Civilizaciones perdidas
23/11/2012 (07:28 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
ÇATAL HÖYÜK: EL EDÉN SURGIÓ EN ANATOLIA
Paco GonzálezHace aproximadamente 11.000 años, una serie de asentamientos humanos extraordinariamente avanzados prosperó en la actual Turquía. Extrañamente, mientras la gran mayoría de la especie humana pugnaba por sobrevivir, los habitantes de estos enclaves construyeron templos, erigieron monolitos y plasmaron complejos mensajes simbólicos que desafían nuestro entendimiento. Qué provocó la chispa que encendió aquel prodigioso y repentino salto hacia adelante, constituye uno de los mayores enigmas en la historia de la humanidad.
Siguiendo la Ruta de la Seda en su trazado por Anatolia Central, decenas de miles de turistas recorren todos los años el ingente patrimonio arquitectónico y artístico de Turquía. Si tomamos Capadocia como punto de origen y nos desplazamos hacia el oeste emulando a los antiguos comerciantes otomanos, no podemos dejar de visitar Konya, histórica capital de la vasta provincia homónima.
Entre otros atractivos, en esta populosa ciudad –casi un millón de habitantes– vivió y murió Celaleddin Mehmet Rumi (1207-1273), místico persa mejor conocido por el sobrenombre de Mevlana –Nuestro Señor, en árabe–. Además de un museo y un mausoleo de enormes dimensiones, el legado de Rumi en Konya adopta la dinámica apariencia de los derviches giróvagos, danzantes de la orden sufí Mevleví, cuyo hipnótico ritual y peculiar indumentaria son un icono de la «marca» Turquía.
Pero esta provincia esconde un aliciente mucho menos popularizado, a trasmano de los itinerarios turísticos y, sin embargo, de una trascendencia invaluable. Nos referimos al sitio arqueológico de Çatal Höyük, la misteriosa urbe neolítica que, en opinión de muchos expertos, fue la primera ciudad de la humanidad.
Ubicada a poco más de 40 kilómetros al sureste de la capital de la provincia de Konya, Çatal Höyük fue descubierta en noviembre de 1958 por el arqueólogo británico James Mellaart, recientemente fallecido. El hallazgo se produjo de forma casual, cuando Mellaart encontró varios artefactos de obsidiana mientras paseaba por esta llanura pantanosa, salpicada de vez en cuando por suaves ondulaciones. Tal vez, al levantar la vista, el arqueólogo observó a lo lejos la inconfundible y rotunda silueta del volcán Hasan Dagi, probable origen de la obsidiana. Además –debió pensar Mellaart–, aquella planicie parcialmente inundada y fértil habría favorecido las actividades agrícola y ganadera, convirtiéndola en el lugar idóneo para establecer un campamento con vocación de permanencia.
Aquel cúmulo de circunstancias y su intuición persuadieron al académico de la cercanía de un asentamiento humano en tiempos remotos. Estaba en lo cierto. Bajo sus pies, muy cerca de allí, apenas delatados por la presencia de un túmulo ligeramente elevado, dormían los restos de una civilización ignota, que habría surgido hace aproximadamente 10.000 años. Pero esta cultura, oficialmente adscrita al periodo Neolítico precerámico, no admite una catalogación sencilla, como veremos a continuación.
En su momento de mayor apogeo, Çatal Höyük ocupó unas 13 hectáreas de extensión, bastante más de lo que se supone abarcaron otros núcleos humanos en la misma época. Su población también excedió las cifras habituales, pues se estima que entre sus muros llegaron a convivir alrededor de 10.000 individuos, que prosperaron extrañamente hacinados en mitad de aquella llanura inhabitada. Generación tras generación, los ciudadanos de Çatal Höyük construyeron sus casas sobre las mismas que ocuparon sus antepasados. Derribaban una vivienda para edificar otra igual sobre los cimientos de la anterior. De hecho, Mellaart descubrió hasta doce ciudades superpuestas, aunque hoy sabemos que pudieron ser más. ¿Por qué decidieron vivir hacinados teniendo tanto terreno a su disposición? (Continúa en AÑO/CERO 268).
Entre otros atractivos, en esta populosa ciudad –casi un millón de habitantes– vivió y murió Celaleddin Mehmet Rumi (1207-1273), místico persa mejor conocido por el sobrenombre de Mevlana –Nuestro Señor, en árabe–. Además de un museo y un mausoleo de enormes dimensiones, el legado de Rumi en Konya adopta la dinámica apariencia de los derviches giróvagos, danzantes de la orden sufí Mevleví, cuyo hipnótico ritual y peculiar indumentaria son un icono de la «marca» Turquía.
Pero esta provincia esconde un aliciente mucho menos popularizado, a trasmano de los itinerarios turísticos y, sin embargo, de una trascendencia invaluable. Nos referimos al sitio arqueológico de Çatal Höyük, la misteriosa urbe neolítica que, en opinión de muchos expertos, fue la primera ciudad de la humanidad.
Ubicada a poco más de 40 kilómetros al sureste de la capital de la provincia de Konya, Çatal Höyük fue descubierta en noviembre de 1958 por el arqueólogo británico James Mellaart, recientemente fallecido. El hallazgo se produjo de forma casual, cuando Mellaart encontró varios artefactos de obsidiana mientras paseaba por esta llanura pantanosa, salpicada de vez en cuando por suaves ondulaciones. Tal vez, al levantar la vista, el arqueólogo observó a lo lejos la inconfundible y rotunda silueta del volcán Hasan Dagi, probable origen de la obsidiana. Además –debió pensar Mellaart–, aquella planicie parcialmente inundada y fértil habría favorecido las actividades agrícola y ganadera, convirtiéndola en el lugar idóneo para establecer un campamento con vocación de permanencia.
Aquel cúmulo de circunstancias y su intuición persuadieron al académico de la cercanía de un asentamiento humano en tiempos remotos. Estaba en lo cierto. Bajo sus pies, muy cerca de allí, apenas delatados por la presencia de un túmulo ligeramente elevado, dormían los restos de una civilización ignota, que habría surgido hace aproximadamente 10.000 años. Pero esta cultura, oficialmente adscrita al periodo Neolítico precerámico, no admite una catalogación sencilla, como veremos a continuación.
En su momento de mayor apogeo, Çatal Höyük ocupó unas 13 hectáreas de extensión, bastante más de lo que se supone abarcaron otros núcleos humanos en la misma época. Su población también excedió las cifras habituales, pues se estima que entre sus muros llegaron a convivir alrededor de 10.000 individuos, que prosperaron extrañamente hacinados en mitad de aquella llanura inhabitada. Generación tras generación, los ciudadanos de Çatal Höyük construyeron sus casas sobre las mismas que ocuparon sus antepasados. Derribaban una vivienda para edificar otra igual sobre los cimientos de la anterior. De hecho, Mellaart descubrió hasta doce ciudades superpuestas, aunque hoy sabemos que pudieron ser más. ¿Por qué decidieron vivir hacinados teniendo tanto terreno a su disposición? (Continúa en AÑO/CERO 268).
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