Civilizaciones perdidas
19/06/2015 (12:44 CET) Actualizado: 19/06/2015 (12:51 CET)

JESÚS Y SOFÍA: UN MATRIMONIO MÍSTICO

El cristianismo primitivo abrazó una tradición que veneraba a la parte femenina de dios: Sofía, portadora de la sabiduría en el mundo. Las enseñanzas secretas de los iniciados gnósticos asimilaron los mitos paganos relacionados con ese culto a la Magna Mater. En este sentido, la esencia de Jesús cierra el ciclo de lo que hasta entonces sólo se había profetizado, nunca materializado. Por A. Forgione y T. Freke (Traducción I. Herranz)

19/06/2015 (12:44 CET) Actualizado: 19/06/2015 (12:51 CET)
Sofía María Jesús gnosis
Sofía María Jesús gnosis

El cristianismo gnóstico primitivo no era un enemigo del paganismo, sino su descendiente directo. El caos y la destrucción en el siglo IV no sólo fueron el resultado de la eterna batalla entre la luz y las tinieblas que se manifiesta en el plano material, sino también el intento del cristianismo romano por destruir las pruebas de su verdadero origen. Cuando esta corriente se convirtió en la religión adoptada por el Imperio romano, erradicó a los paganos y gnósticos que cuestionaban su «derecho» a imponer la única revelación.
Como todas las tiranías, la Iglesia romana se sirvió de una historia literal para reemplazar la verdad de los Misterios por razones políticas que todavía no se han clarificado, motivos que oscurecen la antigua gloria y profundas enseñanzas de la historia de Jesús, poseedoras del poder para infundir la «Gnosis» que nos salvará y facilitará nuestra encarnación en Cristo.

MISTERIOS PROFUNDOS
Místicos de todas las tradiciones espirituales han enseñado siempre que sólo hay una «verdad», omnipresente e inmutable, que fue revelada por primera vez hace dos mil años, pero que luego se topó con la «encarnación», no habiendo terminado su proceso todavía.
El cristianismo sería un capítulo fundamental en la perenne búsqueda humana de alcanzar la perfección en la Tierra, una corriente en el mar unitario de la conciencia humana en perpetua evolución y un paso más allá para articular la Gnosis atemporal. La espiritualidad de Occidente ha sido diseñada por las grandes tradiciones de los Misterios y del cristianismo. Ahora es el momento de redescubrir sus puntos en común y reclamar todo nuestro rico patrimonio.
La historia de Jesús constituye el corpus de la mitología cristiana que, como hemos señalado, resulta de la combinación de los argumentarios mitológicos hebreos y paganos. Los cristianos gnósticos utilizaron la historia de Jesús como una alegoría, al objeto de dirigir a los aspirantes hacia el camino espiritual. Para aquellos que desearan profundizar más allá de los «Misterios Externos» (los dirigidos a las «masas»), había enseñanzas secretas conocidas como «Misterios Internos». Estos se componían de las «tradiciones secretas de la verdadera Gnosis» que, de acuerdo con el Padre de la Iglesia Clemente de Alejandría, fueron transmitidas «a un reducido número de personas mediante una sucesión de maestros». Los que fueron iniciados en estos Misterios Internos descubrieron que el cristianismo no sólo se centraba en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, sino que transmitía una verdad de la que pocos cristianos habrán oído hablar. Se trata de la historia de la amante de Jesús: la hija perdida y redimida de la diosa.
Los cristianos primitivos adoraban a la divinidad no sólo como Dios Padre, sino también como Sofía, diosa de la sabiduría.
En la Primera epístola a los corintios, San Pablo dice: «Sin embargo, hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo ni de los príncipes de este mundo, abocados a la ruina; hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa y oculta, destinada por Dios desde antes de los siglos para nuestra gloria» (1 C 2,6).
En realidad, Pablo de Tarso hacía referencia a una casta de iniciados entre los cristianos primitivos que tenían conocimiento de la parte femenina de la divinidad asociada con la sabiduría, es decir, Sofía. Aunque La Biblia de Jerusalén –versión oficial de la Iglesia romana– excluye la palabra «perfecto», Pablo estaría aludiendo veladamente a un grupo de iniciados en los orígenes del cristianismo… (Continúa en AÑO/CERO 300).
 

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