Civilizaciones perdidas
01/12/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

La dalia negra, historia de un crimen atroz

Tras la Segunda Guerra Mundial, durante los años dorados de Hollywood, la ciudad de Los Angeles sufrió una de sus mayores tragedias: el misterioso y brutal asesinato de Elizabeth Short. Sesenta años después, cuando Brian de Palma lleva la historia al cine, el asesino sigue sin ser descubierto…

01/12/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
La dalia negra, historia de un crimen atroz
La dalia negra, historia de un crimen atroz
Los Angeles, California. 15 de enero de 1947. El cielo de la ciudad estaba encapotado. Era una mañana triste, gélida y lluviosa. Un ama de casa llamada Betty Bersinger salió de su casa situada en Norton Avenue con su hija de tres años hacia una tienda de reparación de calzado. Mientras transitaban por un solar abandonado cubierto de hierbajos y barro, en el distrito de Crenshaw, un objeto blanquecino llamó la atención de la pequeña: "¡Mira mami!". La niña señalaba lo que parecía ser un maniquí de gran tamaño partido en dos. A Betty no le extrañó demasiado, dada la gran cantidad de desperdicios que había habitualmente en la zona. Sin embargo, una vez que madre e hija se acercaron al extravagante "maniquí", el rostro de Betty se tornó blanco. Dio un alarido que pudo escucharse varias calles más allá. La visión era atroz. Tapó los ojos de su pequeña y huyó de aquel lugar de pesadilla…
El pálido "muñeco" no era tal; se trataba del cuerpo seccionado por la mitad de una joven; las piernas por un lado, extendidas en una grotesca posición obscena y el tronco muy cerca. Su rostro estaba machacado, casi irreconocible; al parecer lo habían golpeado con un bate de béisbol. Le habían cortado las comisuras de los labios con un cuchillo. Sus pechos habían sido lacerados y mostraban múltiples quemaduras de cigarrillos. Había mutilaciones por todo el cuerpo, pero eso no era lo peor. Según pudieron comprobar los primeros agentes que llegaron al lugar del crimen, Frank Perkins y Will Fitzgerald, el cadáver había sido desangrado hasta la última gota y eviscerado, después de ser seccionado por la mitad con una precisión quirúrgica a la altura de la cintura. La joven mostraba señales de haber sido atada y torturada durante un tiempo prolongado. Más tarde la autopsia reveló que la desconocida había sido brutalmente castigada durante aproximadamente 72 horas, mientras permanecía consciente.

El cadáver había sido bañado y el cabello teñido de tonos rojizos tras la defunción. En el muslo izquierdo hallaron una pequeña mutilación de forma triangular que resultó ser el lugar donde la víctima tenía un tatuaje. Durante la autopsia se descubrió que el pequeño trozo de carne había sido introducido en su vagina. La citada autopsia determinó que "había muerto debido a una hemorragia producida por un fuerte golpe que le causó un severo traumatismo cerebral". Había sido además sodomizada y sometida a todo tipo de abusos sexuales.

En busca de una identidad

La prioridad de los detectives asignados al caso, Harry Hansen y Finis Brown, fue desvelar la identidad de la víctima. La sede central del FBI en Washington D. C. probó con las huellas dactilares enviadas desde California, cruzando los dedos para que la víctima estuviera fichada, y tuvieron suerte: ésta respondía al nombre de Elizabeth Short, de 22 años de edad, cabello oscuro, ojos azules y considerable estatura. Sus huellas habían sido tomadas cuando trabajaba en la cantina del cuartel de Camp Cook. Debido a la estrecha relación de los agentes de la ley con la prensa, pocas horas después se podujo una filtración, lo que provocó que algunos reporteros de Los Angeles Examiner usaran una treta poco ética, más bien bochornosa, para conseguir información sobre la misteriosa Short: telefonearon al domicilio de su madre, Phoebe Short, residente en Cambridge, Massachusetts, y le dijeron que su hija –el FBI todavía no le había informado sobre el crimen– era la virtual ganadora de un concurso de belleza. Así obtuvieron numerosos datos sobre su vida, antes de comunicarle, en la misma conversación, que Elizabeth había sido asesinada.

