La cripta secreta de Machu Picchu
En febrero de 2013, los medios de comunicación peruanos se hacían eco de una noticia que podría cambiar todo cuanto conocemos sobre Machu Picchu: el supuesto hallazgo de la cámara funeraria de uno de los más célebres gobernantes incas y de su tesoro.
A pesar de haber salido a la luz pública en 2013, se trata de un asunto que venía gestándose desde abril de 2010, cuando el ingeniero francés David Crespy recorrió Machu Picchu en un apacible viaje de turismo. El destino y las lluvias torrenciales que habían azotado la zona, forzaron que Crespy hubiera de permanecer más tiempo del estipulado en la ciudadela. Pero así pudo recorrer hasta su último rincón y, casi al final del segundo día, detenerse ante una sólida muralla que en su parte central presentaba algo extraño. Se trataba de una especie de abertura tapiada por pequeñas rocas, que no se correspondía con las líneas arquitectónicas del resto de la estructura. Parecía, en suma, una enigmática puerta en pleno sector urbano de la ciudadela inca: el edificio de las Tres Portadas. A partir de ese momento, el ingeniero francés se vería envuelto en una serie de extraños sucesos y polémicas, que continúan en la actualidad.
UN MAUSOLEO QUE CAMBIARÁ LA HISTORIA
David Crespy contactó entonces con los arqueólogos de la ciudadela, quienes –en un principio– se mostraron muy interesados en sus observaciones, asegurándole que investigarían el asunto. Pero transcurrieron los meses y los investigadores locales no respondían a sus múltiples mensajes. No obstante, la convicción de Crespy –ya en Europa– de haber hallado algo de gran importancia, hizo que nunca olvidara aquel enigmático vano tapiado, cuya existencia era desconocida.
Buscando información sobre los incas, se encontró con un interesante artículo que hablaba del historiador y explorador Thierry Jamin, también francés, que dirigía la ONG Instituto Inkari y llevaba 15 años en Perú, investigando las míticas ciudades perdidas de la Amazonia peruana.
Muy pronto, Crespy contactó con Jamin, describiéndole la naturaleza del hallazgo que, en cierta medida, le perturbaba. A pesar del escepticismo inicial del historiador, éste decidió dar un voto de confianza a Crespy, acordando con él dirigirse a Machu Picchu y comprobar in situ la existencia –o no– de la supuesta puerta.
Y así, llegados al célebre poblado andino, frente a la muralla en cuestión, Jamin percibió que algo allí no encajaba. Lo primero que observó fue que las piedras que tapaban el ingreso al recinto habían sido colocadas de forma irregular, sin ningún tipo de argamasa. Esto podía indicar que, quizá debido a algún acontecimiento significativo en la región, alguien decidió taparlo de forma inesperada. En algún momento de la historia, tal vez en la época de la conquista española, los incas intentaron cerrar apresuradamente el acceso, probablemente para ocultar algo de un valor inusitado. ¿Quizá la tumba del propio emperador?
(Continúa en AÑO/CERO 279).
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