¿Podrían desaparecer los moais de Pascua? (II)
Ante la posibilidad de que los legendarios moais de Pascua desaparezcan, varias empresas llevan meses trabajando para que las misteriosas esculturas «sobrevivan» al paso del tiempo.
Pasear de noche por Isla de Pascua es algo que todo el mundo debería de hacer una vez en la vida. Se siente la soledad, el silencio, la magia se paladea… Falta poco para las doce. «A estas horas salen a pasear los demonios Kava-Kava. Son espíritus del mal, como cuerpos sin carne que te persiguen en la oscuridad y se te cuelgan de la espalda. Conozco amigos que incluso estando fuera de la isla, han sufrido los ataques de estos seres malignos», afirma Matua Tuki, un gigantón pascuense que viste como John Rambo. Está inquieto; saber que estamos cerca de la medianoche en mitad del campo, muy cerca del volcán sagrado Rano Raraku, no le place demasiado. Estamos lejos de Hanga Roa, la principal localidad de Rapa Nui y la oscuridad es total.
Empezamos a caminar atravesando un pedregal, iluminados con nuestras linternas. El suele cruje; cruje extrañamente. Cuando decido llevar el haz de luz hacia el suelo me da un vuelco al corazón: es una manta de cucarachas, gorgojos, arañas y otros bichos… «El mal está cerca», afirma Tuki con voz temblorosa. Pero estamos cerca de nuestro objetivo: el fantástico ahu Tongariki, el lugar donde quince moais se sitúan uno junto a otro con el mar de fondo, en una de las estampas más fotografiadas de la isla. Y llegamos junto a la plataforma que los sostiene elevados, y sorprendentemente, como si hubiera una barrera de cristal, los insectos no la traspasan. Matua Tuki me mira y complacido me dice: «Los moai tienen buena energía. Por eso no entran. Pero hay que darse prisa».
Todavía no se ha logrado explicar cómo desplazaban los moais hasta su ubicación actual, por una geografía muy accidentada y con estatuas de más de mil toneladas de peso. La tradición de Pascua asegura que los movía el «maná», una especie de energía que los hacía volar solos.
El Tongariki ha sido uno de los primeros en ser «rescatado»» por los miembros de CyArk, una organización sin ánimo de lucro que lleva años digitalizando lugares que son Patrimonio de la Humanidad, en colaboración con Iron Mountain, empresa que se dedica desde su sede en Pensilvania (EEUU) a administrar los datos recibidos. El objetivo es escanear en tres dimensiones los casi mil moais que se encuentra en Isla de Pascua, así como restos arqueológicos que tienen que ver con una civilización que «evoca asombro y admiración. Son un testimonio increíble de la destreza ingeniosa y de ingeniería del pueblo Rapa Nui, que logró esculpir, transportar y erigir estas enormes estatuas sin el beneficio de la tecnología moderna», aseguró el CEO de CyArk, John Ristevksiuna. «Con la finalización de este proyecto, tendremos un registro de estos monumentos para las generaciones venideras, sin importar el futuro», finaliza Ristevksi. Y eso es lo verdaderamente importante, sin olvidar que la preservación e integridad física de las figuras ha de ser la única prioridad válida a día de hoy.
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