Una pasado oscuro

Pronto los periódicos comenzaron a publicar informaciones sensacionalistas sobre el pasado de la víctima, mancillando su nombre y tachándola de "borracha", "prostituta", "lesbiana…".

La verdad es que la existencia de la joven Short, Betty para los amigos, no había sido precisamente un camino de rosas. Nacida en el seno de una familia acomodada, en Hyde Park –Massachusetts– el 29 de julio de 1924, su padre, Cleo Short, intentó suicidarse cuando su negocio se fue a la quiebra durante el Crack del 29. Tras el frustrado intento, el cabeza de familia abandonó el hogar y Phoebe Short se quedó al cuidado de Elizabeth y sus otras cuatro hijas.

Años más tarde nuestra protagonista se trasladó a Los Angeles para cumplir con su sueño de convertirse en actriz. Pero no tuvo suerte. Comenzó a relacionarse con gente peligrosa, en aquel submundo de Tinseltown –como se conoce popularmente a Hollywood– rodeado de alcohol, drogas, protitución y mafia. Elizabeth entró en un círculo vicioso que acabó arrastrándola hacia el cine erótico de serie B, y se rodeó de malas compañías. Comenzó a hacer de acompañante de personajes relevantes, lo que pronto hizo que surgiera el rumor, probablemente real, de que ejercía la prostitución. Debido a que prácticamente siempre vestía de negro –y a su oscuro cabello,– fue bautizada por la prensa, tras su asesinato, como la "Dalia Negra", quizá emulando el título de una película perteneciente al género Noir y estrenada por aquel entonces: La Dalia Azul.

Ahora los periodistas ya tenían un nombre y una historia truculenta, pero faltaba el detalle más importante… ¿Quién había asesinado a Elizabeth Short? ¿Por qué…?

En busca de un culpable

Mientras, el departamento policial de Los Angeles –LAPD– desplegaba el mayor dispositivo de búsqueda de la historia de la ciudad californiana. Doscientos cincuenta oficiales realizaron entrevistas puerta a puerta en los alrededores del solar donde fue hallado el cadáver, pero se encontraron con un callejón sin salida lleno de múltiples pistas falsas y declaraciones confusas.

Al parecer la última persona que vio a Short con vida fue un comerciante de 25 años llamado Robert Red Manley, que la recogió en San Diego y finalmente la dejó en el lobby del hotel Biltmore. Manley fue interrogado durante horas por los detectives y sometido al polígrafo, prueba que pasó con éxito. Años después, en 1954, los agentes le inyectaron pentotal sódico, conocido popularmente como "droga de la verdad", pero de nuevo fue absuelto de todo tipo de cargos, muriendo en 1986. Muchas personas afirmaron haber sido las autoras del crimen, o que conocían personalmente al asesino, pero todas las pistas resultaron ser falsas. Un astrólogo llegó incluso a preguntar la hora y fecha exactas del nacimiento de Elizabeth en comisaría y prometió proporcionar el nombre del culpable en pocos días… cosa que como habrán imaginado nunca hizo.

La policía angelina realizó uno de sus mayores despliegues hasta la fecha para detener al asesino. Alrededor de 60 hombres y otras tantas mujeres confesaron ser los autores del crimen, quizás ávidos por obtener fama y gloria, aunque todos ellos se contradecían a la hora de declarar. Junto a Red Manley, otro de los sospechosos con más posibilidades de ser el asesino a ojos de los detectives respondía al nombre de Jack Anderson Wilson, alias Arnold Wilson, un ex convicto y alcohólico que al parecer mantuvo una relación sentimental con la víctima. Wilson fue entrevistado por el autor John Gilmore mientras éste recopilaba información para un libro sobre el caso titulado Severed: The truth story of the Black Dahlia Murder. El ex convicto al parecer estaba relacionado con otros asesinatos, como el de Georgette Bauerdorf, un acaudalado vividor que al parecer conoció a la "Dalia Negra" en la famosa Hollywood Canteen. Sin embargo, nunca se pudo demostrar su implicación en ambos crímenes, ya que Anderson Wilson murió en circunstancias extrañas antes de ser formalmente acusado de cargo alguno.

