Civilizaciones perdidas
22/07/2013 (09:22 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
BIMINI Y LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD
Isabela HerranzCon motivo del V Centenario del descubrimiento de Florida por Juan Ponce de León, indagamos sobre uno de los episodios más misteriosos asociados con su figura. Nos referimos a su pretendida búsqueda de la fuente de la eterna juventud, enclave legendario que, como Cíbola y las Siete Ciudades de Oro, parecieron obsesionar a muchos exploradores del Nuevo Mundo. Y es que, no obstante el mito, ¿qué sabemos realmente sobre este ansiado manantial, símbolo de la inmortalidad? ¿Acaso el empeño de Ponce de León y otros obedeció a razones verosímiles?
Más allá de su exploración de Puerto Rico y Florida durante el siglo XVI, al explorador español Juan Ponce de León se le asocia con la supuesta búsqueda de «Juvencia» o «Fuente de la Eterna Juventud. Una de sus expediciones, de siete meses de duración, propició el descubrimiento de la corriente del Golfo –fundamental para los viajes marítimos, porque facilitaba a los navíos a vela el regreso a Europa–, pero Ponce tuvo que esperar al IV Centenario, en 1913, para recibir el reconocimiento oficial de sus hazañas y, otro siglo más –hasta nuestros días–, para que se aclarara definitivamente si había buscado o no la mítica fuente en su expedición a la misteriosa tierra de Bimini, en el archipiélago de las Bahamas
Pues sí, la buscó y no la encontró, indican innumerables fuentes. Para llegar a la verdad en torno a dicha peripecia, es preciso regresar a principios del siglo XVI y embarcarse con el explorador rumbo al entonces ignoto Nuevo Mundo.
EN LAS INDIAS OCCIDENTALES
Algunos historiadores señalan que Ponce de León arribó a las entonces llamadas Indias Occidentales en el segundo viaje de Cristobal Colón, en 1493, pero parece más seguro que llegara en la flota de Nicolás de Ovando en 1502. Dos años después, lo encontramos asentado como rico hacendado en La Española, isla en cuya colonización había participado. En la cercana isla de Puerto Rico –entonces llamada San Juan Bautista– circulaban rumores sobre la existencia de oro y, en 1508, Ponce solicitó permiso real para colonizarla. Lo consiguió y, por ello, fue nombrado su gobernador. No obstante, la llegada en 1509 del hijo de Cristóbal Colón –Diego– puso fin a tal potestad.
Diego fue nombrado nuevo gobernador de las tierras que su padre había descubierto en el Nuevo Mundo y Ponce tuvo que firmar su capitulación. Optó por buscar otros lugares donde asentarse y enriquecerse más aún, aunque ya poseía importantes propiedades y plantaciones. Solicitó permiso real para explorar ciertas islas del noroeste donde se suponía que había fabulosas riquezas y a las que Colón no había llegado: «Hallándose Juan Ponce de León sin oficio y viéndose rico, determinó de hacer alguna cosa con que ganar honra y acrecentar su hacienda, y como había nueva que se hallaban tierras a la banda del Norte, acordó de ir a descubrir hacia aquella parte», señala el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas (1549-1626) en su Historia General de los hechos castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano (1601). ¿Empieza aquí la búsqueda de la mítica fuente?
En 2000, el historiador Robert H. Fuson explicaba en su obra Juan Ponce de León and the Spanish Discovery of Puerto Rico and Florida que «(Ponce de León) buscaba Bimini, una región vagamente descrita por los indios arahuacos –o taínos– de La Española, Cuba y Puerto Rico como una tierra rica al noroeste. Aseguraban que existía un paraíso en Bimini, una de las islas del archipiélago de las Lucayos, en las Bahamas, y que un tal Sequene, jefe arahuaco de Cuba, había efectuado una expedición en busca de una fuente con poderes curativos. Sin embargo, Sequene nunca regresó» (Continúa en AÑO/CERO, 276)
EN LAS INDIAS OCCIDENTALES
Algunos historiadores señalan que Ponce de León arribó a las entonces llamadas Indias Occidentales en el segundo viaje de Cristobal Colón, en 1493, pero parece más seguro que llegara en la flota de Nicolás de Ovando en 1502. Dos años después, lo encontramos asentado como rico hacendado en La Española, isla en cuya colonización había participado. En la cercana isla de Puerto Rico –entonces llamada San Juan Bautista– circulaban rumores sobre la existencia de oro y, en 1508, Ponce solicitó permiso real para colonizarla. Lo consiguió y, por ello, fue nombrado su gobernador. No obstante, la llegada en 1509 del hijo de Cristóbal Colón –Diego– puso fin a tal potestad.
Diego fue nombrado nuevo gobernador de las tierras que su padre había descubierto en el Nuevo Mundo y Ponce tuvo que firmar su capitulación. Optó por buscar otros lugares donde asentarse y enriquecerse más aún, aunque ya poseía importantes propiedades y plantaciones. Solicitó permiso real para explorar ciertas islas del noroeste donde se suponía que había fabulosas riquezas y a las que Colón no había llegado: «Hallándose Juan Ponce de León sin oficio y viéndose rico, determinó de hacer alguna cosa con que ganar honra y acrecentar su hacienda, y como había nueva que se hallaban tierras a la banda del Norte, acordó de ir a descubrir hacia aquella parte», señala el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas (1549-1626) en su Historia General de los hechos castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano (1601). ¿Empieza aquí la búsqueda de la mítica fuente?
En 2000, el historiador Robert H. Fuson explicaba en su obra Juan Ponce de León and the Spanish Discovery of Puerto Rico and Florida que «(Ponce de León) buscaba Bimini, una región vagamente descrita por los indios arahuacos –o taínos– de La Española, Cuba y Puerto Rico como una tierra rica al noroeste. Aseguraban que existía un paraíso en Bimini, una de las islas del archipiélago de las Lucayos, en las Bahamas, y que un tal Sequene, jefe arahuaco de Cuba, había efectuado una expedición en busca de una fuente con poderes curativos. Sin embargo, Sequene nunca regresó» (Continúa en AÑO/CERO, 276)
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