Ciencia
13/01/2018 (20:50 CET) Actualizado: 15/01/2018 (09:23 CET)

Fenómenos transitorios lunares

Aún quedan muchas cosas por saber sobre la Luna. En realidad, casi todo. Los fenómenos transitorios lunares son una de esas realidades para las que aún no hay explicación.

13/01/2018 (20:50 CET) Actualizado: 15/01/2018 (09:23 CET)
Fenómenos transitorios lunares
Fenómenos transitorios lunares

En la Luna ocurren cosas. Cosas extrañas de difícil explicación a veces, que nos dan derecho a suponer que la Luna no es un 'cadáver del espacio', y que distamos mucho de conocerla por completo", afirma Ernesto Orellana en su obra La Luna (1962). Y tiene razón. Nuestro satélite posee muchos enigmas –en 1927, el selenógrafo austríaco Karl Muller elaboró una lista de 174 enigmas lunares–, pero no tienen nada que ver con los que nos venden los conspiracionistas. Ni la Luna es hueca, ni hay en ellas antiguas construcciones en ruina, ni tampoco ha servido de base para presuntos visitantes alienígenas. Todo eso son leyendas y bulos con mucho de imaginación y bastante dosis de pareidolias.

Pero sí existe un enigma científico que merece la pena estudiar y averiguar cuál es exactamente su naturaleza. Se trata de los FTL o Fenómenos Transitorios Lunares, término acuñado por el astrónomo británico Patrick Moore hace medio siglo. A pesar del interés mostrado desde el siglo XVII por astrónomos de todo el mundo –se han registrado desde entonces alrededor de tres mil observaciones de FTL–, sigue sin saberse a ciencia cierta qué los produce, aunque se barajan diversas teorías. Una de las más recientes es la que en 2013 propuso la Asociación Astronómica Británica tras realizar una exhaustiva investigación. Aunque entre los propios astrónomos hay quien cuestiona la existencia de los FTL –considerando incluso el asunto de pseudocientífico–, lo cierto es que hay observaciones muy fidedignas. Los FTL suelen coincidir casi siempre a lo largo de los márgenes de los grandes mares lunares y en las áreas oscuras de cráteres producidos por el impacto de asteroides. La corteza lunar en esas zonas es más frágil. Es probable, pues, que el aumento espontáneo del gas a través de grietas lunares explique los efectos de la niebla que se visualiza durante los FTL. ¿Acaso la formación de descargas eléctricas en el interior de estos gases –por efecto triboeléctrico– sería el origen de los FTL? Es una posibilidad, pero no la única, como ya veremos…

En julio de 1968, la NASA publicó un catálogo cronológico sobre FTL –el Informe Técnico TR R-277–, compilando 579 eventos observados entre 1540 y 1967. De ese estudio, se deduce que la frecuencia y distribución de los FTL en el cráter Kepler parece demostrar una correlación con los terremotos lunares. No se queda atrás el cráter Platón, que captó la atención de los astrónomos de la Royal Astronomical Society. Entre 1860 y 1890, se dedicaron a escudriñar las anomalías que se producían en el interior de dicho cráter lunar, entre las que destacaban ciertas luces coloreadas, así como algunos resplandores rojizos e intensos brillos en algunos pequeños cráteres hallados en su interior. El 23 de noviembre de 1887, el doctor Klein, director del Observatorio de Cologne afirmó haber visto "un triángulo luminoso en el fondo de Platón". Ni aquellos astrónomos ni los actuales han sabido dar una respuesta científica convincente a esos extraños FTL.

 

 

Algunos FTL fueron, curiosamente, observados por los astronautas de la misión Apolo XI. Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, hallándose en órbita lunar, informaron de la presencia en la pared noroeste del cráter Aristarco de un destello muy activo. "Hay una región mucho más brillante que el área circundante. Parece que es ligeramente fluorescente", manifestó Armstrong a Houston. Astrónomos alemanes, franceses, brasileños y españoles confirmaron dicha observación desde sus respectivos puestos de observación.

Aunque también se visualizaron FTL en los cráteres Grimaldi, Teophilus y Censorinus. Tales observaciones acentuaron el estudio científico de los FTL, que ya estaban siendo examinados desde unas décadas atrás por reputados selenógrafos como el inglés Harold Percy Wilkins, quien en varias ocasiones había sido testigo de luces y manchas blanquecinas que le llamaron poderosamente la atención.

Por ejemplo, en 1948, observó sobre las cimas de los montes Leibnitz extrañas luces "brillando como perlas en el borde de la porción oscurecida, viéndose conectadas por filamentos de luz, finísimos, pero perfectamente claros". Diez años más tarde, la madrugada del 3 de noviembre de 1958, el astrónomo ruso Nikolái A. Kozyrev, del Observatorio de Crimea, estaba obteniendo espectrogramas del circo lunar Alfonso, cuando observo que el pico central perdía nitidez y tomaba un tono rojizo. Seguidamente, recuperaba su color blanco, aunque con un brillo mucho mayor de lo normal. Las dudas surgieron sobre tal observación. El físico Donald H. Menzel, conocido por su escepticismo hacia el fenómeno OVNI, considero que lo observado por Kozyrev no era más que un chorro de gas saliendo por una grieta. Sin embargo, otros astrónomos que habían advertido fenómenos similares, manifestaron su perplejidad y su incapacidad para explicarlos como emanaciones de gases o erupciones de tipo volcánico.

