ASÍ ACTÚA LA CIA EN ESPAÑA
La CIA posee un largo historial de operaciones en España, entre las que se incluyen desde el espionaje a instituciones y ministerios hasta la implicación en la transición
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) se fundó el 18 de diciembre de 1947 bajo la presidencia de Harry S. Truman. Finalizada la II Guerra Mundial, los gobernantes de EE UU tomaron la decisión de crear un servicio secreto que frenara la influencia internacional de la URSS y defendiese los intereses económicos y militares estadounidenses en cualquier lugar del planeta.
Desde los primeros años, España se convirtió en uno de los principales «objetivos» de la CIA, merced a su influencia en Latinoamérica y a su situación geoestratégica como paso obligado hacia Oriente Medio. El espionaje estadounidense posee una tupida red de agentes e informantes en España desde la época franquista.
En los dos últimos años de la vida del dictador, cuando era evidente que tanto Franco como su régimen se encontraban en sus estertores, EE UU dirigió la transición hacia una democracia con dos grandes partidos que se turnaran en el poder: uno conservador y otro socialdemócrata, a imagen del sistema imperante en el país del Tío Sam y en las democracias europeas. Según declaraciones de personajes que participaron activamente en la etapa de la transición de una dictadura a una democracia, la CIA se encontraba detrás del nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del gobierno, pues éste, a pesar de su pertenencia al régimen franquista, tenía fama de aperturista. Él fue el hombre elegido por el gobierno estadounidense para capitanear la compleja transición.
El general Manuel Fernández Monzón, en aquel entonces capitán del ejército español y miembro de los servicios secretos, apunta sobre lo anterior: «No es verdad todo lo que se ha dicho de la transición, porque el rey Juan Carlos I y Suárez sólo fueron piezas importantes de un plan diseñado por la secretaría de Estado norteamericana y la CIA». Las palabras de Monzón tienen un valor añadido, pues actuó como enlace entre el Pentágono y los jefes militares españoles en los últimos años de la dictadura, con el fin de acordar lo que ocurriría a la muerte de Franco.
Vernon Walters, director de la CIA, viajó a España y acordó durante una entrevista con Franco el nombramiento del entonces príncipe Juan Carlos como próximo jefe del Estado. En otra charla con el número dos del régimen, Carrero Blanco, Walters consiguió que éste aceptara una colaboración más estrecha del espionaje español con el servicio de inteligencia estadounidense.
ESPÍAS ESPAÑOLES AL SERVICIO DE EE UU
Hasta tal punto llegó la dependencia de los servicios secretos españoles de la CIA que la formación, el material electrónico y hasta parte de los sueldos de los espías hispanos provenían de la CIA. En este sentido, Juan Alberto Perote, antiguo jefe de operaciones del servicio secreto español -el CESID, rebautizado como CNI-, aseguró: «En esos años oficialmente dependíamos del CESID, pero en realidad nuestros patrones eran los jefes de la agencia americana. Yo cobraba un ';plus' de los norteamericanos dentro de un sobre a fin de cada mes. Esto se veía como algo normal entonces».
En 1976, menos de un año después de la muerte de Franco, la desaparecida revista Cambio 16 publicó una serie de reportajes sobre la actuación de los agentes de la CIA en España. Los periodistas del desaparecido rotativo descubrieron que entre el personal diplomático de la embajada de EE UU se encontraban espías como William Jones, organizador en 1959 de una fuerza policial en Saigón, conocida por practicar sistemáticamente la tortura; o Francis Sherry, antiguo responsable de acciones anticubanas en México. La misión de estos hombres consistía fundamentalmente en reclutar españoles para el espionaje americano. Los candidatos eran escogidos entre militares, periodistas, empresarios, políticos, funcionarios, etc. Se compraban sus voluntades mediante promesas de dinero, sexo y drogas o con amenazas de desvelar datos comprometedores de sus pasados.
La CIA pretendía utilizarlos no sólo para obtener datos relevantes sobre la sociedad española, sino para que realizaran misiones para la «agencia» en otros países, sobre todo latinoamericanos, a los que debían viajar debido a sus ocupaciones profesionales.
