El gigante caníbal de canadá
Menospreciadas por los colonos llegados a Canadá a finales del siglo XIX, las ancestrales tradiciones de los nativos de las etnias cree y obijwa daban por sentada la existencia de «criaturas imposibles», de wendigos, sasquatchs y gigantes salvajes que habitaban los inexplorados bosques boreales de aquellas tierras. Lejos de resultar mitos propios de «culturas ingenuas», estas entidades se nos antojan plausibles a la luz de determinadas evidencias y de los frecuentes y fiables testimonios que han llegado y continúan haciéndolo hasta nuestros días.
La primavera pasada lo vimos cerca del campamento unas cuantas veces. Así que lo escondimos todo, también las canoas. Pero continuó merodeando por los alrededores, durante bastantes días. Hasta que cierta noche lo vimos muy cerca de la casa-escuela. Entonces, uno de los hombres salió tras él y le disparó. Le disparó dos veces. Había sangre en el lado izquierdo del sendero, encima de las hojas. A la mañana siguiente, decidimos ver si la sangre continuaba allí. Algunos acordaron seguir su rastro. Caminaron durante medio día, descubrieron tres huellas y volvieron a perder su pista. Las pisadas tenían dos palmos de largo. Iba con los pies descalzos».
El anterior testimonio, recogido por el jurista norteamericano Sidney L. Harring, tiene un enorme valor. No en vano, el contexto del mismo fue el juicio por un caso de asesinato en el que se vio involucrado un «wendigo» o, lo que es igual, una criatura que hasta aquel momento se creía que sólo habitaba el mundo espiritual o la imaginación de algunas tribus aisladas de Canadá y el norte de EE UU…
Corría el año 1896. Machekequonabe, un miembro de la etnia ojibwa, acababa de ser declarado culpable de homicidio involuntario en un caso por «asesinato de un wendigo». Los hechos tuvieron lugar en una reserva de la mencionada tribu, situada en uno de los inmensos bosques boreales característicos del noroeste de Ontario, en Canadá. Según las actas del juicio, celebrado en la localidad de Regina, el homicida habría matado a su padre adoptivo en la creencia de que éste había sido poseído por un wendigo, un espíritu maléfico que «en ocasiones adquiere la apariencia de un ser humano de carne y hueso».
ESPÍRITUS DIABÓLICOS EN EL ESTRADO
Escasamente conocido, el caso Regina vs Machekequonabe fue seguido por varios periódicos de la época, que informaban a diario del desarrollo del proceso. Gracias a ello, el profesor Harring pudo rescatar, íntegras, varias conversaciones entre el fiscal, H. Langford, y la única persona que testificó en favor del acusado, otro indígena ojibwa de nombre impronunciable –Wasawpscopinesse– y a quien pertenece el testimonio con el que hemos comenzado este artículo. Un momento, ¿único testigo?
En realidad, Wasawpscopinesse no presenció el crimen, pero fue el único indígena de la reserva que se atrevió a quebrantar la ley no escrita que prohibía hablar sobre el wendigo, una entidad diabólica cuya sola mención provocaba verdadero terror entre los nativos. Fue precisamente ese ambiente de miedo insuperable el que, al parecer, se adueñó de la pacífica tribu de Machekequonabe y de él mismo, llevándole a cometer tan horrible crimen.
Llamativamente, el caso Regina vs Machekequonabe no fue el único en el que se juzgó un «asesinato wendigo», como los bautizó la prensa canadiense. En su libro White Man's Law: Native People in Nineteenth Century Canadian Jurisprudence, el experto jurista norteamericano Sidney L. Harring ofrece datos precisos de al menos otros siete procesos similares, sugiriendo que probablemente hubo muchos más «asesinatos wendigo» que eludieron la acción de la justicia convencional. Y es que, muy a menudo, tales crímenes eran juzgados de acuerdo con las leyes ancestrales de los nativos, que primaban la autodefensa frente a la amenaza de estas criaturas diabólicas. De hecho, invariablemente, la sentencia de las tribus contra los wendigo era la muerte.
Pese a que el estudio del profesor Harring se objetivaba en la adecuación de las leyes convencionales –o del «hombre blanco»– a las normas de convivencia y las estrictas leyes tribales de los indígenas canadienses, su libro destapó otra serie de cuestiones que nada tenían que ver con los prosaicos asuntos jurídicos que le ocupaban. Así, a raíz de su publicación en 1998, numerosos antropólogos y criptozoólogos pugnaron por explicar, cada uno a su manera, qué era aquello del wendigo y qué había de cierto en los relatos sobre canibalismo, crímenes atroces y exorcismos con resultado de muerte que ensombrecían la nunca bien explicada cultura nativa de la América más ignota. Es más, no fueron pocos los investigadores que establecieron una conexión entre wendigos y sasquatch, la versión canadiense del bigfoot o pies grandes… (Continúa en AÑO/CERO 291).
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