Civilizaciones perdidas
22/03/2012 (20:47 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Conspiración en El Vaticano
ENIGMASParece el argumento de una novela de intriga, pero es una realidad. Desde hace algunos meses, los antiguos muros de los palacios pontificios se han convertido en escenario de turbios asuntos que involucran a altos miembros de la jerarquía católica. Filtraciones de documentos, acusaciones de corrupción e, incluso, rumores sobre un plan para asesinar al Papa
El año 2012 no pudo comenzar peor para la Santa Sede. En enero, un programa de la televisión italiana daba a conocer el contenido, altamente reservado, de varios documentos que nunca debieron salir de los muros del Vaticano. Pero lo hicieron. Y las consecuencias todavía se están dejando sentir en las más altas jerarquías del pequeño Estado. Algo totalmente comprensible si tenemos en cuenta que los papeles filtrados a los medios incluyen cuestiones tan delicadas y "poco santas" como posibles actividades delictivas, que incluirían blanqueo de capitales, corrupción, abuso de poder y acusaciones de nepotismo.
Una auténtica "bomba" informativa cuya onda expansiva se propagó aún más cuando, a principios de febrero, los diarios italianos se hicieran eco de otros documentos, procedentes del Vaticano, en los que se hablaba de "peleas" entre cardenales y, lo que es más grave, de un hipotético intento de asesinar a Ratzinger este año. No resulta difícil imaginar que tales revelaciones se tradujeron en una frenética actividad en ciertos organismos de la Santa Sede. Con aquellos titulares ocupando diarios e informativos, y la noticia en boca del público, los pasillos y despachos de los palacios vaticanos se convirtieron en un agitado ir y venir de funcionarios y altos cargos. Pero también, como definieron algunos medios italianos, en un nido de víboras cargado de veneno.
De hecho, basta un rápido vistazo a las informaciones filtradas desde el corazón de la cristiandad para comprender que algunos cardenales están jugando un rudo juego de poder al mejor estilo renacentista. Una época en la que familias como los Orsini, los Colonna o los Borgia empleaban todas las armas a su alcance –literalmente– para lograr sus objetivos
Un terremoto en San Pedro
Desde el 25 de enero de 2012, la "nave de San Pedro" navega por aguas agitadas. En la tarde de aquel día, un programa de La 7 –una cadena de televisión privada–, dio a conocer varias cartas privadas del cardenal Carlo Maria Viganò dirigidas al Secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, y al propio Papa.
En ellas Viganò –entonces secretario de la Gobernación del Vaticano– pedía –prácticamente imploraba– que le permitieran mantenerse en su puesto para poder "combatir la corrupción y el abuso de poder" que, según él, se habían asentado en ciertos estratos de las altas esferas. Además, Viganò hablaba también de "mala gestión", de amiguismos, y de adjudicaciones de contratos a determinadas empresas con precios inflados.
Una de las misivas, la dirigida expresamente a Benedicto XVI, revela que su interés por denunciar aquellos supuestos desmanes, así como las acusaciones que le atribuían "crear un clima negativo en la Gobernación", le habían valido su "ascenso" a nuncio apostólico en Washington. Es decir, se le nombraba embajador en Estados Unidos para mantenerlo alejado del Vaticano.
De nada sirvieron las súplicas de Viganò al pontífice, ni la mención a su hermano –también sacerdote–, muy enfermo a consecuencia de un derrame cerebral, y a quien el propio cardenal se encargaba de atender. Hoy Carlo Maria Viganò se encuentra en Washington cumpliendo su cargo de nuncio. Un puesto que, en otras circunstancias, habría significado un ascenso, pero que, a la vista de lo revelado, se convierte en un duro correctivo.
(Continúa la información en ENIGMAS 197).
Javier García Blanco
Una auténtica "bomba" informativa cuya onda expansiva se propagó aún más cuando, a principios de febrero, los diarios italianos se hicieran eco de otros documentos, procedentes del Vaticano, en los que se hablaba de "peleas" entre cardenales y, lo que es más grave, de un hipotético intento de asesinar a Ratzinger este año. No resulta difícil imaginar que tales revelaciones se tradujeron en una frenética actividad en ciertos organismos de la Santa Sede. Con aquellos titulares ocupando diarios e informativos, y la noticia en boca del público, los pasillos y despachos de los palacios vaticanos se convirtieron en un agitado ir y venir de funcionarios y altos cargos. Pero también, como definieron algunos medios italianos, en un nido de víboras cargado de veneno.
De hecho, basta un rápido vistazo a las informaciones filtradas desde el corazón de la cristiandad para comprender que algunos cardenales están jugando un rudo juego de poder al mejor estilo renacentista. Una época en la que familias como los Orsini, los Colonna o los Borgia empleaban todas las armas a su alcance –literalmente– para lograr sus objetivos
Un terremoto en San Pedro
Desde el 25 de enero de 2012, la "nave de San Pedro" navega por aguas agitadas. En la tarde de aquel día, un programa de La 7 –una cadena de televisión privada–, dio a conocer varias cartas privadas del cardenal Carlo Maria Viganò dirigidas al Secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, y al propio Papa.
En ellas Viganò –entonces secretario de la Gobernación del Vaticano– pedía –prácticamente imploraba– que le permitieran mantenerse en su puesto para poder "combatir la corrupción y el abuso de poder" que, según él, se habían asentado en ciertos estratos de las altas esferas. Además, Viganò hablaba también de "mala gestión", de amiguismos, y de adjudicaciones de contratos a determinadas empresas con precios inflados.
Una de las misivas, la dirigida expresamente a Benedicto XVI, revela que su interés por denunciar aquellos supuestos desmanes, así como las acusaciones que le atribuían "crear un clima negativo en la Gobernación", le habían valido su "ascenso" a nuncio apostólico en Washington. Es decir, se le nombraba embajador en Estados Unidos para mantenerlo alejado del Vaticano.
De nada sirvieron las súplicas de Viganò al pontífice, ni la mención a su hermano –también sacerdote–, muy enfermo a consecuencia de un derrame cerebral, y a quien el propio cardenal se encargaba de atender. Hoy Carlo Maria Viganò se encuentra en Washington cumpliendo su cargo de nuncio. Un puesto que, en otras circunstancias, habría significado un ascenso, pero que, a la vista de lo revelado, se convierte en un duro correctivo.
(Continúa la información en ENIGMAS 197).
Javier García Blanco
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