Civilizaciones perdidas
01/11/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

El Ragnarok de los vikingos

Los vikingos, no sólo arrasaron las costas europeas durante más de tres siglos; también exploraron, convivieron y colonizaron territorios como Gran Bretaña, Islandia, América… Eran guerreros, agricultores y comerciantes que sustentaban su fe en el anhelo de un brumoso más allá. Se trataba de un pueblo extraño y muy fanatizado por una religión pesimista. En ella casi todo estaba relacionado con la espera del juicio final…

01/11/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
La mitología nórdica era extremadamente compleja y se cimentaba en el difícil equilibrio que procuraba el gran fresno universal Yggdrasil. Éste árbol poseía tres raíces: una de ellas bebía en el arroyo Hvelgelmir del Niflheim y era continuamente roída por la serpiente Nidhogg y sus crías, con el único fin de derribarlo, desestabilizando así la armonía por él generada. La segunda raíz se nutría en el arroyo Urd, situado en el Asgard o "reino de los dioses". En éste ambiente las tres magas o nornas controlaban el destino de los hombres. Por fin, la tercera raíz daba al pozo de la sabiduría del Jotunheim o "reino de los gigantes", vigilado muy de cerca por Heimdall, el guardián de los dioses.

Estaba claro que algún día la perseverancia de Nidhogg y sus perversas hijas daría su fruto. El Yggdrasil estaba condenado al desplome y, en ese aterrador instante, llegaría el irrevocable final universal. Nadie escaparía al Ragnarok, donde hombres, dioses y gigantes librarían el combate definitivo en el que todos morirían.

Pero antes de la catástrofe realicemos una visita al mundo sobrenatural de los hombres del norte, comenzando nuestro recorrido por el Asgard, universo regentado por el Dios principal Odín, padre de los dioses. Odín poseía tres grandes palacios en Asgard: Gladsheim, en el que se encontraba la sala donde se reunían las divinidades; Valaskialf, donde estaba el magnífico trono llamado Hlidskialf. En él Odín se sentaba para observar los nueve mundos conocidos. Éstos dos habían surgido de la interacción del Muspellheim y el Niflheim –luz y tinieblas– y en ellos moraban todas las criaturas. Y, por último, el recinto más famoso de Asgard denominado Valhalla o lugar destinado a los guerreros muertos en combate. Cuando este hecho se producía, Odín enviaba a sus valkirias. Las semidiosas vírgenes volaban a lomos de sus caballos hacia el campo de batalla y seleccionaban escrupulosamente a los combatientes que habían dado muestras de heroísmo y valor, asignándoles el nombre de Einheriar y procurándoles un cómodo viaje a través del o puente arcoiris que conectaba el Midgard o tierra creada por los hombres con Asgard. En el Valhalla los guerreros eran recibidos con honores y allí permanecían disfrutando de abundante comida y deliciosa hidromiel hasta la llegada del Ragnarok, donde tendrían la posibilidad de luchar y volver a morir al lado de sus dioses.

El supremo Odín poseía un solo ojo, ya que el otro le fue arrebatado por beber un sorbo de agua en el pozo de la sabiduría; a cambio del doloroso trance, obtuvo el conocimiento universal y los secretos necesarios para crear las runas. Además, tenía dos cuervos cuyos nombres eran Hugin y Munin. Éstas aves eran los ojos y oídos del Dios en la Tierra.

Odín tenía tres esposas: su primera mujer se llamaba Jord y con ella engendró a Thor, su hijo más fuerte y poderoso; Frigg era la segunda y su favorita. Solo a ella la dejaba sentarse en el trono de Hlidkialf; la tercera era Rinda, con quién tuvo a su hijo Vali, el único que sobreviviría al Ragnarok.

Entre la descendencia de Odín el que gozaba de mayor aceptación era Thor, uno de los dioses favoritos para los vikingos por ser el más valeroso de todos y por mostrar un odio desmedido hacia sus enemigos los gigantes. Siempre se le representaba empuñando su famoso martillo Mjolnir, que lanzaba y recuperaba como un boomerang con su especial guante, que impedía cualquier daño en su mano. Además, utilizaba un cinturón mágico –Megingjord– que cuando se lo ceñía a la cintura aumentaba notablemente su poder. La fuerza de Thor era de tal calibre que Odín no le permitía vivir en el Asgard temeroso de que sus pisadas de trueno pudieran derrumbar el puente de arcoiris.