EL ASESINATO DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO
Uno de los episodios más controvertidos y en el que parece clara la participación de la CIA es en el asesinato del almirante Carrero Blanco. El 20 de diciembre de 1973 una carga de dinamita situada bajo la madrileña calle Claudio Coello provocó que el automóvil en el que viajaba el número dos del régimen franquista literalmente «volara» por los aires. Desde el primer momento se hizo patente la autoría de la organización terrorista ETA, pero en los servicios secretos españoles siempre se sospechó de la implicación de la CIA en el asesinato.
Datos hay para ello. Se da la circunstancia de que el lugar del atentado se encuentra a escasos 100 metros de la sede de la embajada norteamericana en España. Los terroristas estuvieron durante un año excavando el túnel para colocar los explosivos en el lugar deseado. Tal como afirma el general Manuel Fernández Monzón: «Es pintoresco que los norteamericanos no se enteraran de que se estaba perforando un túnel tan cerca de su embajada, a pesar de poseer detectores de todas clases». Incluso el día antes del atentado, varios etarras disfrazados de electricistas manipularon cables en la calle Claudio Coello a plena luz del día y a la vista de los diplomáticos norteamericanos con total impunidad. De parecida opinión era el coronel José Ignacio San Martín, primer director del servicio de espionaje español, fallecido en el 2004, quien siempre estuvo convencido de que entonces ETA no poseía la preparación suficiente para desarrollar una misión de tal envergadura. Incluso dejó entrever por sus palabras la posible implicación de agentes españoles en el magnicidio. «¿Cómo es posible que no se detectara el movimiento de etarras en la capital durante los meses previos, si hasta realizaron prácticas de tiro en la capital?», se preguntó en voz alta.
El propio juez especial designado para investigar el atentado, Luis de la Torre Arredondo, manifestó en 1984 que la CIA sabía que ETA iba a asesinar a Carrero. Si realmente la CIA tuvo algún tipo de implicación en el atentado, la pregunta es por qué razón. La respuesta quizá deberíamos buscarla en la reunión que Carrero Blanco mantuvo el día anterior a su muerte con el entonces secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger. Se desconoce el contenido concreto de aquella charla, pero sí es de sobra conocido que el presidente del gobierno español se mantuvo firme en su negativa a la propuesta que le hizo Kissinger para que España entrase en la OTAN. Además, Carrero se opuso frontalmente a que los norteamericanos utilizaran sus bases en España para ayudar a Israel en la guerra del Yom Kippur de 1973 contra Siria, Egipto y Jordania, y le pidió al representante de EE UU mayores compensaciones económicas por la cesión de los terrenos al ejército estadounidense.
Kissinger había viajado a España precisamente para limar asperezas con Carrero, porque la oposición de éste a los intereses estadounidenses llegó a incomodar de tal manera a los representantes de Washington, que en un telegrama enviado desde la embajada de EE UU en Madrid al departamento de Estado se leía: «El mejor resultado sería que Carrero Blanco desapareciera de escena».
SECRETOS DEL GOLPE DE ESTADO
Según diversos investigadores, la CIA intervino en el intento de golpe de estado contra la joven democracia española en 23 de febrero de 1981. En los jornadas previas a la insurrección se reforzó la vigilancia de las principales instalaciones militares norteamericanas en España y el personal diplomático estadounidense recibió un informe interno con la recomendación de que no salieran de sus domicilios durante la jornada del 23-F. Dos días antes de esta fecha, el 19 de febrero, la 16ª Fuerza Área de EE UU desplegada en Torrejón, Rota, Morón y Zaragoza entró en alerta máxima. Y la VI Flota naval se desplegó frente a las costas de Valencia en «misión de vigilancia».
Los norteamericanos nunca han explicado el porqué de estas maniobras, pero investigaciones periodísticas han desvelado que José Luis Cortina, espía y coordinador de los golpistas, se reunió en aquel mes de febrero con el embajador norteamericano en Madrid, Terence Todman, y con el nuncio vaticano, monseñor Antonio Innocenti. Ambos al menos recibieron la noticia del movimiento golpista.
