Civilizaciones perdidas
21/08/2012 (11:58 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

CÁTAROS, SUS RITOS DE INICIACIÓN

Jesús Ávila GranadosHeredera de los saberes más profundos y secretos de la espiritualidad oriental, en la lejana Persia, la Iglesia cátara anidó en el corazón de Occidente, representado por el Languedoc. Durante más de dos siglos, sus ministros o «perfectos» impartieron sus enseñanzas, basadas en la libertad individual, el respeto a la mujer, la tolerancia intercultural, la protección a la naturaleza y el sentido del trabajo. Sin embargo, la formación de los perfectos hasta alcanzar dicho escalafón no era sencilla. A continuación, les mostramos algunas de las claves más sugerentes de sus principales ritos de iniciación.

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CÁTAROS, SUS RITOS DE INICIACIÓN
CÁTAROS, SUS RITOS DE INICIACIÓN
Después de dos siglos de presencia en Occitania, el catarismo fue arrasado ferozmente por iniciativa de la Iglesia, entonces radicada en Avignon, a cuyo frente se encontraba el pontífice Inocencio III, y por los ejércitos del rey Felipe IV de Francia. Quéribus fue la última fortaleza cátara en caer en manos de los cruzados, en 1255. Tras el horror de las masacres y el olor a sangre y el fuego de las hogueras, vino algo todavía peor: la ley impuesta por los inquisidores, basada en un método selectivo, que traería consigo el exterminio de pueblos y aldeas enteros. A comienzos del siglo XIV, con la muerte en la hoguera de Guillaume Bélibaste, último perfecto del catarismo occitano, el balance final superó el millón de asesinatos. ¿Pero, por qué tanta crueldad? Para acercarnos a este holocausto, vamos a acceder a los entresijos del pensamiento del catarismo y los fundamentes de su religión.

El primer germen de esta filosofía fue Zaratustra (El de la luz dorada), pensador persa, gran maestro de la ética y fundador del mazdeísmo, una corriente filosófica y religiosa basada en el concepto de la dualidad. Un dios bueno, como principio del Bien: Ahura Mazda; y un dios malo, como culpable del Mal: Asira-Manyú. Las torres del silencio (dajmas) de los templos mazdeístas mantienen siempre encendido un fuego, en constante representación del Bien, contra los espíritus malignos. En ellas se colocan los cadáveres, sin enterrar, para que sean las alimañas las que ayuden con el ciclo natural que conduce al más allá. Los musulmanes, tras la Hégira de Mahoma, relegaron a un segundo término el mazdeísmo, y los nuevos templos islámicos no tardaron en alzarse sobre los cimientos de los anteriores zoroastristas, porque lo sagrado no es el edificio, sino el enclave sobre el que se asienta.

Siglos después, Mani, natural de Babilonia y fundador de la religión maniquea, recogió las enseñanzas de Zaratustra, aceptando que la gnosis (conocimiento de la naturaleza verdadera, al que el hombre debe dirigirse para realizar la Gran Obra) era la vía de salvación y pregonando la reencarnación del alma humana. La finalidad de la religión maniquea consistía en alcanzar la separación completa entre la luz espiritual y las tinieblas de lo material. Mani criticó al cristianismo, entre otras cosas, porque sus ministros, los apóstoles, no fueron los autores directos de sus correspondientes evangelios. San Agustín, padre de la Iglesia, se nutrió de la filosofía maniquea. Para él, el Mal era, sencillamente, la ausencia del Bien… (Continúa en AÑO/CERO 265).
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