Al igual que en el clásico caso de Jack el Destripador, la precisión quirúrgica con la que el asesino había seccionado el cuerpo de Beth hizo pensar a las autoridades que se trataba de un médico con años de experiencia. Según declaró el detective Harry Hansen, uno de los investigadores asignados originalmente al caso, ante el Gran Jurado del distrito de Los Angeles, estaba convencido de que el depravado asesino se trataba de un "excelente cirujano". La falta de pruebas, sin embargo, hizo imposible acusar del crimen a ninguno de los sospechosos. En 1996, Larry Harnisch, un editor y escritor de Los Angeles Times planteó la posibilidad de que el asesino de Short fuera el cirujano Walter Alonzo Bayley, que vivía cuando sucedieron los hechos cerca del lugar donde fue hallado el cadáver y que murió en enero de 1948 de una enfermedad mental degenerativa. Al parecer su hija había sido amiga de una de las hermanas de Elizabeth, Virginia Short. Empero nunca se le pudo acusar formalmente; sin duda su imposibilidad de declarar fue una de las razones por las que fue descartado como culpable.

El caso, por tanto, sigue sin resolverse, y hace décadas que se convirtió en la cuenta pendiente de varias generaciones de policías que, ante la aparición de nuevas pruebas, siempre pretenden reabrir el mismo. La lista de sospechosos fue tan larga como infructuosa, y en ella se incluyeron también los nombres de personajes de mayor relevancia que los citados, como el célebre Orson Welles –ver recuadro– o el gangster Bugsy Siegel, creador de Las Vegas e implicado en múltiples asesinatos a lo largo de su vida. Sin embargo, muchos de estos supuestos "sospechosos" no eran sino los protagonistas de delirantes hipótesis de periodistas y escritores varios. Se llegó incluso a afirmar que su asesinato podría haber sido consecuencia del rodaje de una snuff movie, aunque hoy día esta hipótesis es considerada poco probable.

El mayor misterio en torno al asesinato de la "Dalia Negra" tuvo lugar cuando nueve días después del atroz suceso, alguien –presuntamente el asesino–, envió a la redacción de Los Angeles Examiner un paquete impregnado con gasolina, probablemente para evitar que hallaran sus huellas en el envoltorio. En el interior se encontraban algunos objetos personales de la víctima: fotografías, su certificado de nacimiento, su tarjeta de la seguridad social y su obituario. Además, alguien que decía ser el asesino utilizó letras recortadas de los periódicos que hablaban del caso para enviarle mensajes a la policía en los que afirmaba que volvería a matar. Pero ni siquiera este desafío sirvió a uno de los departamentos de policía por aquel entonces más adelantados y modernizados del mundo para dar con el culpable. Hoy su caso permanece en la memoria colectiva de los estadounidenses, junto a otros crímenes atroces, aunque sin resolverse…
Nadie ha podido hacer justicia y devolver la integridad a una persona, la joven Elizabeth Short, que lejos de hallar en el país de las oportunidades una vía para alcanzar su sueño, encontró la muerte, tan terrible, en las calles de una ciudad de celuloide castigada por el crimen, el alcohol y la falta de expectativas de sus habitantes. No se encendieron los focos ni se levantó el telón para dar la bienvenida a Elizabeth. Su última y horripilante visión fue probablemente el resplandor de un cuchillo afilado… Que descanse en paz.
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