La gran madre nazi
En Bayreuth, la ciudad consagrada por la música de Wagner, a cuyas representaciones acudía siempre Hitler, se levantó en 1936 un edificio con seis grandes columnas rectas en su fachada, llamado Haus der Deutschen Erziehung (Casa de la Educación Alemana).
Obra del arquitecto Hans Reissinger, en su interior, en un hall de honor, un monumento en mármol blanco representaba una madre rodeada de sus hijos. Sobre la cabeza de la imagen destacaba una gran esvástica.
Era la Deutsche Mutter, la Madre Alemana. Siguiendo las tradiciones expresadas por la ideología del NSDAP, la Gran Madre simbolizaba con su presencia una de las condiciones básicas e irrenunciables de la Nueva Patria.
En su templo se guardaron las mismas proporciones espacio-temporales y simbólicas propias de la Grecia clásica, de manera que el espectador, al entrar en el gran hall, con su condición de espacio sagrado, percibía al principio el resplandor blanco, casi fantasmal, de la imagen coronada por la gran esvástica.
Al acercarse, los detalles de la figura se iban fijando hasta aparecer en toda su plenitud como confirmación de las creencias del nacionalsocialismo: la pertenencia al Pueblo Escogido, Sangre o Descendencia y Suelo.
Sin embargo, en este desarrollo teórico y simbólico completo del esquema ideológico nazi, no sólo figuraba la luz y el resplandor, sino también la Oscuridad de los Dioses. La Deutsche Mutter, encerraba un poderoso misterio que Hitler, como médium, compartía.
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