Tras las huellas de la Atlántida egipcia
Diferentes civilizaciones del pasado hacen referencia a eventos apocalípticos similares al mito atlante. Incluso Egipto ve plasmada la leyenda de la Atlántida en sus raíces...
Hay conceptos que ya son universales, iconos que forman parte de nuestro ADN, como es el caso de Atlántida y todo lo que la rodea. Pero es que, además, es un asunto del que no cesan de salir nuevas historias. Unas con más fortuna que otras. Una de las más recientes es que podría encontrar sus orígenes en la antigua civilización egipcia...
Y hablando de teorías, la del oricalco, el metal que se extraía de las minas del continente hundido para revestir los principales templos de su ciudad-estado, es de las menos conocidas. Y, sin embargo, emergió con fuerza, a raíz de un descubrimiento que se produjo hace cuatro años y que vino a confirmar el trasiego marítimo que había por aquel entonces, y que quizás detrás del mito atlante que tantos pueblos –entre ellos el egipcio– manejan, puede haber una historia real.
¿Y la Atlántida? No menos cierto es que el oricalco del continente hundido era nativo, puro, por decirlo de manera que todos lo entendamos. Pero, ¿y si ese oricalco nativo hubiese existido y además se hubiese extraído de unas minas situadas en un lugar determinado entre el Mediterráneo y el Atlántico? ¿Sería esta la evidencia física de una Atlántida real tras la leyenda? Más adelante lo veremos, pero lo que es evidente es que sería un eslabón importante para validar el mito. Siguiendo con el hundimiento, los expertos determinaron que se produjo cuando el barco estaba llegando al puerto de Gela, probablemente a consecuencia de un temporal que le hizo perder el rumbo. La cuestión es de dónde procedía este metal…
LA ATLÁNTIDA EGIPCIA
Si nos limitamos a ir al oeste de Egipto, podríamos dar con la historia que pudo originar la confusión, si es que la hubo, y por tanto el mito: la civilización minoica, cuya capital era Creta, y que hace casi cinco milenios gozaba de una estructura social, de un lenguaje y de un ejército tan poderoso que acabó por anexionarse la mayor parte de las islas del Egeo. Y pese a todo, si por algo destacó este pueblo fue por su talante poco belicista, tal y como Platón describía al imperio atlante. Ahora bien, ¿dónde se encuentra ese punto de confluencia entre la Atlántida de Platón y el Keftiu egipcio? Si atendemos a lo que la historia nos cuenta de la civilización minoica, Tera –actual Santorini–, isla que pertenecía a dicho imperio, alrededor de 1500 a. C. empezó a sufrir una serie de erupciones volcánicas que culminaron treinta años después, en 1470, con la explosión de un gran volcán –los estudios realizados afirman que era cinco veces más grande que el Krakatoa (1883) y que su capacidad destructiva era dos veces mayor– que durante meses cubrió la atmósfera de cenizas, en lo que con toda probabilidad hubo de ser un acontecimiento de proporciones bíblicas; tsunamis, terremotos, lluvia ácida, hambruna… El planeta se vio abocado a un tiempo que parecía estar orientado por los peores augurios. Y la culta y poderosa civilización minoica acabó sucumbiendo, como la propia isla de Tera, que fue cubierta en gran parte por las aguas, de un día para otro, como ocurriera con la Atlántida.
Pero hay más posibilidades. Porque buscar en los mitos es encontrar elementos que hablan de un tiempo común a muchas culturas. Uno de estos sucesos fue el que el marino de Alejandría, Cosmas Indicopleustes, representó en el plano terrestre que incluyó en su Topografía cristiana, grabado con una inscripción que induce a la reflexión: «La tierra más allá del Océano, en donde los hombres vivían antes de la gran inundación». Y como habrán imaginado, esa tierra es «irreal».
Otro ejemplo: durante una serie de excavaciones llevadas a cabo entre los años 1922 y 1930 en la ciudad sumeria de Ur, en la desembocadura del río Éufrates –actual Golfo Pérsico–, por el doctor Leonard Wooley, se determinó que a dos metros y medio de profundidad existía una capa arcillosa que solo pudo ser depositada en ese estrato a raíz de una gran crecida de los ríos Tigris y Éufrates, o como consecuencia de una poderosa inundación. Además concluyeron que ésta se tuvo que producir a lo largo del tercer milenio a. C.
Dicho lo cual, bajo las aguas de Egipto hay vestigios de un tiempo emergido; ese tiempo anterior a la gran evacuación que aparece en los grandes mitos... Y sin embargo nos seguimos preguntando: ¿fue la Atlántida real?
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