Civilizaciones perdidas
01/07/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Hieros Gamos:la prostitución sagrada

En el capítulo 74, Langdon pregunta a Sophie sobre el extraño rito sexual en el que vio participar a su abuelo. Y luego le explica que esta ceremonia se conoce como Hieros Gamos (matrimonio sagrado), tiene más de 2.500 años de antigüedad, y que los sacerdotes egipcios la celebraban para honrar el poder reproductor de la mujer.Realidad histórica y significado psicológico del Hieros Gamos han sido bien documentados por N. Qualls-Corbett en su libro La prostitución sagrada (Ed. Obelisco), practicada por distintas civilizaciones.

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Hieros Gamos:la prostitución sagrada
Hieros Gamos:la prostitución sagrada
Esta práctica se menciona ya en la Epopeya de Gilgamesh, que data de 7000 años a. C. aunque probablemente proceda de una más antigua tradición oral. Allí se explica como éste héroe envía a una de las prostitutas sagradas del templo de Isthar (conocidas como doncellas de gozo), para que haga el amor con el salvaje Enkidu hasta lograr que éste venza su lado más instintivo y conecte con su espiritualidad. Allí se describe cuál era la función de estas mujeres: iniciar, iluminar y transmutar, llevando al hombre a un umbral superior de conciencia. Como explica Qualls, «era virgen en el sentido original de la palabra: una persona de profunda integridad que recibía a los extranjeros de un modo radiante y sensual. Su razón de ser era conducir a la Diosa del Amor hacia el contacto directo con la humanidad».

La última referencia a la prostitución sacra que conocemos es de Enheduanna (2300 a. C.), la primera historiadora cuyo nombre y escritos se han preservado, que era sacerdotisa de la diosa de la Luna e hija de Sargón de Agade, cuyo reino se extendía desde el Mediterráneo hasta Persia.

Pero en tiempos de Jesús seguían existiendo mujeres que iniciaban en el sexo sagrado (hierodulas), a las que los profanos calificaban despectivamente como prostitutas. Es llamativo que los primeros Padres de la Iglesia llamasen prostitutas a mujeres que luego santificaron, como Magdalena o María Egipciaca, y a herejes como la compañera de Simón el Mago, el primer cristiano gnóstico que menciona el Nuevo Testamento.

Pese a lo que sugiere Brown, el Hieros Gamos no era nada parecido a una orgía sexual comunitaria. Se realizaba en un recinto sagrado, y en él participaban tan sólo la sacerdotisa, el rey (o iniciado) y la Divinidad. Si bien en ciertos días de primavera, simultáneamente a ese rito privado, el pueblo participaba en ritos sexuales colectivos que contribuían a la regeneración de la tierra y la vegetación, éstos siempre se celebraban fuera del templo.

Según Brown, este rito «no tiene nada que ver con el erotismo; se trataba de un acto espiritual». Por el contrario, al ser un acto mágico cuya intención era abrir una puerta hacia la divinidad, para conseguirlo tenían que generarse una pasión y un fuego sagrados, que debían ser canalizados. Y éstos, obviamente están conectados con el principio de Eros, que representa el impulso de vida y regeneración.
«Desde los días de Isis, los ritos sexuales se consideraban los únicos puentes que tenía el hombre para dejar la Tierra y alcanzar el cielo», asegura Langdon. Pero desde las antiquísimas prácticas chamánicas hasta hoy han existido muchas formas de acceder a planos superiores. Si bien es cierto que los iniciados siempre han considerado la utilización sacramental de la sexualidad como la vía más rápida, y esto no sólo desde los Misterios de Isis sino en los previos de Isthar y otros más antiguos.
«La tradición hebrea primitiva –prosigue Langdon– incluía ritos sexuales, y en el Templo… Los hombres que buscaban la plenitud sexual acudían al templo a visitar a las sacerdotisas o hierodulas, con las que hacían el amor y experimentaban lo divino a través de la unión carnal». Aunque los críticos se escandalizan ante la primera afirmación, este es un hecho reconocido aún por expertos católicos, aunque sostienen que los sacerdotes judíos lo hacían para obtener dinero para el Templo… Por lo demás –en antiguos cultos– las mujeres, al ser iniciadas en los Misterios de la Gran Diosa, consumaban este rito con un sacerdote; como explica la psicoanalista Esther Harding entregaban allí su virginidad, no como un sacrificio sino como un acto de liberación para no pertenecer a nadie y ser dueñas de ellas mismas, una idea que resulta incomprensible para cualquier crítico de mentalidad machista.

Según Langdon, más de diez sociedades secretas en todo el mundo –muchas de ellas bastante influyentes– siguen practicando ritos sexuales y mantienen vivas las antiguas tradiciones. En realidad, la canalización de la energía sexual forma parte de la alquimia interna y de las prácticas más poderosas mantenidas en secreto por infinidad de grupos, desde los egipcios y los taoístas hasta hoy.

Para él, el film Eyes wide shut reproduciría un Hieros Gamos, aunque «por desgracia los realizadores de la película no habían reflejado correctamente los pormenores, pero lo esencial estaba ahí»: Resulta evidente que esto no se debe a la torpeza de Kubrick, porque el hieros gamos se practicaba en la intimidad, y no tiene nada que ver con la ceremonia de magia sexual –de corte más bien maléfico, manipulador y terrorífico. Brown no podía haber buscado un peor modelo que éste para ejemplificar una práctica sagrada, que ya ha sido suficientemente denigrada, ensuciada y maleficiada.

No podemos instrumentalizar el sexo. Es absurdo creer que cualquiera puede realizar un hieros gamos con sólo seguir los pasos dictados en un libro. La finalidad de este rito sagrado, que estaba basado en una necesidad psicológica aún viva entre nosotros, era que los instintos sexuales que nos encadenan fueran encauzados y transformados para que se transmutara el ego primario a través de esa experiencia, permitiéndonos así subir un escalón más hacia la conquista de la conciencia.

Son muchos los momentos en los que, a nivel sincronístico, se puede dar un matrimonio sagrado: dos seres humanos que sintonizan con una misma idea, o que se comunican de corazón a corazón, sin proyecciones ni prejuicios, o cuando nos unimos en una relación sexual durante la cual el uno desaparece en el otro, se funden en presencia de la divinidad, aunque sólo sea por unos instantes; abren una puerta; se integran con la supraconciencia y vuelven, casi al instante, a esta tierra baldía, pero trayendo consigo la semilla de un nuevo despertar. Depende de cada uno de nosotros que esa semilla, ese corpúsculo de luz, invada nuestra conciencia, o bien que lo dejemos morir en esa tierra yerma.
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