Uno de los más recientes FTL fue observado el 17 de junio de 2017 en Herodotus. La captación de un punto luminoso en el interior del cráter fue efectuada por Alberto Anunziato de la Asociación Entrerriana de Astronomía –AEA– e incluida en la base de datos del Lunar Geological Change Detection Program ALPO-BAA–.

 

INTERÉS CIENTÍFICO

Por esas mismas fechas, el ufólogo sevillano Ignacio Darnaude se interesó vivamente por la cuestión, llegando a confeccionar un Catálogo de Fenómenos Transitorios Lunares, que consta de 144 páginas y 900 referencias. Entro en contacto con diversas agrupaciones astronómicas a nivel mundial y se hizo miembro de algunas, como la British Astronomical Association. En su documentado informe señala que los FTL son "ciertas modificaciones repetidamente advertidas en la superficie de la Luna. Consisten en cambios de coloración, variaciones de luminosidad, aparentes alteraciones en la estructura del suelo lunar, nieblas o brumas que dificultan una nítida visión desde la Tierra…".

Darnaude aclara, además, que las modificaciones observadas no tienen lugar uniformemente en toda la superficie de nuestro satélite, "sino que tienden a concentrarse en unas pocas regiones lunares como Aristarco, Platón, Mare Crisium, Linneo, Hyginus y otras". Darnaude reconocía en aquel dosier que, a pesar de las diversas explicaciones formuladas –hipótesis volcánica, geoquímica, geotectónica, radiactiva…–, ninguna ha logrado resolver la compleja fenomenología observada. ¿Pero, y actualmente? ¿Hay un mayor consenso entre los expertos en la materia? ¿O seguimos ante un verdadero misterio sin una respuesta definitiva?

La importancia del estudio científico de los FTL está fuera de toda duda, si queremos comprender cuestiones vinculadas con la estructura geológica de la Luna. ¿Intervienen, acaso, fuerzas internas en la aparición de los FTL? El 16 de octubre de 1971, se difundió una noticia que dejo perplejos a quienes hasta entonces sostenían que la Luna es un mundo muerto. Las declaraciones del doctor John Freeman, científico de la Universidad Rice (Houston), fueron muy reveladoras: "En la Luna hay agua. Nubes de vapor de agua fueron detectadas el pasado día 7 de marzo por los instrumentos dejados en la Luna por las misiones Apolo XII y Apolo XIV". Esas nubes, según dicho científico, salieron del interior de la Luna por fallas de su corteza y emergieron al exterior en forma de geiseres. Fueron detectadas en la parte oriental del Océano de las Tempestades. ¿Encontraríamos ahí el origen de los FTL? Marius Lleget, que tanto escribió sobre cuestiones cosmológicas y ufológicas, manifestó al respecto: "Cabe la posibilidad de que algunos astrónomos del siglo pasado, que advirtieron extrañas luminiscencias lunares, hubiesen visto alguna nube de vapor de agua muy brillante, ya fuese por su temperatura, por contraste con el fondo oscuro de algún cráter o por la incidencia y el reflejo de los rayos solares, o quizá por la combinación de los tres fenómenos".

Curiosamente, ese mismo mes y año, el Center for Short-Lived Phenomena de la Smithsonian Institution (EEUU) publicó un informe, firmado por Winifred Sawtell Cameron, donde se recogían 800 casos de FTL, destacando una vez más el cráter Aristarco, con 285 FTL observados en su interior o en sus proximidades.

"A partir de los análisis –leemos en el documento–, se concluye que los FTL son generalmente de origen interno y no tienen mucha influencia externa, en el mejor de los casos, débilmente". Curiosamente, los fenómenos parece que son más visibles al amanecer, pero no parece tener relación con la iluminación producida en un ángulo bajo, ya que el efecto es muy débil durante las puestas de sol. Tal vez, y como señala el informe, el mecanismo de termoluminiscencia contribuya total o parcialmente al efecto producido durante la manifestación de los FTL.

La excitación ultravioleta también puede estimular la luminiscencia cuando los gases se han escapado en la noche lunar. "Quizá, esos efectos están operando juntos para lograr la fuerte correlación del amanecer encontrada en la mayoría de los análisis", añade. Por otro lado, el hecho de que la mayoría de las características muestren una correlación con la Luna llena, sugiere que el campo magnético de la Tierra puede ser influyente, ejerciendo algún tipo de efecto en los FTL, aunque el informe concluye que "la actividad parece ser de origen interno y ocurre casi al azar".

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