Ciencia
01/07/2020 (13:25 CET) Actualizado: 01/07/2020 (13:31 CET)

Hay otros mundos… están junto a ti

¿Es posible que haya seres de otras dimensiones o mundos coexistiendo entre nosotros? A la vista de los casos que llegan cada semana a los periodistas especializados, parece ser que sí.

01/07/2020 (13:25 CET) Actualizado: 01/07/2020 (13:31 CET)
Hay otros mundos… están junto a ti
Hay otros mundos… están junto a ti

Así lo cree a menos el escritor y periodista Miguel Pedrero, quien sostiene que «la literatura del misterio está repleta de relatos que lo sugieren. Casos –añade– con extrañas luces, brumas, y variados fenómenos electromagnéticos y escamoteos espacio-temporales».

Estos acontecimientos extraordinarios parecen confluir en zonas muy concretas junto a multitud de fenómenos inexplicados. El investigador norteamericano David Fideler los bautizó como «zonas ventana» y parecen constituir el foco de toda clase de anomalías. Pero, ventana… ¿a dónde?

El italiano Mario Dosante me cuenta una sorprendente experiencia mientras practicaba submarinismo a pocos kilómetros de las costas de Mahón, en las islas Baleares, en el Mar Mediterráneo. Tras enfundarse las botellas de inmersión se tiró al agua para contemplar la fauna marina. Cuando se hallaba a unos 40 metros de profundidad el experimentado submarinista distinguió una cavidad. Desoyendo el sentido común, se internó por la gatera submarina. En un punto, el espacio se amplió y entró en una suerte de sifón, una gran gruta con estalactitas y estalagmitas milenarias. «Por experiencia –asegura– cuando ocurre algo así hay que tener cuidado de respirar porque el gas de su interior puede ser nocivo». Sin embargo, Mario se quitó el regulador y disfrutó del espectáculo. Pasados unos minutos, calcula que alrededor de un cuarto de hora, salió a la superficie y marcó la posición en su GPS para regresar al día siguiente. La primera sorpresa vino al mirar el reloj pues había estado más de cinco horas bajo el agua. ¿Cómo era posible si la capacidad de aire comprimido no permitía tal autonomía? Al día siguiente se estremeció al comprobar que en las coordenadas anotadas no existía cueva alguna; había desaparecido literalmente. ¿Pudo dar un salto a otro mundo u otra dimensión, precisamente en esas costas en las que ya se han producido varias desapariciones misteriosas? El escritor Jesús Callejo asegura que «en todos los lugares del mundo hay leyendas que nos hablan de sitios especiales que facilitan el salto a ese mundo paralelo».

Michael Persinger y Ghislaine Lafrenière, dos investigadores de renombre internacional, están convencidos de que estos «lugares ventana» reúnen una serie de características especiales que permitiría, en un momento dado, llegar a localizarlos. Por ejemplo, aseguran que los suelos con gran condensación de sales y minerales, así como los arcillosos son grandes conductores de electricidad; pero también condensadores, que recogerían la electricidad durante los periodos de eyecciones solares –las célebres tormentas– que generarían un campo de energía neblinosa y luminiscente que es habitual en los testimonios de las personas que aseguran haber sufrido uno de estos «tiempos perdidos».  

otros mundos desaparecido
 

Cabe destacar, en este sentido, un lugar muy especial situado en la provincia de Tarragona (España): La Mussara. Durante años ha corrido el rumor entre los vecinos de las localidades próximas que el pueblo es una suerte de puerta a otra dimensión, un acceso a otros mundos. El investigador Josep Suñé refiere la existencia de una piedra de gran tamaño de la que «se dice que todo aquél que la pisa va a parar, directamente, a Villa del Seis, un pequeño pueblo que, supuestamente, estaría en otro plano dimensional». Lo que llama la atención es que el número de desaparecidos en estas sierras supera con creces la media del resto del país. En este entorno es paradigmático el caso de Carles Estaller, que conoce a la perfección estas carreteras y que al regresar a casa aseguró haber «estado en el interior de una niebla todo el rato, tan densa que no me permitía ver. Cuando por fin se despejó para mi no habían pasado más de 30 minutos, y sin embargo el reloj marcaba cinco horas». Es como si durante ese tiempo lo hubiese engullido otra dimensión.

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