La celebración de esta reunión fue ratificada por Juan García Carrés durante el juicio en el que se le juzgó junto al resto de golpistas. Según su testimonio, Antonio Tejero, el teniente coronel de la Guardia Civil que encabezó el asalto al congreso de los diputados, le relató que los Estados Unidos estaban al tanto de la conspiración y habían dado el visto bueno.
Al parecer, la CIA estaba profundamente disconforme con los derroteros por los que circulaba la política exterior del presidente Adolfo Suárez, sobre todo por sus intentos de acercamiento a Cuba y Argelia. Suárez se vería obligado a dimitir antes de la intentona golpista, pero los acontecimientos ya serían imparables.
El último escándalo de la CIA en España son los ya famosos «vuelos de la vergüenza». En abril de 2006 Amnistía Internacional publicó un informe en el que se denunciaba que la CIA había organizado al menos 114 vuelos para trasladar de forma clandestina a detenidos hacia bases secretas estadounidenses repartidas por el planeta. El documento también constataba que esos aviones habían utilizado el espacio aéreo europeo con la connivencia de ciertos gobiernos de la Unión, entre ellos el español. El entonces ministro de Defensa José Bono negó cualquier implicación española, pero la cascada de revelaciones periodísticas provocó que el ejecutivo de Zapatero reconociera que entre 2002 y 2005 una treintena de aviones de la CIA habían realizado escalas en aeropuertos españoles.
DUDAS RAZONABLES
Es imposible saber en qué sucesos de relevancia histórica para España ha intervenido la CIA, pero su sombra planea sobre la pérdida en la década de los 70 del Sáhara español o en el caso del síndrome tóxico. De hecho, uno de los médicos encargados de investigar la enfermedad, presuntamente causada por el aceite de colza, descubrió que el primer brote tuvo lugar en la base norteamericana de Torrejón. El diario El País publicó que allí se trató del síndrome a más de 100 soldados, que posteriormente fueron evacuados en aviones a hospitales militares en Estados Unidos y Alemania. Por esta razón, algunos teorizaron con la posibilidad de que en la base de Torrejón estuvieran realizándose pruebas de armas biológicas o incluso que un ensayo de guerra química fuera el detonante de la epidemia que se extendió por España y cuyas causas finales jamás fueron aclaradas. Y es que nunca pudo demostrarse que el consumo de aquel aceite desnaturalizado fuese el verdadero motivo de las muertes.
LA CIA CONTRA ETA
En ocasiones la CIA ha colaborado con la inteligencia española en operaciones antiterroristas, desbaratando futuros atentados. Por ejemplo, en 1986, el entonces director general de Seguridad, Julián Sancristóbal, le pidió a su amigo y agente de la CIA David Donaldson un favor personal: necesitaba dos misiles tierra-aire SAM-7. La idea consistía en ofrecer su compra a miembros de ETA a través de agentes camuflados como milicianos de Hezbolá. La CIA no sólo aceptó el «encargo», sino que técnicos de esta agencia de espionaje instalaron unos microchips en los misiles para seguir su ubicación vía satélite. La venta se realizó satisfactoriamente, así que la señal recibida por el «pájaro» de la CIA marcó la ubicación de los SAM-7. Esta información, cedida a la policía española, hizo posible que se detuviera a los terroristas. La operación se saldó con la desarticulación del aparato financiero de ETA y la recuperación de ambos misiles intactos.
¿LO SABÍAS?
La revista Cambio 16 publicó hace algunos años que la CIA tenía alquiladas varias habitaciones en los hoteles Eurobuilding, Meliá Castilla y Castellana, destinadas a celebrar encuentros entre agentes del espionaje estadounidense y opositores a Fidel Castro. En este sentido, el 5 de febrero de 1985 el dictador cubano aseguró que sabía de las actividades de agentes de la CIA en España, encaminadas a promover deserciones entre los espías cubanos.
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