Existían otros dioses fundamentales en el panteón nórdico. Son los casos de Freyr, la deidad más importante de los dioses Vanir –menores– e hijo de Njord, Dios del mar y de los vientos. A Freyr se le concedió el trono de Alfheim, el mundo mágico de las hadas y los duendes. Viajaba en su jabalí de oro Gullinbusti o a bordo de su espléndido barco plegable Skidbladnir. También era el Dios del Sol, creador de vida y fertilizante para los campos. Por esos motivos, Freyr era de los más queridos y venerados por aquella cultura.

Tyr era el Dios de la guerra y del orden marcial, siendo el más valiente de los dioses Aesir –mayores–. Su nombre era invocado junto al de su padre Odín, antes de que los guerreros entraran en combate.

Uno de los episodios más significativos protagonizados por él ocurrió cuando logró atar con un cordel mágico al lobo Fenrir, el maléfico hijo de Loki, perdiendo en el envite una mano.

Balder era el Dios de la luz y la verdad, y los vikingos decían que era el más hermoso de todos los Aesir. Su melena rubia representaba los rayos solares que inundaban la Tierra. Posiblemente fue el más amado al ser considerado el único sucesor de Odín tras la batalla final del Ragnarok. Balder iniciaría después del último día una era de prosperidad y bonanza para el pueblo nórdico. Poseía enormes conocimientos sobre las runas y las hierbas medicinales, estaba casado con Nanna, Diosa de la vegetación y tenía un hermano gemelo llamado Hodur, que era su antítesis al ser el Dios de la oscuridad y el pecado.

En el país de los gigantes vivía su líder, el malvado Loki. De su mano llegaban a Midgard la hecatombe, el engaño y la confusión. Era hijo de los gigantes Laufey y Farbauti, y al casarse con Angrboda engendró a tres de los más horribles monstruos del cosmos: el lobo Fenrir, la serpiente Jormugand, y Hel, la Diosa del mundo de los muertos. Loki era enemigo mortal de Odín y asesino de su hijo Balder en el Ragnarok.

El juicio final
Una religión pesimista debe presentar un epílogo de similares circunstancias, y ese momento fatal nos lo ofrece el temido Ragnarok. En ese magno combate aparecerán sobre el Vigrid –terreno elegido para la lucha– todas las fuerzas contendientes y allí se exterminarán los unos a los otros.

Todo se iniciará cuando Loki sea expulsado al Midgard y comience sobre éste un tiempo de negritud y cataclismo provocando grandes heladas que cubrirán la faz de la Tierra. El mundo se sacudirá y la serpiente Nidhog terminará de roer la raíz del árbol Yggdrasil, para que cuando Loki asesine a Balder, es decir, cuando muera la luz y la vida, el árbol termine por caer dando paso al final de los tiempos.

Será el guardián Heimdall, quien avise con su gran cuerno sobre el terrible desenlace que está a punto de producirse. Acto seguido el cuervo lanzará el triste presagió que hará salir de Asgard a los dioses y hombres. En el otro lado aguardan Loki y sus huestes infernales, y pronto, ambos bandos se enzarzarán en un combate como jamás vieron los siglos, despedazándose entre ellos, para que al final, en medio de un gran caos, Surtr, el último superviviente, levante su espada y con un rayo fulminante entregue todo a la oscuridad.

A pesar de todo, quedaban motivos para la esperanza. Los vikingos rezaban por la resurrección de Balder, el sucesor de Odín tras el Ragnarok.

Este nuevo mesías renacería para dar una segunda oportunidad a los escasos supervivientes en Midgard, ofreciendo una nueva era donde la luz imperaría sobre las tinieblas. El Yggdrasil vería reverdecer sus ramas y la tierra volvería a emerger del mar para fertilizarse de nuevo, propagándose el milagro de la vida como antaño, pero con una diferencia: ahora Balder asumirá el mando del universo creado por su belicoso padre Odín, siendo el nuevo rey del panteón nórdico.

Confiemos, desde estas páginas que el angustioso Ragnarok tarde todavía algún tiempo en producirse, aunque, por desgracia, algunos de los signos que se están produciendo en Midgard nos inviten a pensar lo contrario.
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