Exploran las neuronas del cerebro en busca de la consciencia
Neurocientíficos de la Universidad de Tel Aviv buscan la consciencia neurona a neurona mediante electrodos implantados en el cerebro.
La consciencia, es decir, el conocimiento que tenemos de nosotros mismos y de nuestro entorno, no es exclusiva del ser humano. La tienen los primates, también todos los mamíferos, las aves, los reptiles y quizá también los peces, aunque sea un principio de consciencia. En nuestro caso, el de la especie humana, el proceso de ser consciente ha hecho aumentar la capacidad de nuestra memoria, la imaginación, la creatividad. Nos permite utilizar el razonamiento lógico y también trasladar todo eso al lenguaje. Por esa razón, desde un punto de vista existencialista, algunos se refieren a ella como “alma”, el ser pensante que nos acompaña durante nuestra existencia y se sirve del cuerpo para interaccionar con el entorno.
La búsqueda de esa consciencia/alma, de dónde reside y por qué surgió constituye un reto desde los albores de la humanidad. Primero residió en el corazón y, más tarde, se concluyó que esta debía morar en el cerebro de cada uno de nosotros. Pero nadie la encotró, logró pesarla, medirla o estudiarla.
Hace 30 años que la moderna neurociencia trata de explicar cómo surje la conciencia de nuestro cerebro
Desde hace almenos tres décadas, la neurociencia intenta explicar cómo es posible que un fenómeno inmaterial como la consciencia surja de un sustrato material como el cerebro. Ahora, un equipo de neurocientíficos israelíes, dirigidos por la Dra. Hagar Gelbard-Sagiv, de la Escuela de Medicina Sackler dependiente de la Universidad de Tel Aviv, ha estudiado directamente la actividad de neuronas o células cerebrales individuales tratando de encontrar la respuesta.
Es un trabajo titánico. Habida cuenta que las neuronas miden entre 100 ó 200 micras, y una micra corresponde a 0.001 milímetros, en un encéfalo adulto puede tener casi cien mil millones de neuronas. Dicho de otra manera: entre 86.000.000.000 y 100.000.000.000 (10 elevado a 11) de neuronas. Por esa razón, la doctora Hagar utilizó electrodos implantados quirúrgicamente en cerebros de pacientes con epilepsia. Los electrodos implantados tenían la misión de determinar las áreas cerebrales responsables de los ataques epilépticos, pero servían además para registrar la actividad individual de las neuronas próximas a esas mismas áreas, cuando los pacientes veían ciertos estímulos. Diríamos que tomaban consciencia de los mismos.
Los neurólogos, por ejemplo, presentaban la imagen de una casa en el ojo derecho mientras en el izquierdo mostraban la imagen de una cara. El propósito del experimento era provocar la “rivalidad bioncular”, un fenómeno que consiste en la percepción alterna entre diferentes imágenes presentadas a cada ojo. Lo que ocurre es que, en lugar de ver las imágenes superpuestas, nuestro cerebro percibe una de las imágenes durante unos momentos y luego la otra; después de nuevo la primera, y así sucesivamente.
Los electrodos mostraban qué sucedía en cada una de las neuronas involucradas en el proceso, en relación con la percepción consciente constatando que la actividad de las neuronas del lóbulo frontal del cerebro se modificaba casi dos segundos antes de que el paciente informara de un cambio en su percepción; y que la actividad neuronal en el lóbulo temporal medial se modificaba un segundo antes de que dicho cambio fuera anunciado.
A partir de este descubrimiento, Gelbard-Sagiv y su equipo concluye que la actividad de las neuronas de las regiones estudiadas estaría correlacionada con la percepción, y también con la consciencia de lo percibido.
¿Despeja el enigma de la consciencia? Definitivamente, no. Pero la ciencia sigue investigando.
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