularmente conocidos como "programas negros".
Desde el año 2002, el dinero destinado a éstos es el más alto de la historia. Empero, las leyes permiten al gobierno no revelar a la opinión pública para qué se emplea ese dinero. El secretismo ha permitido al Pentágono tomar la inciativa en cuanto a programas de Inteligencia se refiere. Tanto es así que la CIA ha perdido gran parte de su poder, en detrimento de las "fuerzas especiales" y los "proyectos negros" del Departamento de Defensa.
Estos "grupos especiales" se han convertido en el brazo ejecutor clandestino de los planes del gobierno. En sí mismo son un ejército en la sombra cuyas "misiones encubiertas" -encargadas por el Pentágono- se han convertido en fundamentales. Pese a ello, en enero de 2005 se alzaron voces en la prensa gracias a una información publicada por The New Yorker, según la cual los llamados grupos task force habrían cometido numerosos actos ilícitos durante las guerras de Afganistán e Irak. Aquella noticia sirvió para que muchos descubrieran que Donald Rumsfeld había creado desde el año 2000 una red paralela de servicios de inteligencia sobre la cual apenas se sabía nada.
Proyecto secreto: provocar atentados
Como parte de esos "grupos especiales" habría que destacar uno que por sus características conocidas es verdaderamente sospechoso. Se creo a petición del Consejo Científico de Defensa (DSB, por sus siglas en inglés), organismo consultor del Pentágono que está integrado por los dirigentes de las principales industrias armamentísticas y altos cargos de las muy diversas instituciones militares. En sí mismo, el DSB es uno de esos grupos de poder que marcan las líneas de actuación de los gobernantes.
La reunión a partir de la cual nació el P2OG se celebró en septiembre de 2002. De las deliberaciones de sus miembros se dio forma a un escrito titulado Operaciones especiales y las fuerzas conjuntas en la lucha contra el terrorismo. Éste abogaba por fortalecer al Pentágono en detrimento de la CIA, y por dar un atrevido salto en los métodos de lucha contra el terrorismo. No olvidemos que lo proponían los empresarios armamentísticos, más que interesados en que la escalada bélica no tuviera freno. Para ellos, P2OG era el camino a seguir.
El Grupo de Operaciones Proactivas y Preventivas (P2OG) se convirtiría en algo así como un servicio de inteligencia extraordinariamente reservado e independiente de la CIA. Gracias a ello, tendrían licencia para no tener que dar explicaciones de sus actividades en el Congreso de EEUU, sino que mantendría hilo directo con el gobierno. Al grupo se le asignarían 100 espías y un presupuesto anual de 100 millones de dólares. En caso de que sus operaciones exigieran trabajo de campo específico se recurriría a la logística del Consejo de Seguridad Nacional, lo que aseguraría el secreto de las misiones que se llevaran a cabo. Y éstas se resumen del siguiente modo: "Desarrollar operaciones que provoquen la acción de células terroristas para evocar futuras respuestas", puede leerse en el informe de la DSB que fue desclaficado a finales del año 2002.
En resumidas cuentas, esta agencia de inteligencia tendría por objeto alentar a grupos ligados a Al Qaeda para que cometieran atentados "de modo que queden expuestos a nuestra acción". Lógicamente, para conseguirlo no existe otro medio más que la infiltración de agentes en células de supuestos terroristas para controlar sus movimientos y conducirlos a cometer crímines. En resumen, sería algo así como despertar el instinto asesino de las llamadas "células durmientes". Además, en no pocos casos sería necesario entrenar, formar y enseñar a esos colectivos técnicas de combate para convertirlos de verdad en un peligro. Según asegura el analista militar Willian Arkin -uno de los pocos periodistas que se atrevieron a publicar informaciones sobre este grupo en la prensa americana- las operaciones secretas de grupúsculos al estilo P2OG están encuadradas bajo el epígrafe "zorro gris" (Los Ángeles Times, 27 de octubre de 2002), en los papeles del ejército.
El "fuego con fuego" descrito por Arkin y planificado por el Pentágono no es cosa nueva. A los rusos (en una acción gestada en el seno de la Trilateral) también se les provocó para que invadieran Afganistán, en donde Estados Unidos había diseñado un recibimiento brutal por parte de los grupos antecedentes de Al Qaeda.
Sin embargo, a este nivel de crueldad terrorista, la Junta de Jefes del Estado Mayor diseñó algo similar en 1962: la llamada Operación Northwoods. Volver a leer lo que dice el informe desclasificado al respecto es acongojante, puesto que obliga al lector a plantearse en cuántas ocasiones se han puesto en marcha iniciativas similares. Lo que proponía entonces la cúpula del Pentágono era fabricar un atentado terrorista de gigantescas dimensiones. Ofrecían varias posibilidades: derribar un avión, un barco o incluso una cápsula espacial. El ataque sería realizado por operativos secretos de EEUU, pero el gobierno fabricaría pruebas para culpar de los hechos a grupos terroristas ligados a Fidel Castro. Lo que deseaban los altos mandos militares del Pentágono era utilizar ese autoataque encubierto para poder invadir Cuba y mandar al infierno a Fidel.
Afortunadamente, el proyecto no prosperó. Por ello ha sido desclaficado el informe en el que se especifica con todo lujo de detalles. Sin embargo, ¿quién nos asegura que no se han llevado a cabo posteriormente proyectos similares a Northwoods? Los agujeros negros del 11-S, la forma en la que pudieron actuar los presuntos terroristas, los contactos de algunos de ellos con diferentes servicios secretos, el modo en que se libraban de la acción policial, y otros hechos similares, han llevado a pensar a muchos que aquel suceso fue una actualización de aquella siniestra iniciativa.
Lógicamente, los procesos de infiltración propuestos para el libro de instrucciones de P2OG no pueden ser realizados por los agentes de forma directa. Para lograrlo, han de contar con otros cuerpos y servicios de inteligencia externos. Es evidente que, si yo quiero introducir a uno de mis agentes en el seno de una célula de Al Qaeda en Marruecos, no recurrirré a un soldado blanco que hable inglés y viva en Texas. Es por ello que P2OG está formado por técnicos cualificados y teóricos especialistas en guerra psicológica. En este caso, si se quiere proceder a esa infiltración ha de acudirse a un personaje preparado pero que genere confianza entre los miembros de la célula en cuestión. Tiene que compartir con ellos idioma y aspecto físico, además de haberse tenido que labrar una historia personal "admirable". Por otra parte, el nuevo miembro de la célula necesita ser alguien con el suficiente carisma y preparación religiosa como para poder manipular al grupo con tal de encaminar en la dirección propuesta por P2OG. A partir de ahí, el "éxito" ya depende únicamente de circunstancias coyunturales.
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