La Biblia esconde un código secreto
Los textos sagrados esconden una matriz matemática donde se hallarían ocultas claves para el destino de la humanidad.
En 1993, un grupo de matemáticos israelíes descubrió una serie de mensajes encriptados en un texto hebreo perteneciente al libro del Génesis. Los escritos sagrados constituían una suerte de matriz matemática en las que estaban ocultas claves para el futuro de la humanidad. ¿Es una casualidad o, por el contrario, el Gran Hacedor nos ha legado información encriptada acerca de nuestro destino colectivo?
No debes confundir el secreto con la bibliomancia, es decir, la adivinación mediante la apertura de las páginas de un libro sagrado al azar y la detección de un mensaje personal en ellas que ha sido practicada tanto en el mundo judío, como en el cristiano y musulmán clásico.
La idea de «leer entre líneas» la Torah es antiquísima, la propia Biblia atestigua que existen significados ocultos. Los sabios judíos de la Edad Media, llamados cabalistas, utilizaron como herramienta de búsqueda un sistema conocido como ATBSh, según el cual, la última letra del alfabeto hebreo, se sustituye por la primera letra, la penúltima, por la segunda y así sucesivamente. Pero los cabalistas judíos se preguntaban si la búsqueda había de limitarse a las primeras o las últimas letras de las palabras y al comienzo o al final de los versículos… ¿Qué pasaría si uno buscaba significados ocultos saltándose letras? ¿Y si se saltaba cada segunda, cada cuarta, cada vigésimo segunda?
Era inevitable que, con la llegada de los ordenadores, alguien aplicara esta herramienta a una búsqueda acelerada de un «código» basado en estos patrones. Y eso fue lo que hizo el Dr. Eliyahu Rips junto a dos matemáticos como Doron Witztum y Yoav Rosenberg. Su descubrimiento se convirtió en el eje central de un libro que se convirtió en muy poco tiempo en un bestseller mundial. Se tituló El Código Secreto de la Biblia, (1997) del periodista Michael Drosnin, y en él aseguraba que el código descubierto por los matemáticos había sido refrendado –nada menos— que por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos y que gracias a él pudo predecir ¡el asesinato de Isaac Rabin, un año antes de que aconteciera!
El trabajo de los matemáticos fue volcado a un programa de computación ideado para tal fin que fue bautizado como El Código B, (de Biblia). El software disponía de la versión original -en hebreo— de la Torah y era, capaz de reproducir las operaciones necesarias para buscar mensajes ocultos en la Torah o el Pentateuco.
Mediante un sencillo interfaz, buscaba los datos introducidos a través de un formulario y decodificaba eventuales secuencias de letras equidistantes que profetizaban relaciones significativas entre personas, eventos y fechas.
El Código B pronosticó la muerte del primer ministro israelí Isaac Rabin en Tel Avivi
A toro pasado, se revisó la información del magnicidio de Rabin y se constató que, en el mismo lugar donde aparecían las palabras «Yitzhak Rabin» y «asesino que asesinará», también estaba la palabra "Amir", es decir, ¡el apellido de su asesino! El código, además, detallaba cuándo y dónde iba a ocurrir el atentado. "En 5756", el año judío que empezó en septiembre de 1995 y que para colmo de la coincidencia se cruzaba con las palabras «Tel-Aviv» y «asesinato de Rabin».
Como aseguro en mi libro, Coincidencias Imposibles (Cúpula 2014), cuando las «casualidades» hacen polvo cualquier probabilidad estadística o desafían las leyes del azar, va siendo hora de plantearse en serio que ocurren cosas que no podemos explicar.
Desde entonces, el Código B ha proporcionado muchas otras coincidencias que van desde la llegada del hombre a la Luna, la Guerra del Golfo Pérsico o los atentados del 11 de septiembre de 2001, por citar sólo tres ejemplos. ¿Está todo está determinado? ¿Hay una fuerza que nos ayuda a avanzar o por el contrario es todo fruto de la casualidad?
El Código B fue confirmado por matemáticos no creyentes y especialistas en criptografía del Pentágono, quienes probaron el código en otros textos y observaron que sólo en la Biblia se da este fenómeno. Parece que «los caminos del Señor, son inescrutables».
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